IV

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Después de aceptar la oferta Siera subió a una de las carretas, el guardia monto su caballo y se dirigió a la cabeza de la caravana, el príncipe volvió al interior del carruaje y la caravana continuo su camino. Después de un rato el camino se dividió entre norte y sur. El camino del sur se dirigía a Niva, el del norte se perdía en el bosque, uno de tantos caminos que se desprendían del camino principal hacia las casas de campo de algos nobles.

La caravana siguió avanzando, con ciertas carretas siguiendo el camino norte y otras el sur. Cuando fue el turno del carruaje del príncipe todo se detuvo. Siera estaba en la carreta tras el carruaje y desde su asiento pudo ver como el príncipe salía del carruaje, su rostro entristecido. Uno de los guardias se acercó al príncipe y le entrego las riendas de un caballo. El príncipe lo monto y desde ahí observo como el carruaje, seguido por la carreta en la que Siera se encontraba, se movía por el camino norte, desapareciendo de la vista hasta perderse entre los árboles.

Era extraño que el príncipe viajar a Niva, trayendo a su amante consigo, pero no llevándola hasta la corte. Siera noto como solo unas cuantas carretas habían ido con ella. Cuatro carretas en total, además del carruaje. En las carretas se encontraban provisiones, comida, vino, velas entre otras cosas. Un par de mujeres, quienes Siera adivino serian una cocinera y una sirvienta, platicaban animadamente en el carruaje tras Siera. Cuatro hombres que podían ser desde sirvientes a simples choferes que solo se encargaban de manejar las carretas. El chofer del carruaje, la amante del príncipe, y Siera. Nueve personas, ningún guardia. El príncipe debía estar bastante seguro que su acompañante estaba protegida si había decidido mandarla sola a algún lugar en el bosque sin la compañía de al menos un guardia.

En el centro de un claro en el bosque se encontraba una casa de campo. No era grande, tampoco lujosa. Pero el hecho de que estaba bien cuidada era obvio. La estructura era rectangular. Frente a ella el camino creaba un círculo alrededor de una pequeña laguna. La casa e si era de dos pisos, grandes ventanales se ubicaban en el segundo piso, uno que otro con un balcón enfrente.

Las carretas se detuvieron y los choferes comenzaron a bajas las provisiones, una de las mujeres que Siera había visto platicar, la mayor, daba órdenes a los hombres, instruyéndolos hacia dónde ir. Siera tomo un cofre de una de las carretas y comenzó a caminar, solo deteniéndose cuando vio a la amante del rey bajas del carruaje. Su cuerpo estaba cubierto por una capa abultada. Era alta, esa era una de las pocas cosas que Siera podía notar, además de su rostro por supuesto. Su figura era un misterio pues la capa la escondía perfectamente. La descripción de Sarah era cierta. Largo cabello rojizo le caía por la espalda, enredado en diferentes trenzas. Su rostro era dulce, y por un momento Siera tuvo dificultad imaginándola entre las otras damas de la corte, cuyos rostros siempre estaban pintados con malicia.

Siera escucho a la mujer murmurarle algo acerca del comedor. Después de dejar el cofre frente sobre una mesa volvió a salir a la entrada.

— ¡Tu!— la llamo la mujer de mayor edad—. Ayuda a la señorita Aryssa, acompáñala a su habitación.

Aryssa, un nombre extranjero. Siera no supo identificar de dónde.

Siera se acercó a donde la mujer y la señorita Aryssa se encontraban. Aryssa le daba la espalda, y la mujer sostenía la abultada capa que Aryssa había estado usando. Siera se sorprendió cuando la mujer volteo, su cuerpo era esbelto, cubierto por un vestido verde pálido de seda holgado. Los ojos de Siera no pudieron evitar viajar al bulto que se encontraba en la parte media de su cuerpo, donde la tela se curveaba sobre su estómago antes de caer.

—Apresúrate, niña —la regaño la anciana—, la señorita debe descansar, el viaje ha sido muy agotador.

Siera tomo la capa que la anciana le ofreció, extendiendo su mano libre para que Aryssa la tomara. Ambas caminaron lentamente hasta el interior, donde Aryssa tomo asiento en una de las sillas del comedor.

La asesina sin rostroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora