Jesús se vio ahogado en sus propias palabras. Miró a Saúl, buscando y suplicando ayuda. Su amigo asintió seguidas veces, intentando así que Jesús siguiera hablando.
Nerea se alejó un poco y se acercó a la barra a coger un vaso de Nestea. Volvió con la mirada clavada en Jesús. Se posicionó detrás de su amiga Mariana, esperando que Jesús articulase alguna palabra.
—Eh... Bueno... —Jesús intentó hablar—. Yo sólo quiero decir una cosa rápida.
Todo el mundo le prestó atención. Jesús esquivó la luz blanca que le daba directamente a los ojos.
—No sé cómo decir esto con las palabras exactas... —a Jesús se le olvidó completamente el discurso, y eso le hizo ponerse aún más nervioso—. Primero agradezco lo bien que me habéis tratado estos años, y lo bien que lo he pasado con todos ustedes. Sois unas personas magníficas, a las que puedo llamar abiertamente “chacho”. Pero todo llega a su fin. El anuncio que quiero darles es que me mudaré a Sevilla la semana que viene por temas familiares.
Nerea dejó caer el vaso de Nestea, haciendo que se rompiese en mil pedazos. Todos los invitados se dieron la vuelta y miraron a Nerea asustados. Sin embargo, la mirada de Nerea estaba clavada en Jesús. En esos perfectos ojos azules. Jesús, reprimiéndose las lágrimas, intentó tranquilizarla, pero no se atrevió ni acercarse ni hablar.
—Nerea —Mariana, que sabía lo que su amiga sentía, le tocó el hombro—. ¿Estás bien?
Nerea apretó sus labios y salió con rapidez del salón. La mayoría se quedaron clavados en el sitio ante la inesperada reacción de Nerea. Menos Mariana y Victoria, que salieron tras ella.
La tinerfeña abrió de golpe la puerta principal de la casa de Saúl y salió dando un portazo. Rompió a llorar desesperadamente.
Mariana y Victoria también salieron a la calle y corrieron calle abajo detrás de ella para detenerla. Mariana agarró su vestido para no tropezarse y aceleró el ritmo para quedarse frente a ella. La detuvo e hizo que mirara a los ojos. Mariana podía ver a través de ellos cómo Nerea se había derrumbado en cuestión de segundos. Las lágrimas le decantaban.
—Mírame, Nerea —Mariana clavó su mirada en ella. Victoria llegó corriendo y se posicionó al lado de Mariana—. No va a pasar nada ¿sí? Todo va a seguir igual que siempre.
—No lo hará —susurró Nerea secándose las lágrimas de sus mejillas.
—Nerea, Jesús no se va a morir, simplemente se va por una temporada —Victoria la intentó tranquilizar—. Ya verás que volverá muy pronto.
—Aún no me he ido.
Jesús llegó acompañado de Sergio, ambos cansados. Nerea se dio la vuelta, topándose con él. Dio un par de pasos hacia atrás, pero Victoria y Mariana no le dejaron dar más.
Nerea no habló más. Jesús con cuidado se acercó a ella.
—¿Podemos hablar?
—¿Qué quieres decirme? —preguntó rota Nerea—. No me prometas nada, por favor.
Sergio llamó a las dos chicas. Mariana y Victoria se separaron, dejándole así espacio a Nerea y a Jesús.
—Nerea, no quiero hacerle daño a nadie, y verte así me rompe el corazón. No mereces esto, por favor no llores —suplicó Jesús. Acarició la mejilla de la tinerfeña, limpiándole una lágrima rebelde—. Por favor, no llores por mí.
—Estoy cansada de ver cómo todos mis amigos se van y no vuelven, me prometen cosas que no cumplen y mienten. Estoy harta de recordar los buenos tiempos y mirar al presente y pensar que no tiene comparación. Perdí a Isidora, a una de mis mejores amigas, la que siempre estuvo ahí... No te puedo perder a ti también.
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Llévame lejos |Jesús Navas|
FanfictionPeter Pan nos enseñó que la vida hay que disfrutarla siendo niño. Mulán nos enseñó a luchar por nuestros derechos. El Rey León nos enseñó a ser un buen líder. Y Cenicienta nos enseñó que el príncipe azul nunca, jamás, se rendirá. Y a ti... ¿qué te...