Estrella Incierta

51 3 2
                                    


Estoy sola, no puedo recordar tantos detalles de mi vida pasaba, no recuerdo las sonrisas; de mis padres, trato solo de conservar los buenos momentos, pero no puedo, los últimos momentos se agolpan en mi mente y no los puedo ver como antes eran, solo puedo recordar esos cuerpos en el piso. Antes, yo simplemente era una del montón, una chica sin muchos amigos, sobreprotegida y tímida, nada más, no era el tipo de chica con la que se sentarían a comer durante el receso, simplemente, no era una opción si quiera, y no los culpo, ni si quiera yo me hubiera escogido en ese entonces.

Todavía está en mi mente...

En clases no solía prestar mucha atención a los demás, tampoco sonreía mucho, mis únicos amigos eran mis padres, y aunque, para muchos eso suena triste, para mí, era normal, pero si podía notar la manera en como todos tenía amigos y la única chica en el pupitre del rincón, era yo.

Ese día estaba en clases de historia, varias personas pasaron cerca de mí pero nadie me dirigió la palabra, tenía la vista en mis libros, como si ellos pudieran hacer que el tiempo pasara más rápido, sentí una mirada que se posaba en mí, Kara, la chica me miraba de arriba abajo como escaneándome, hasta que llega a mis ojos que miran los suyos, y se voltea hacia los demás que hablan bajo, creyendo que soy demasiado inocente para no saber que hablan de mí. Y después de una lenta clase de historia, al fin podía salir, y como siempre la camioneta negra de mi mamá está en la puerta de la escuela, quien, probablemente está allí desde hace unos 20 minutos, así que caminé rápido, tratando de no mirar a la oleada de muchachos que salen con sus respectivas amistades, el ambiente se hace pesado, el bonito pasto verde comienza invadirse por muchachos que desean salir y olvidarse un poco de todo lo que pasa allí dentro de la escuela. Aceleré el paso, esperando poder llegar lo más rápido a mi auto antes de escuchar murmullos mientras paso, y no logro respirar hasta que puedo sentir el asiento de mi auto, cierro la puerta y respiro, en ese momento, miro a la mujer que tengo a un lado, me sonríe y comenzamos a avanzar. Como siempre escucho cada una de sus preguntas:

-¿Qué tal el día?-Me pregunta sin dejar de ver el camino

-Tranquilo, un poco pesado-respondo, cerrando los ojos y apoyando mi cabeza en el respaldo.

-¿Nadie te ha dicho algo malo?-y ahí es donde ningún hijo quiere llegar, porque sabe que tiene que responder que no, aun cuando así sea, o al menos ese era mi caso, aunque hoy en día lo reconsideraría, porque si miro de nuevo a mi madre lo único que haría es llorar en su hombro después de todo lo que pase, pero en ese momento no creí que todo lo que pasaba me podría afectar a mí.

-No, estoy bien-la miré y le sonreí, para que estuviera segura de eso.

-Está bien cariño, sabes que siempre puedes contar con nosotros en todo-Me contesto ella, y estoy segura de que eso mismo me diría si todavía estuvieran conmigo, simplemente ellos hicieron promesas que no se pueden cumplir, pero que son verdaderas y fuertes, ellos lo cumplieron hasta su último aliento de vida.

Cuando al fin llegamos a casa, mamá abre la puerta y siento el hermoso olor de mi casa puedo sentirme relajada, así que camino a mi cuarto, arrastrando los pies, subo las escaleras poco a poco, sin prisa y con tranquilidad, y al fin, cuando siento como me hundo en la suavidad de mi cama cierro los ojos, cansada un poco de todo, pero tal vez un poco feliz, aunque no lo sabía, hoy, que no puedo sentir su suavidad sé que en ese momento era feliz.

Después de media hora de estar tratando de no pensar en nada, una mano se posa en mi cabello, abro los ojos y puedo ver a mi papa quien me mira con cariño.

-Es hora de comer-asiento-recuerda que si no vas ahora se pasara tu hora de comida y te puede hacer mal-asiento de nuevo y cuando el sale, volteo los ojos recordando que papá podía llegar a ser más protector que mamá.

Cuando el miedo gobiernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora