Pliegues de Papel

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...

Gritos y gemidos de dolor eran arrancados de su garganta. Él sabía que no tardaría mucho en llegar su final... pero se equivocaba; no entendía que su suplicio apenas empezaba. Era una pequeña marioneta en la palma de su captor, la cual lloraba y sollozaba sin control mientras que el otro simplemente se limitaba a verle con sadismo...

— ¿Cuán b-bajo... has caído...?

•あ𞌲あ𞌲あ𞌲あ•

Miraba cuidadosamente la ventana; el frío que se asomaba parecía ser bastamente agresivo, pero como siempre no le sentía. De repente, alguien abrió la puerta de mi habitación y se aproximó a mí con mucha tranquilidad; sentí como alguien posó su mano sobre mi hombro. Viré la cabeza a noventa grados. Era Yukina;

— ¿Qué haces? —preguntó a secas mientras retiraba su mano.

—Nada en especial... —respondí tajante. Volví a mis asuntos.

—Hum... ¿No estarás esperando?

Me quedé estático. ¿A qué se refería? Será que... Opté por responder a ésa consulta.

— ¿Cómo supiste? —mi voz sonó seria, sin embargo las palabras que utilicé hicieron notar mi sorpresa.

—Hiei... recuerda que para mí eres un libro abierto; eres mi mellizo. Sé en qué estás pensando. Sé en QUIÉN estás pensando —un instinto ajeno me hizo denotar a lo que quería referirse mi susodicha melliza.

Un par de segundos permanecí congelado, observando la nada más allá de la ventana... esperando a que algo llamara mi atención. No hubo nada. Una vez más giré en dirección a mi hermana menor. Ella miraba la ventana tal cual yo lo había hecho con anterioridad.

Iba a mencionar algo, pero lo creí fríamente innecesario. Preferí callar; no había porque continuar con la conversación cuando ya ha quedado resuelto. Me limité a levantarme; posé mi mano con suavidad en su hombro, en un gesto de retirada. Tenía que hacer varias cosas: deberes, deberes y más deberes. Bueno, quizá no tenía mucho que hacer realmente, no es como si yo tuviera un hobby o algo que hacer comúnmente para distraerme del mundo real. No era alguien con gustos deletreados.

...

Salí de casa. Había avisado que me iría y no volvería hasta más tarde; no quería que mi madre se preocupara superfluamente por algo tan común en un joven. Aunque, tampoco era algo normal en mí ya que yo generalmente no salgo a ningún sitio en particular. Rara vez abandono mi hogar.

Me dirigí a una cafetería en el centro de la pequeña ciudad. Kurama y yo habíamos quedado ya que el prometió que me explicaría más acerca de Física –materia que casi no comprendo por sus simplezas–. Una vez llegué al establecimiento, nombrado como "Heedless place", nombre algo curioso de hecho, ingresé y busqué algún lugar en donde me pudiera sentar sin pudor ni recato. Reparé en una pequeña mesa, bastante coqueta, en la cual cabía como máximo dos o tres personas. Sonreí un poco al imaginarme una tontería bastamente absurda; meneé mi cabeza de un lado a otro y tomé lugar en uno de los asientos que tenía a los costados dicha mesilla. Me destiné a esperar el tiempo que fuese necesario a aquel chico de carácter amable y apacible.

Pasó un rato, aproximadamente dos horas desde que había llegado a ése comedor. Bueno, de hecho Kurama ni siquiera venía tarde, era yo que había llegado bastante temprano, por el simple hecho de haber salido de mi casa de esa manera tan rara...

"Espera..." una interrogante llegó con frenesí a mi mente. "Recuerdo haber pensado que tenía trabajo que hacer" un aura oscura comenzó a aparecer a mi alrededor;

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