II

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La mujer, Siera aprendió, era Adele Langsber, señora de Langport. Su familia era una de las más nobles del reino, en cuanto a títulos se trataba. Langport era una de las principales rutas de comercio en el sur y como tal tenía acceso a una gran cantidad de barcos que viajaban a diferentes reinos. Adele Langsber y su esposo controlaban la región, hasta que su esposo falleció, dejándola a ella a cargo del manejo de la región y de la familia, tres hijas y dos hijos. Clarisa, la menor de las tres hijas, era apenas un año menor que el príncipe, y Adele había decidido que su hija seria reina.

La relación entre la familia real y los Langsber era fuerte. Inclusive el hijo mayor de Adele era un amigo íntimo del príncipe, algo que Siera sospecho Adele usaría para convertir a su hija en reina.

Después de la reunión entre Siera y Adele Langsber, la asesina había buscado a Sarah, una mujer quien aseguraba su lugar la red de túneles traficando algo que muchos necesitaban: información. Sarah había aprendido de una sirena a buscar en el agua los secretos de otros, creando espejos que le ayudaban a observar otras partes el mundo. Por supuesto esa no era la razón por la cual Siera la había conocido.

La familia de Sarah había sido una aliada cercana a la familia de Siera, ayudándolos a esconder y proteger su secreto. Un secreto tan grande que de ser descubierto una guerra civil se desataría.

Las luces en la caverna de Sarah eran escasas, la fuente más intensa no eran las antorchas en las paredes, o las velas distribuidas sobre las mesas y estanterías, sino un pequeño charco de agua que se ubicaba en el centro del lugar. Rodeado por telas, y sobre estas almohadas, sobre las cuales una mujer de cabello oscuro se encontraba sentada, su rostro iluminado por la luz azuleada que el agua irradiaba.

Siera se recargo junto a la entrada, esperando a que Sarah terminara de ver aquello que tanto la entretenía. Una vez el agua comenzó a perder el brillo los ojos de Sarah se enfocaron en Siera.

— ¿Nada interesante?—Preguntó Siera.

—Nada importante, ¿Qué te trae por aquí? No te he visto en meses.

—Una misión—, respondió Siera—, con suerte la última.

Siera tomo asiento sobre las almohadas junto a Sarah, y con un dedo creo ondas en el agua, observando cómo estas se desprendían de su piel para crecer hasta llegas a la orilla. Siera le conto a Sarah sobre la oferta, confesándole lo que tendría que hacer para asegurar pasaje en un barco que la llevara lejos de ahí.

—Se por lo que has pasado, y sé que tan arriesgado es esto, pero también sé que la paranoia siempre te ha perseguido, y lo hará hasta el final de tus días. Aunque no esté del todo de acuerdo con esto, te apoyo.

—Gracias—, suspiro Siera sintiendo como sus hombros se relajaban —, necesitare tu ayuda. De una forma u otra me tendré que infiltrar en la corte, cuanto más sepa mejor. ¿Quién lo diría? La Casa Cambre de nuevo en corte.

Sarah asintió y comenzó a mover sus manos sobre el agua, soltando una risa sarcástica ante el último comentario de su amiga. Siera observo como el agua se movía bajo la mano de la mujer, su brillo creciendo hasta opacar la luz de las vela, iluminando la pequeña caverna —. Pregunta — susurro Sarah.

— ¿Quién es la amante del príncipe?

Los ojos de Sara se enfocaron en el agua, viendo imágenes o leyendo un lenguaje que solo ella podía ver. Poco a poco, Siera noto, los ojos de Sarah se entrecerraban, como si la respuesta que buscaba estuviera escrita en letras demasiado pequeñas para leer o plasmada en imágenes demasiado borrosas para descifrar.

—No puede ser— dijo Sarah.

— ¿Qué sucede?

—No veo nada, es como si algo me bloqueara, lo único que consigo ver es una imagen.

— ¿De quién? ¿De ella?

—Debe ser. Es joven, más joven que tú. De la edad del príncipe tal vez. Su piel es blanca, su cabello rojo oscuro. Sus ojos del color del vino—. Siera escucho atentamente, grabando la descripción en su memoria—. Es extranjera, eso te lo puedo decir sin necesidad del agua. Pero no logro entender que es lo que me impide saber más de ella.

Un suspiro de desesperación escapo sus labios, si había algo que Siera no podía permitir era entrar en esa corte ciega—, Si no puede obtener información acerca de ella, me tendré que concentrar en su alrededor. ¿Sabes dónde se encuentra?

Los ojos de Sarah se concentraron de nuevo en el agua—. Ella y el príncipe se encuentran camino a Niva, estarán ahí hasta el final del verano. Al parecer el príncipe Julián esta con ellos.

— ¿Qué hay del rey? ¿Viaja con ellos?

—No, el rey está en las montañas del norte, pero viajara sur para el festival de las linternas.

El festival de las linternas, la festividad favorita de la difunta reina, quien había muerto hace un par de años dando a luz a un bebé que no logro sobrevivir. Era la reina la que se encargaba de organizar la festividad, la cual reunía a gente de diferentes reinos, pero desde la muerte de su esposa el rey no se había hecho cargo de la celebración, meramente atendía a esta una vez que sus hijos las organizaban.

El festival tenía lugar al final del verano. La misión en si ya era bastante riesgosa, sería mucho peligro estar cerca del rey. No. Siera tenía que terminar esa misión antes de que el rey se reuniera con sus hijos al final del verano. El festival seria en un mes.

—Si quiero reducir el riesgo tendré que terminar esto antes de que el verano termine—. Siera se puso de pie, su mente ya pensando en cuál sería la forma más eficiente para llevar a cabo su última misión.

—Siera— llamo Sarah, su mano tomando la de Siera para detenerla—. Ten cuidado. Si esto sale mal, no quiero ni pensar en lo que pasaría contigo —. Siera tampoco quería pensarlo, pero ambas tenían una idea bastante clara. Sarah pauso, sus ojos moviéndose rápidamente, pensando en una forma apropiada de decir las palabras—. Hay algo raro con esta chica, no solo el hecho de que no pueda verla con claridad en el agua, pero hay algo más con ella. Algo que no sabría explicar.

—Descuida— dijo Siera, sus labios formando una sonrisa—. Sé que esto no es lo que imaginamos que serían nuestras vidas, pero quiero que sepas que nunca olvidare lo que hiciste por mí, protegiéndome todos esos años.

—Es lo que nuestros padres habrían querido, es lo mínimo que puedo hacer por ellos.

Siera se despidió, agradeciendo a Sarah cada sacrificio que esta había hecho para mantenerla a salvo. Al cruzar la puerta mando una oración a las estrellas, pidiendo que pronto Sarah encontrara a alguien que le hiciera compañía.

La asesina sin rostroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora