Carreras

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Llegamos a casa de mi padre. Bajamos del coche y picamos al timbre. La misma mujer que nos abrió el otro día nos recibe, y nos lleva hasta el salón. Hay están mi padre y Dan.

Mierda.

-Hola chicos.

Nos da un beso a los dos. Dan se levanta también y le estrecha la mano a mi hermano, y a mí me da dos besos en la mejilla.

-Hola preciosa-, me susurra a la oreja-. ¿Lista para jugar?

Me aparto, y él sonríe.

-Diana está fuera por tema de negocios. Volverá mañana por la noche.

Asentimos.

-Nick, quería preguntarte una cosa sobre el insti. Ven, que tengo los papeles en el despacho. Ahora volvemos.

Perfecto. Dan y yo nos quedamos solos en el salón. De coña.

-Te veo un poco tensa, preciosa.

-Mucho, deberías decir.

-¿Te incomodo?

-Tu presencia, para ser más concretos.

-Relájate, que estaremos 48 horas juntos.

-Para mi desgracia.

Rie. Su risa es envolvente, y me río yo también.

-Ven, que te enseñó tu habitación estos días.

Subímos las escaleras. Caminamos por un montón de pasillos que parecen no acabar nunca. Finalmente llegamos a una puerta y la abre. Entro.

Se me escapa un chillido. Esta habitación... Es igual a la que tenía en Manchester. Todos los muebles, las paredes, las sabanas de la cama. La mesa está tan desordenada como la tenía, con los libros tirados por encima, alguna camiseta arrugada y mi colección de ruedas de skate que se me rompían. Me acerco al armario. Lo abro. No puedo evitar sonreír al verlo tan desordenado como siempre. Con mis camisas arrugadas, mi chupa mínimamente limpia, mis gorras, mis shorts, todo. Cojo una camiseta. Una camiseta. La camiseta. La huelo. Sigue oliendo a él. A Dylan. Era suya. Vuelvo a la realidad. Cierro el armario.

-Ha sido cosa de papa?

-Digamos que yo le di la idea, y el contacto con tu tía.

-¿Por qué lo has hecho?

-Porque si. Porque quería verte bien. Esta semana ha sido genial contigo. Y aunque no pare de insinuarme y tú de rechazarme-, me rio cuando dice esas palabras-, pues creía que te merecías algo así.

Me acerco a él y le abrazó. Me agarra fuerte y no puedo evitar que se me caiga alguna lágrima. Demasiado recuerdos, demasiadas cosas, demasiadas personas.

Nos separamos, y nuestras caras se quedan a centímetros de distancia. Nos acercamos lentamente, y cuando nuestros labios se empiezan a rozar, suena la voz de Nick.

-Chicos! La cenaaaa.

Nos separamos, y salimos. Antes de salir, me susurra:

Rodeada de PlayboysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora