Bello Carmín

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Hiei miraba en una dirección completamente contraria a la de Kurama, viraba de un lado a otro con sus rubíes cerrados; se encontraba bastante agitado y, sobre todo, sonrojado furiosamente. Mientras que el pelinegro se preocupaba por que el ojiverde no le viera en ése estado, el último le miraba divertido. ¡Qué lindo Hiei con sus mejillas carmín!...

"Pero... lo que no entiendo es por qué se sonrojo. ¿Qué hice?" se preguntaba internamente. ¿Qué había hecho para que el menor se pusiera de esa forma?, la por poco ignorancia de Kurama no le permitía ver qué era lo que realmente le sucedía al joven; al cabo de un rato Hiei logró con un poco de dificultad recuperar su compostura.

— ¿Está todo bien...? —Kurama dudó por un momento si era correcto preguntar.

—Sss-- sí... eso creo... —contestó rápidamente.

— ¿Seguro?

Hiei, por un momento, pensó en su hermana;

—Sí...

—Me alegra, temía que estuvieras muriendo y yo ni en cuenta —dijo en un tono socarrón.

— ¿Y de qué o qué me estaría muriendo?

—De vergüenza.

Nuevamente el ojirojo sintió como el color regresaba a sus mejillas; se controló.

—Bien, tú ganas... —admitió —pero has de saber que no es vergüenza, si no pusilanimidad.

—Vaya... es raro que alguien use esa clase de términos; mis amigos ni-- aún más locos usarían esas palabras.

Hiei prestó atención en la risita que Kurama dejó escapar al decir aún más locos; una sensación desconocida atravesó su espina dorsal. Disimuló.

— ¿Quieres decir qué tus amigos están locos...? —inquirió ocultando su obvia curiosidad.

El pelirrojo miró al chico. Sonrió;

—En cierto sentido... —declaró —pero estoy seguro de que si fueran normales no tendrían nada de gracia.

Preferible un loco obstinado a un típico corriente —murmuró el menor, casi inaudible.

—Exacto.

Hiei se sobresaltó; el de ojos esmeralda le había escuchado a la perfección. Pero que atento era ése joven.

La campana de nueva cuenta sonó, anunciando así el inicio del siguiente módulo. Jaganshi tomó uno de los libros que había frente a él. El otro lo agarró Shuuichi; leyó la portada del mismo. Cuando el pelinegro hubo guardado el libro que había tomado, procedió con el otro, sin embargo se encontró con un Kurama que curioseaba la portada del mismo; otra vez se turbó.

En la portada marcaba: Diario de un psicópata.

—Esto... —Hiei trató de comenzar, no obstante la voz le tembló — ¿M-- me podrías dar ése libro, por favor?

Minamino viró hacia el ojirojo; atendió la petición del mismo.

—Tranquilo. No necesariamente tienes que ser uno para leer éste libro; no es un tema esotérico.

—Pero... parecía que lo mirabas con sorpresa.

— ¡Ah...! Eso... sí, estoy un poco asombrado. A decir verdad —Kurama toma su bolso y desliza el zíper. Saca un libro similar al que se encontraba reposando en las manos de Hiei; se lo muestra —yo también lo estoy leyendo.

El pelinegro abre estupefacto sus ojos; un brillo bastamente singular aparece en los mismos. Se le veía maravillado.

—E-- eso sí que es sorprendente...

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