Capítulo 5

1K 136 23
                                    

Hacía tanto que no se sentía así, ¿esto era la calma? ¿La tranquilidad y el descanso? Porque era como estar tendido en nubes, dejando que el mundo debajo de él discutiera y se enojara entre sí... Hasta que se sintió extraño, ¿Qué pasaba? Se sentía como si alguien vigilara cada pensamiento suyo; pronto, las nubes se alejaron y dieron paso a la habitación de antes con sus mismos adornos románticos y elegantes...

"¡Por dios, Sherlock!" Exclamó John al notar la presencia del pelinegro, de pie a un lado de su cama como un sabueso fiel a su amo, ¿Cuánto tiempo había pasado ahí? ¿Y cuanto tiempo se había dormido él? Aún un tanto dormido, se talló la cara y se sentó en el borde de la cama. "¿Cuánto tiempo llevas aquí?"

"Entré hace veinte minutos, han pasado dos horas desde el desayuno. Le pedí a Forner que te avisara que teníamos el coche listo, no obtuvo respuesta y fue a avisarme. He ahí el porque tuve que venir." Excusó el pelinegro sin mucha pena, abandonó su puesto a lado del rubio y se miró un momento en el espejo, acomodándose su abrigo oscuro por mero deleite. "Te he dejado un atuendo apropiado en el clóset; era mío de hace tres años, está bien cuidado gracias a mi madre." Concluyó sin dejar de verse en el espejo, siendo el único momento del día (y quizá del mes) en que le gustaba admirar su reflejo.

John agradeció en silencio sin prestarle mucha atención a sus acciones, ya se había hartado de él dos horas antes, no quería otro episodio con Sherlock, al menos no durante el resto del mes; tratando de guardar la pereza, se apresuró a abrir el clóset y enarcó una ceja al mirar la magnitud del mismo "jamás voy a dejar de sorprenderme con todas estas cosas, ¿o sí?" pensó hasta que encontró el único atuendo que llenaba la sub-habitación, al menos de momento. "No puedo usar esto, Sherlock. Es carísimo; es-está casi nuevo y parecen telas muy caras..." Y bastó una sola mirada de fastidio por parte del joven aristócrata para detener sus protestas, "definitivamente nunca" se dijo internamente al desvestirse con rapidez, aunque tuvo problemas en un principio con algunas partes de su atuendo, logró estar listo cinco minutos después; se miró al espejo y supo que si su padre llegaba a verlo así, iba a desaprobarlo. "Nunca te vuelvas uno de ellos, muchacho" resonaron en su mente aquellas palabras de su padre pero ¿Qué más podía hacer? Disfrazarse de burgués era parte de su trabajo.

"No está mal, Watson. Podrías verte peor," musitó Sherlock al verlo a través del reflejo, suspiró y le dio la cara, "sin embargo te recomiendo no entablar demasiada conversación cordial con el sastre, te descubrirás tu mismo si permaneces más de dos minutos charlando con él."

"Aunque no lo creas, no soy tan idiota. Podría mentirle muy bien." Se defendió John con un fastidio disimulado al seguir los pasos de Sherlock cuando éste salió de la habitación.

"¿En verdad? ¿Podrías hacerme el favor de mencionar el uso de cada parte de una vajilla completa y el material con el que fueron fabricadas? ¿O decirme cuál es la cantidad de criados que se tienen en este domicilio? ¿No? Entonces una cuestión sencilla: ¿cuál es tu autor musical predilecto?" Y ante el silencio de John de no verse capaz de responder, el pelinegro disfrutó por un instante la silenciosa victoria. "Eso pensé. No extiendas tu charla cordial por más de dos minutos." Concluyó mientras se dirigía hacia la entrada con la elegancia que siempre le había caracterizado (una distinción que parecían llevar todos los Holmes desde el nacimiento), antes de salir, el mayordomo le extendió el sombrero de copa plegable y lo rechazó como siempre.

Tras dejarse ayudar para subir y una vez que el coche arrancó, John optó por pasar los minutos en silencio y usarlos mejor en procesar todo lo que había sucedido con tanta rapidez porque, a decir verdad, si alguien hacía cinco años le hubiera dicho que iba a ganar doscientas cuarenta libras esterlinas al año por prácticamente estudiar una carrera, pasarlo leyendo y comiendo bien, se habría reído y tachado a tal persona de loca, quizá hasta se hubiese preocupado por la salud mental de tal comunicador... Pero ahora aquí estaba, en su realidad; una realidad por la que tendría que esforzarse a pesar de lo "sencillo" que parecía gracias a Sherlock y su mención sobre vajillas y música: ¿Qué iba a hacer? Todos en su vecindario apenas tenían tiempo para dormir, ni qué decir del dinero, entonces, era de dementes suponer que tendrían dichas opciones para acudir a un recital o a la ópera.

The London HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora