Capítulo 7

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Conforme el tiempo avanzaba, nuestros niños crecían. Ya estábamos por la época de carnavales —la favorita de los niños sin duda alguna— y lo pequeños ya pensaban en el disfraz de este año. ¿Marineros, tal vez? ¿O unos temibles piratas?

—Pssss —Nerea llamó a Mariana, que se sentaba en frente de ella. Mariana se giró—. ¿Tu madre viene esta tarde a hacer los disfraces?

—Sí —respondió. Mariana se reincorporó al notar la mirada del profesor sobre ella—. ¿Después de gimnasia rítmica te quedas aquí?

—Voy a convencer a mi madre para que no vaya a inglés —susurró Nerea. Su compañero de mesa, Denis, le llamó la atención por no dejarle concentrar en su gran multiplicación: veinte por cuatro—. En el recreo hablamos.

Mariana asintió y siguieron haciendo las operaciones que el profesor había ordenado.

Después de media hora, sonó el timbre del recreo. Mariana y Nerea se sentaron juntas, como siempre hacían, mientras que alrededor de ellas, Denis y Nairylein jugaban al pilla-pilla.

—¡No vale perrito guardián! —exclamó Denis.

Nay se cruzó de brazos.

—Pues corre.

Denis hizo varios amagos con irse corriendo, pero no lo hizo. Mariana, harta de que estén corriendo a sus espaldas, gritó:

—¡Pirdula!

Cruzó los dedos y Nay y Denis la miraron extrañada.

Mariana cogió a Denis del brazo y lo llevó al otro lado del patio. Nay los persiguió.

—Seguir jugando aquí y no vuelvan a hacer perrito guardián a mi lado.

Perrito guardián era tan fácil como ponerse en frente de tu contrincante esperando a que hiciera algún movimiento. Claro está que si estaba quieto, o protegiéndose, deberías dejarle un poco de espacio para que saliese corriendo.

Mariana se fue y se sentó en el suelo en frente de Nerea.

—Que bien que he echado a Nay y a Denis, ¿no crees?

Nerea comió su galleta mientras miraba a su amiga atentamente.

—Nay me dio su galleta —respondió Nerea indiferente—. Eran difíciles las multiplicaciones de hoy.

—Pues yo las hice muy bien. Me siento lista.

Nerea la miró dudosa.

—Pues yo te veo igual de burra.

Mariana rodó los ojos.

—¿Entonces vendrás esta tarde? —cuestionó Mariana.

—No lo se. Puede que sí, puede que no.

Nerea paró de masticar y se tocó la paleta.

—Atenta.

Se la giró completamente, dejándosela del revés. Sonrió orgullosa.

—¡Ay pero que es eso!

—Mi paleta —rió Nerea. Se la volvió a colocar bien.

—Yo no tengo... —susurró Mariana tocándose los huecos vacíos donde deberían ir las paletas.

—Bueno, te crecerán unas nuevas.

Mariana asintió.

El timbre que indicaba el final del recreo, alarmó a las niñas. Las dos se levantaron, tiraron la basura y se pusieron en la fila a esperar al profesor.

Llévame lejos |Jesús Navas|Where stories live. Discover now