Sí... Error.

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Ambos jóvenes emprenden camino nuevamente.

Hiei ve a la distancia como un brillo intenso se dirige directamente hacia él. Se detiene. Todo oscureció a excepción de esa fuente tan luminosa; el pelinegro se asusta bastante... ¿Será una alucinación?

El chico, al ver que la luz se aproximaba, se espantó. En esos instantes, en esas milésimas de segundo no pensó en otra cosa que no fuera... huir; huir de ese brillo, de esa fuente luminosa que murmuraba palabras casi imperceptibles e intangibles. Primero caminó de espaldas y fracciones después ya se encontraba corriendo en dirección contraria a todo el mar de gente. Corrió con la mayor fuerza que le proporcionaban sus piernas.

Un sentimiento de grima se apoderó de él: miedo, pánico, temor, pavor... Intimidación. Prontamente comenzó a chocar contra cuerpos fútiles, mientras no se daba cuenta de que su hermana le llamaba a gritos desde la distancia. El continuó corriendo; sin detenerse, miró por encima de su hombro... La luz se estaba disipando lentamente. Sonrió de lado. Sin embargo...

(¡¡PUM!!)

—Ay, ay, ay... —se quejó sentado en el suelo, se sobó la frente sin abrir sus rubíes.

—Ahh...

El pelinegro abrió rápidamente sus ojos al escuchar aquella protesta de dolor. El día nublado y el panorama hostil volvieron, la luz y oscuridad que combatían anteriormente se habían evaporado. De pronto notó frente a él un joven de cabellera carmín con los ojos apretados, sobándose al igual que él; supuso inmediatamente lo que había acontecido ahí. Se sintió asazmente apenado, pero...

...

Hiei permanecía ahí sentado, contemplando al joven que tenía enfrente. Era particular, bastante particular. Sin notarlo, el desconocido comenzó a abrir sus ojos esmeralda; Su vista al principio fue nula, pronto pudo ver como un chico de cabellos azabaches lo miraba patidifuso. Un brillo apareció repentinamente en la mirada del pelirrojo.

—Mn... Pe-perdón —dijo el pelinegro una vez hubo reaccionado, con un leve carmesí en sus mejillas.

—Eh... No te preocupes —dijo el pelirrojo, calmando los nervios del joven.

El chico que Hiei había estampado contra el suelo (Niéguenmelo, fue su culpa) no era para nada mal parecido, por ello varias chicas –y algunos chicos– que presenciaron eso se le quedaban viendo. Hiei también observaba al ojiverde, sin embargo él lo hacía ya que tenía una gran duda que recorría cada centímetro de su mente.

"Él... es el chico que brillaba en mis sueños" pensó, "Será acaso una clase de presagio o... no, no, no... me estoy volviendo loco, estoy delirando; es más normal de lo que parece, pero..." debatía con una fuerza atroz contra él mismo.

No pensó más y se dedicó a actuar. Se incorporó y una vez que se levantó se acercó a su afectado; le extendió su mano a modo de ayuda. El pelirrojo simplemente se dedicaba a mirar sus ojos.

"Que bellos ojos que tiene" alagó el joven pelirrojo en sus pensamientos, "... No sé qué me ocurre. Me siento un poco extraño, ¿Será a causa de éste chico que he estado viendo en mis sueños y pensamientos?". Hiei no era el único que había soñado de rara forma.

Prontamente notó la mano extendida, y con ello el brazo, que le ofrecía el ojirojo. Sonrío. Aceptó gustoso esa ayuda.

"Rayos..." pensó el pelinegro al ya estar parado el joven pelirrojo, "¡Malditos quienes son más altos que yo!". Sin embargo, su rostro no daba ningún indicio de qué estuviera pensando.

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