Capítulo 15

39 9 30
                                    

Mariana miró a ambos lados con nerviosismo. Cogió aire profundamente, intentando así relajarse.

Los globos de diferentes colores y tamaños que llevaba atados a su muñeca no dejaban ver con claridad. De un tirón se deshizo del nudo y le dio los globos a Saúl, esta vez, cabreada.

—¿Qué ocurre?

Saúl elevó la mirada, intentando chocarse con la de su amiga e intentar empezar una conversación. Mariana, que tenía diferentes intenciones, se alejó de él y de los demás corriendo.

Se hizo paso entre la gente mediante empujones y golpes. El aeropuerto hoy estaba a rebosar, ya que las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina, y todos querían aprovecharlas al máximo.

Cuando por fin pudo respirar en paz, se encontraba enfrente de un pequeño bar. Detrás de este estaban los ascensores. Con seguridad Mariana se acercó y le dio seguidas veces al botón, desesperada.

—Vamos, vamos.

Después de varios segundos, cuando se dio cuenta de que daba igual cuántas veces presionara el botón, que el ascensor no iba a ir más rápido o más lento, paró. Decidió sacar su pequeño teléfono y llamar a Victoria.

Tras unos cuantos pitidos, la hermana mayor de las Cruces le contestó.

—¿Se puede saber dónde estáis?

—Oh, claro —Victoria parecía igual de enfadada que ella—. Tú no tienes que lidiar con esto. Nerea no me habla desde que descubrió lo de hoy. Lo siento, pero no voy a poder ir.

Mariana resopló.

—¿Es en serio? ¡Es por Jesús!

—¡Lo sé! —respondió Victoria al otro lado de la línea—. Es muy importante para ti, para mí y para Nerea, pero de verdad que es imposible convencerla.

Mariana retrocedió algunos pasos hasta llegar al bar. Se apoyó en una de sus columnas y mantuvo la vista fija en los globos que se veían desde ahí.

—Jesús aún no ha llegado, ¿verdad?

—No.

—Intentaré convencerla, pero no prometo nada. Si en media hora no estamos ahí... No cuentes con nosotras.

Tras decir eso, Victoria colgó. Mariana suspiró y esta vez se acercó con tranquilidad al grupo.

—¡Jesús está llegando! —exclamó Sergio, el cual traía consigo un cuadro de fotos envuelto en papel de regalo—. ¿Y las Cruces?

—No sé si les dará tiempo a llegar.

Todos sus compañeros, menos Isidora —la cual no se encontraba presente— se dieron la vuelta bruscamente. Los veintisiete niños que conocieron a Jesús cuando llegó la colegio y no querían perderse esto, con la mirada fija en Mariana, gritaron:

—¡¿Qué?!

Las personas más cercanas a ellos los miraron con curiosidad. Mariana se sintió presionada al tener tantas miradas sobre ella.

—¡Nerea no quiere venir!

Ninguno supo qué hacer o cómo reaccionar. Pese a que Nerea llevaba enfadada días, ninguno pensaba que no iba a venir a despedirse. Excepto Saúl, el cual dio una patada al aire cabreado. Los globos atados en su muñeca se movieron con brusquedad.

—¡Joder! —gritó—. Siempre igual. Nunca podemos hacer algo bonito ni divertido. Estamos todos juntos para despedir a nuestro amigo y esta idiota lo arruina —Saúl se detuvo para coger aire—. ¡Siempre igual!

Llévame lejos |Jesús Navas|Where stories live. Discover now