Embelesado

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"El Asesino de Blackeheim"

Se decía que en Blackeheim, provincia de Catania, Italia, se estaban viviendo eras oscuras. Estos rumores corrían por las apariciones de cadáveres en sus playas. Sin embargo, éstos no eran cuerpos inertes comunes y corrientes; poseían particularidades. Parecía ser que quien los hubiera dejado ahí tenía un modus operandi bastante siniestro y apático a la sensación humana. Sin dedos, sin dientes, a veces sin uno o dos ojos; orejas, brazos y piernas mutilados; a algunos cadáveres que conservaban dedos les hacían falta sus uñas, tanto en manos como en pies; también los cuerpos con indicios de ser de féminas presentaban dilataciones extremas en sus vulvas, mientras que en todos los casos mostraban igualmente vislumbres de violación atroz o empalamiento... Y todo esto de acuerdo a la fresquedad, conservación, consistencia, entre otras cosas de las heridas y el estado de los cuerpos parecían revelar que todo esto fue hecho mientras aún se hallaban con vida.

Parecía ser simplemente una demostración del movimiento de las mafias italianas desde las sombras; aunque era algo estúpido hacerse notar tan exageradamente de esta forma, además de las maneras tan bien ideadas de realizar tales hazañas de tortura... No parecían concernientes a éstas organizaciones.

Nadie veía nada. Nadie sabía nada... Nadie decía nada.

Que asco.

•あ𞨏あ𞨝あ𞌲あ•

Los días transcurrieron. Cada que pasaba uno, los matices iban cambiando y se intensificaban junto a los sentimientos de Hiei;

Ése día no sería diferente. El joven Jaganshi había salido de su edificio junto a su hermana, llevando él el paraguas por ella, quien terminaba de ponerse la chaqueta. Bui esperaba un poco alejado en una banca en el área común; Hiei lo vislumbró desde la distancia, más sin embargo no podía dejar a su hermana sola solamente por irse junto a su ahora ya pareja oficial, — aunque Yukina aún no sabía esto.

La chica ojiroja terminó de abotonarse el último botón de la chaqueta; lanzó un suspiro gélido. Hiei le ofreció su bufanda. No quería que se resfriara.

— Gracias, hermano.

El joven simplemente sonrió de lado. Continúo sosteniendo el paraguas; no estaba lloviendo, pero las pequeñas gotas que hacen de preludio a la lluvia le advertían que se mantuviera alerta. Nuevamente miró a Bui, aprovechando que su hermana se acomodaba la bufanda. El pelicobrizo hizo una seña con su mano izquierda; el ojirojo sonrió levemente. Unos pasos se escucharon desde un costado.

— ¡Hola, chicos! — Kurama se aproximaba desde la izquierda cargando lo que parecía ser un estuche.

— Kurama-Kun, Hola. — Como siempre la más pequeña entregó una de sus cálidas sonrisas, que graciosamente era tapada por la bufanda grisácea de su hermano. Sin embargo Shuuichi ya había visto ésa imagen anteriores veces, por lo tanto podía apreciarla aún estando detrás de la tela.

— Hola.

El pelirrojo vira hacia Hiei y le mira. El ojirojo juraría que por un momento un destello extraño atravesó los ojos del joven de las esmeraldas. Kurama sonrió felizmente. Hiei sintió instantáneamente algo raro en su estómago. Un vacío momentáneo lo invadió; pudo disimularlo magistralmente, pero los segundos que duró le parecieron eternos. Kurama por su parte apartó la mirada y la dirigió hacia Yukina.

— Bien, ¿Deberíamos irnos o aún tienen cosas que hacer?

La joven Jaganshi da una negativa, mientras que el chico pelinegro se la piensa. De cualquier modo comenzaron su caminata. La verdad es que quería caminar de camino a casa con Bui, y sabía que podía dejar a su hermanita con Kurama. Después de todo había demostrado que era alguien de fiar; pero, la verdad es que le daba pena pedirlo así como así. Aunque, pareciera que realmente le daba temor por el anterior destello que notó en la mirada del pelirrojo. Sacudió sus ideas. Estaba pensando muy ridículamente; suspiró internamente. Por el momento tenía que buscar una excusa para pedirle el favor a Kurama.

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