VI

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Cuatro días antes del festival, dos antes de que el veneno estuviera listo, un jinete se adentró en el claro, galopando como si una bestia lo persiguiera. Siera lo vio a través de la ventana de la habitación de Aryssa, mientras cambiaba el paño mojado que descansaba sobre la frente de la mujer.

Desde el día anterior Aryssa había caído en cama. Su temperatura había subido haciéndola delirar en fiebre. Su vientre había crecido aún más, haciéndole más difícil el moverse y la partera había dicho que el parto podría ocurrir en cualquier momento. Siera había entendido entonces que el veneno no sería una opción, no cuando el ir por el implicaba dejar a Aryssa, quien podía ser trasladada al castillo en Niva por órdenes del príncipe, y una vez ahí sería imposible cargar la orden de matarla.

La puerta de la habitación se abrió y la partera, Dolly, entro. En sus manos cargaba una charola con algunas pomadas, una taza llena de té y paños nuevos para utilizar. Desde la noche anterior Dolly y su hija se habían estaban preparando para el parto, sabiendo que este podría tomar lugar en cualquier momento. La voz de la hija de Dolly, Sue, se escuchó desde la parte inferior de la casa, gritándole a alguien que no podía subir al segundo piso.

Una figura apareció en el marco de la puerta, su respiración tan irregular que Siera pensó que caería en el piso en un segundo. El joven se adentró, calmando su respiración mientras fijaba sus ojos en Aryssa, quien seguía tendida en la cama.

— ¿Qué hace usted aquí? —Pregunto Dolly, quien había estado untando una pomada en el vientre de Aryssa.

Si bien su respiración se había normalizado y joven aun tardo unos segundos en responder—. Soy el príncipe Julián.

Los ojos de ambas mujeres se abrieron, Dolly murmuro una disculpa al tiempo que hacia una improvisada reverencia. Siera se limitó a preguntar—: ¿Sucede algo malo? Hemos mandado una carta al príncipe Robert esta mañana, informándole de la situación.

Julián abrió la boca para responder al mismo tiempo que un trueno rugió en el cielo—. Mi padre interceptó la carta. Nunca le gusto la situación entre Aryssa y Robert, se puso furioso cuando leyó que Aryssa daría a luz. Ha encerrado a Robert en su habitación, puesto guardias en cada entrada para evitar que venga. Ha asegurado un matrimonio entre Robert y Clarisa Langsber y no piensa dejar que Aryssa y su hijo distraigan a Robert de sus deberes.

Aryssa soltó un quejido en la cama, la fiebre aun previniéndola de despertar. Julián camino hacia la ventana desde donde vio a través de la lluvia como un resplandor anaranjado se colaba entre los árboles.

—Dolly, ve y prepárate, creo que ya va a dar a luz.

Dolly salió de la habitación dirigiéndose a las escaleras.

—Hay algo más— susurro Julián —. Mi padre viene en camino, quiere asegurarse de que Aryssa y el bebé no sean un estorbo para Robert. Tomo el camino principal, yo corte por el bosque. Tardará un rato, pero llegará,

En ese momento dos pensamientos cruzaron la mente de Siera: el primero era que Aryssa moriría. Si el parto no la mataba, incluso si Siera le perdonaba la vida, el rey llegaría antes de que pudieran moverla a algún lugar seguro.

El segundo era que si Siera no hacía nada el bebé también moriría.

—Diana— susurro Aryssa. Sus ojos color vino se abrieron, solo para cerrarse de nuevo cuando una contracción se hizo presente.

Pronto Dolly regreso a la habitación acompañada de su hija. Pronto las contracciones se hicieron presentes y el sudor en la frente de Aryssa pasó de ser causado por la fiebre a ser causado por el esfuerzo que le costaba el parto.

Julián y Siera le tomaron la mano para ayudarla, Dolly y Sue se encargaron del resto. Los gritos de dolor llenaron la casa y en algún momento un llanto se mezcló con ellos.

—Es una niña— anuncio Dolly.

Sue tomo a la bebé, limpiándola lo mejor que pudo y envolviéndola con una manta dándosela a Siera, quien la acerco a Aryssa.

—Es hermosa— susurro Aryssa, su mano acariciando el rostro de la bebé.

—Ahora debes nombrarla —dijo Siera.

—Anya, su nombre es Anya —una sonrisa débil apareció en su rostro, siendo arrancada por otra onda de dolor.

Aryssa soltó otro quejido y Dolly anuncio que otro bebé venia en camino. Gemelas. Esa era la razón de que el vientre de Aryssa hubiera estado tan hinchado, dos bebes vivían dentro de ella y no un bebe demasiado grande.

Anya comenzó a llorar al escuchar a su madre gritar de dolor. Julián tomo al bebé de los brazos de Siera, indicándole con la cabeza que ella le seria de más ayuda a Aryssa. Siera regreso a su lugar junto a Aryssa, sosteniendo su mano mientas la mujer pujaba para dar a luz a su segundo bebé.

Julián se acercó a la ventana, desde donde vio a cuatro figuras encapuchadas cabalgar hacia la casa —. Mi padre, ha llegado.

—Ya casi— dijo Sue— el bebé está a punto de salir.

Julián dejo al bebé en la cuna que se encontraba en la habitación y se dirigió hacia la puerta—. Los distraeré lo más que pueda, lleven a mis sobrinos a un lugar seguro.

La asesina sin rostroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora