Capítulo 6

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Hoy no era un día cualquiera, hoy era día de partido. Todos los días laborales por la tarde, esos niños que corrían detrás de un balón, entrenaban para llegar al podio.  Solamente tenía que crecer un poco más para llegar a ser como sus ídolos. Y, ¿quién sabe? Puede que lleguen hasta superarlos.

Ya habían pasado varios meses desde que los entrenamientos comenzaron, el primer trimestre de clase se terminaría pocos días después. Con lo cual, este partido era bastante importante para ir a Navidad sin ninguna derrota.

El Esférico Fútbol Club se enfrentaría al San Isidro. Un duelo que en ese año se veía tan insignificante, pero aún quedaban muchos años por delante para poder saber si en esos dos pequeños equipos de Tenerife, podrían estar creando a una leyenda.

El equipo de la capital llegó y en seguida se pusieron a entrenar. El equipo estaba constituido por Saúl, Álvaro, Piqué, Isco, Denis, entre muchos más.

El San Isidro venía desde el sur, para conseguir sumar puntos para el pequeño premio de La Liga.

Jesús se vio obligado a venir, ya que, al quedarse a dormir el viernes por la noche en casa de Saúl, no había nadie que lo alcanzase a su casa. Ni su madre ni su padre podían venir a recogerlo, por lo tanto no tuvo opción.

El partido comenzó y Jesús vio el juego muy interesante; no pensó en que a los chicos se les diera tan bien esto de darle patadas a un balón.

Pero había un niño en particular que llamó mucho su atención. Era bajito, con el pelo corto, negro y engominado. Era flaco y rápido, tan rápido como él.

—¡GOL!

Jesús se levantó de su asiento y aplaudió como si la vida se dejase en ello. Su amigo Gerard había conseguido el primer gol.

—¿Pero él no era defensa? —preguntó la madre de Saúl.

—Sí, pero puede meter goles también.

—¡Qué curioso!

Los dos se echaron a reír y el partido continuó.

En una falsa acción, el extremo derecho del Esférico calló al suelo dolorido. Todos pedían falta, pero ninguno se dio cuenta de la gravedad de la lesión.

Al retirar al niño del campo y examinarlo, el entrenador se llevó las manos a la cabeza.

—¡No tenemos jugadores! ¿Entiendes? ¡Cómo ese niño no vuelva nos van a descalificar y regalar los tres puntos al equipo contrario!

Jesús prestó atención a la conversación.

El entrenador dio vueltas sobre si mismo hasta pararse frente Jesús. Lo señaló y le indicó que se acercara.

—¿Yo?

—Sí, tú —ordenó el entrenador.

Jesús miró a la madre de Saúl y ella le dio permiso. Saltó entre los asientos y llegó hasta el banquillo.

—Mira, necesito que me digas tu nombre y apellidos para poder inscribirte aquí y que tú puedas salir a jugar. Espero que seas bueno.

—¿Eso no es hacer trampa?

—¿Tú crees que estoy dispuesto a perder? —esperó una respuesta por el sevillano, pero no obtuvo ninguna—. ¡PUES NO! ¡QUIERO GANAR!

Eso asustó a Jesús y en seguida le dio sus datos. Le tendió el uniforme y se vistió lo más rápido que pudo.

—¡Eh, árbitro! ¡Cambio!

El entrenador le dio las últimas indicaciones y lo empujó al terreno de juego.

Llévame lejos |Jesús Navas|Where stories live. Discover now