Los hospitales nunca le gustaron a Carolina.
Carolina recordó esa pequeña vez cuando era niña, tenía unos escasos cinco años y estaba sentada en las piernas de su madre mientras miraba a su alrededor. La sala de espera estaba llena de personas que se veían muy tristes o enfermas, olía extraño y era terriblemente silenciosa, ese tipo de silencio que te altera. Su madre la abrazaba y su respiración estaba entrecortada, ella supo que esperaban una mala noticia.
Carolina sacudió la cabeza, no debía ser egoísta en momentos así. Enterró de nuevo el recuerdo de esa vieja sala de espera mientras caminaba hacia la habitación que la enfermera le había indicado. Cargaba una canasta con unos emparedado que había hecho su madre y un par de pasteles que Sebastián le había regalado, esperaba que a Alicia le gustasen.
Se paró frente la puerta sintiéndose, de pronto, muy pequeña. Carolina siempre fue considerada alguien de baja estatura, pero eso nunca le impidió sentirse igual de alta que los demás, pero ahora, frente a la habitación del área de pediatría, no podía evitar ser consciente de su tamaño.
Abrió la puerta con timidez para encontrar a sus dos mejores amigas conversando. Lizbeth estaba sentada junto a Alicia mientras tomaba su mano, la cual estaba postrada en la camilla tapada con una sabana delgada.
—Hola —saludó Carolina con su voz ronca, al ver a Alicia, con el pañuelo con estampado de conejos en su cabeza y la cara demacrada hacía que su garganta se secara.
—Llegas tarde —le dijo Lizbeth en tono irritado.
—Los entrenamientos tomaron más tiempo del que quería —se justificó Carolina apretando su agarre en la canasta.
Sabía cual sería la respuesta de Lizbeth, empezaba a prepararse para la misma discusión que habían repetido hasta el cansancio, pero Alicia solo volteó a verla con una pequeña sonrisa comprensiva.
—Espero que Sebastián te haya dado esos pasteles que traes —le dijo Alicia en tono bromista.
—Te mandó tus favoritos —respondió Carolina con miedo de acercarse demasiado a la camilla donde su amiga pasaba casi todo su día.
Podía recordar como se acercaba a la camilla de su padre hace casi una eternidad. Como él tomó su mano, como le sonreía pidiéndole que fuera fuerte. Recuerda lo mucho que lloró cuando su padre murió, como hasta la fecha seguía doliendo, veía a Alicia y su aliento fallaba, temía volver a llorar, no poder soportarlo.
—No podré comerlos si no te acercas, Caro —le dijo Alicia interrumpiendo sus pensamientos. Carolina se rió con un suspiro por su distracción y caminó con timidez hacia ella.
Alicia tomó un pedazo de pastel con su mano huesuda, con su piel en tono amarillento pálido y pegó una mordida con lentitud. Carolina veía cada acción con demasiada atención, como si no quisiera perderse ningún momento de ello.
—También te mandó tus favoritos, Liz —le dijo Carolina estirando la canasta en su dirección, la mencionada agachó la mirada y tomó un emparedado.
—Creo que se esfuerza demasiado —masculla Liz de mal humor.
—Uh, hay que hablar mal de su novio —dice Alicia sonriente con un brillo en los ojos que Carolina no le había visto en mucho tiempo—. Yo creo que su peinado es ridículo.
Liz y Carolina intercambiaron una mirada, ambas parecieron entender las intenciones de Alicia. Como su amiga lo único que quería es sentirse normal de nuevo y como una plática así podría subirle el ánimo, Lizbeth sonrió divertida y se cruzó de brazos.
—Yo creo que su acento es tonto —dijo viendo a Carolina a los ojos.
—Yo pienso que es tierno —se defendió Carolina sintiendo sus mejillas enrojecidas.
—¡Ay, el amor! —gritaron ambas poniendo una mano en sus mejillas de forma burlona.
—Le diré que ya no les mande pasteles —las amenazó Carolina cruzada de brazos provocando las risas de sus dos amigas.
Ella volteó a verlas, Alicia tenía un ligero sonrojo en sus mejillas mientras cerraba los ojos con una gran sonrisa en el rostro, su risa era débil y parecía que le dolía el cuerpo al reírse, sin embargo se notaba que lo disfrutaba. A su lado, Lizbeth parecía mucho menos tensa que de costumbre, como si por un solo momento, mientras tapaba su boca para reírse volviera a ser la adolescente despreocupada que siempre fue.
Carolina suspiro y deseó que todo fuera así de sencillo siempre, que volvieran a ser lo que fueron: un trío de adolescentes riendo por cosas bobas.
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Hey, ¿quién dejó las cebollas por aquí?
Estoy tan emocionada por la portada que adarahalley de MagnificentTeam hizo para esta historia que me dieron ganas de continuarla. Un aplauso para estas lindas personas.
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IVARO
Teen FictionUna propiedad de la materia es que dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar, por lo tanto es lógico que todo tenga su lugar en el mundo, ¿no? Bueno, entonces empiezan a entenderme un poco. Soy Iván, un chico ordenado, unos dirían que estoy obsesi...