Capítulo 6

976 128 126
                                    

Ambos muchachos pasaron un par de horas en la sala de té del fino hotel, Sherlock enseñando con discreción lo básico del francés; después de todo, la fachada de John relataba ser un chico de la misma clase que él, un chico que supuestamente conocía de los idiomas y conocimientos al igual que cualquier joven de su edad. Las horas se fueron y tras pagar la cuenta, abandonaron el local y la ciudad a bordo del coche del padre de Sherlock, llegando así a casa a media tarde.

"Señor Sherlock,"  llamó su atención Joshua, el muchacho encargado de las caballerizas, cuando lo vio llegar. Con una sonrisa, le extendió un botón de oro, "señor, hace tres días este botón cayó de sus prendas, probablemente después de su cabalgata diurna. ¿Qué le parece?"

"¿Qué tiene que parecerme? Me parece formidable que me haya devuelto esta pieza a pesar de que pudo obtener cinco o seis chelines por ello. El agradecimiento siempre encuentra su camino, mayormente en la oscuridad." Sherlock tomó el botón con discreción para guardarlo en el bolsillo de su abrigo, dejando con una sonrisa al joven encargado y la confusión floreciendo en el rostro de John, quien había alcanzado a escuchar un tanto y no comprendió buena parte de lo relatado por el pelinegro. "Andando, John; tus lecciones de lenguaje deben seguir."

"Claro, si." Asintió John espabilándose y le siguió al interior de la casa, guardándose toda duda y curiosidad por aquellas palabras; decidiendo no darle mayor importancia al asunto ("no debemos meternos donde no se nos llama" escuchó a su madre decir al interior de su mente) lo acompañó hasta el área de estudio de Sherlock, diseñada para disfrute de él para cuando era estudiante y volvía a casa durante las vacaciones de verano y decembrinas.

Pasando el tiempo entre escrituras e idiomas, ambos expresados débil pero insistentemente por John, correcciones por parte de Sherlock hasta la hora de la cena, la cual, por fortuna, sus padres hicieron subir a la habitación con una de las criadas, satisfechos creyendo que por fin su hijo menor granjeaba una amistad a pesar del coste monetario.

"Hilda, procure que se atiendan las indicaciones del señor Watson al pie de la letra. Inclusive a altas horas de la noche si así él lo requiere," instruyó Sherlock una vez hubieron terminado la cena y la criada fue a retirarles y asear el lugar; John quiso protestar sobre ser algo innecesario pero al recordar las reacciones y respuestas de Sherlock ante sus argumentos, prefirió mantenerse callado, después de todo ya habían pasado varias horas de paz y prefería mantener el sentimiento lo más que se pudiera.

"Señorito, sus padres me han pedido disculparlos con usted por subir a dormir sin darle aviso pero el señor Holmes se encontraba exhausto, apenas si fumó dos cigarros y bebió una copa en la estancia después de cenar." Contó la criada mientras aseaba, a lo que Sherlock sonrió discreto.

"No hay problema, Hilda. Le agradezco comunicarme, ya hablaré yo con mi padre por la mañana," dijo Sherlock amablemente, sorprendiendo a John, "puede marcharse. Gracias."

La joven criada salió sin mencionar más, llevando los restos de la cena y dejándoles una botella de whisky con dos vasos, a lo que el pelinegro prosiguió a servir para ambos; tras otra hora de instruir a John sin tanto protocolo sobre la escritura ("Necesitarás más práctica antes de utilizar la tinta" dijo Sherlock durante su tercer vaso de whisky) en cierto momento se puso en pie con un bostezo para marcharse a dormir, terminando con una despedida que daba fin a un día de comienzo difícil aunque terminaciones corteses; por su parte, John optó por permanecer en el área de estudio varias horas más. A la media noche, y aún demasiado desacostumbrado a dejarse servir y disfrutar solamente del arte de vivir, dejó de lado sus libros un momento para estirarse de pie y acudir por bebida a la cocina.

"Oh mamá, te va a encantar cuando recibas una carta hecha con mi puño y letra," dijo el joven rubio en voz alta como si su madre estuviera ahí, sonriendo levemente al imaginar la cara de sorpresa que aquella buena mujer pondría y, más aún, el orgullo que le expresaría al ver a su hijo menor escribiendo ¡y qué más! Hablando un idioma diferente al inglés ya que ella, a diferencia del señor Watson, disfrutaba y se enorgullecía de ver a sus hijos avanzar, aunque fuese un poco, para el beneficio de ellos mismos. Gracias a ella, ni John ni Harriet trabajaron en las calles a pesar de que en varias ocasiones se necesitó el dinero que ambos chicos pudieron haber generado y por ello, además de su sabiduría, trato gentil, dulce y cariñoso, John siempre se sentiría en deuda con ella.

The London HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora