Mucha sangre

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Cereal con leche, era de los platos más sencillos, pero más deliciosos y esa mañana recuerdo que lo comía mientras, con mis padres, veíamos las noticias, como ya rutina de un viernes normal.

"Se han estado haciendo investigaciones de una nueva enfermedad extraña a la que han titulado W2 también llamado 'Síndrome del zombie', es un virus alojado en el cerebro el cual, poco a poco va convirtiendo a la persona afectada, y como consecuencia provoca, perdida del cabello, putrefacción de la piel, además de un hambre insaciable entre otras, que, básicamente convierten a la persona en otra, se han registrado 7 casos hasta ahora en Estados Unidos de los cuales uno parece a ver atacado a alguien, comiéndole los sesos, los demás casos se mantienen en los laboratorios más especializados y están en continua observación, se están tomando las medidas necesarias para que no entre al país, sin embargo se ha registrado un caso de una niña de 8 años, y se espera que esta, no contagie a nadie".

Tal vez en ese momento lo que escuché, no me importó, pero algo me hizo mantenerme alerta, sin embargo no hice nada más que preguntar.

-¿Creen que nos pueda llegar a afectar?-Pregunté mirando mi plato y jugando con el poco cereal que flotaba en mi plato.

-No hija-contestó mi papá tomando su café- solo exageran las cosas para tener audiencia.

-Esa gente lo único que busca es dinero—contestó mamá mirando el televisor que ahora estaba en un corte comercial-además, aun si llegara, no nos afectaría estamos lejos de la ciudad.- Tal vez el saber que mis padres se preocupaban por todo me hizo saber que su despreocupación por la noticia me debía dejar tranquila, y así fue, no volví a pensar en eso, tal vez si hubiera tomado alguna medida, lo que paso a continuación no hubiera sucedido, pero mi mamá solía decir que él hubiera no existe.

****

-Cuídate princesa- dijo papá utilizando ese sobrenombre que me había puesto desde pequeña.

-Tú también-y le sonreí, me devolvió la sonrisa.

-Llama a mamá apenas salgas.

-Papá, mamá siempre está aquí, incluso medía hora antes de que yo salga-lo miré con los ojos entre cerrados y sonriendo, se puso un poco más serio, pero no demasiado.

-Sabes que lo hacemos por tu bien.-me tomó de la mano- porque nos importas.

-Si papá, lo sé-sonreí.

-Bien, pero ve a clase que se te hará tarde.

Tomé aire y salí del coche, agitando la mano para despedirme, y me dirigí a paso rápido a la escuela. Caminando por los pasillos, todo parece ser lo mismo, el clásico ruido de diferentes pláticas entre adolescentes, y entonces recordé la noticia de esa mañana y me di cuenta de que al parecer a nadie la había importado, o tal vez ya nadie de mi edad veía las noticias.

Me dirigí a mi salón, y me senté en uno de los asientos de atrás que estaban un poco más apartados, con el bullicio de siempre del salón y las risas exageradas y forzosas de muchos, entró el maestro calmando todo el escándalo y haciendo sentar a todos.

-Buenos días muchachos,-dijo el maestro ajustándose los lentes y suspirando, mientras caminaba por el salón, como si buscara las palabras para comentarnos algo- Tal vez no lo han notado, pero, la señorita Ruiz no se presentó hoy a la escuela- todos se miraban entre si y susurraban a lo que el maestro hacía una seña con la mano para que se calmaran, el solía tener ese poder sobre nosotros, por sus estrictas normas de conducta, en eso una mano de entre todos se alzó, era Karla que lucía un poco preocupada, a lo que el maestro cedió la palabra.

-Le he estado mandando algunos mensajes y ninguno ha contestado, ¿Sabe usted que le pasó?- Dijo Karla con una voz preocupada, que no supe descifrar como actuada o natural, el maestro suspiro de nuevo mirando a los ojos a Karla, que también lo miraba asustada.

-La señorita Katherine-dijo mencionando su nombre, cosa que era raro que el maestro de quimica hiciera-parece que sufrió un accidente muy grave ayer, no sobrevivió- En el salón se hizo presente un silencio pesado, haciendo posible escuchar mi pulso que se iba acelerando, al mismo tiempo en el que procesaba las palabras que el maestro acababa de pronunciar. Karla colapsó, y así de la nada comenzaba a sollozar.

-Por favor Benjamin, llévala a enfermería-. Benjamín, era de los más conocidos en la escuela a la que asistíamos, y novio de Karla, así que él la tomó del brazo y se fue del salón. Todos estaban en silencio, sumergiéndose en sus propios pensamientos y procesando en un ambiente fúnebre, difícil.

Después de unos minutos el maestro nos miró, y entonces, prosiguió:

-Es... un poco complicado-caminaba por el salón, mirando al piso- pero, no todos pueden quedarse en este mundo por mucho tiempo...

-Maestro, ¿Qué sucedió?

-No lo sé, tampoco sus papás, solo saben que ella estaba tomando comportamientos extraños y cambios de actitud muy raros, incluso dejó de hablar, es todo lo que tengo permitido informar muchachos, y en ese aspecto, respeto mucho la decisión de que tanto quieran mencionar los padres de la señorita.- Por mi mente pasó la noticia de la mañana, y las palabras que la mujer al otro lado de la pantalla pronunciaba, pero lo descarté, estaba siendo muy neurótica.

Después de algunos murmullos y una que otra platica corta, el timbre sonó.

Mis papás estaban extrañamente tranquilos después de todo lo que pasó, aunque, nunca las comenté sobre la muerte de Katherine, sabía que si lo hacía tomarían muchas medidas y sabía que eran capaces de incluso cambiarme de escuela, así que no lo hice, yo, como muchos otros lo dejé como un suceso del pasado, siempre orando porque ella este en el mejor lugar, pero al fin y al cabo no era mi mejor amiga, ni nada. Pasaron varios días como cualquier otro, con una que otra plática del extraño accidente de Katherine y teorías acerca de cómo murió que escuché por gente que no tenía un poco de discreción acerca de eso y les gustaba que todos a su alrededor los escucharan incluso si estos no eran parte de la conversación.

Recogí mis cosas, y me dirigí al salón, matemáticas, arrastré un poco los pies y llegué hasta mi lugar. Unos entraban tarde, otros ya estaban allí y muchos otros arrastraban los pies hasta sus asientos como un día normal en el que toca matemáticas en la mañana. El maestro entró, y dejó sus cosas, Comenzó explicando un nuevo tema y nosotros copiábamos tratando de entender y escribir al mismo tiempo.

Esther alzó su pequeña mano, pero el maestro se había enfrascado en su explicación, así que se paró, apoyándose en los pupitres, y arrastrando los pies, aunque, no parecía necesariamente cansada, si no, enferma. Con su pequeño dedo le pidió atención al maestro y le dijo unas palabras que desde mi posición era imposible escuchar, parecía que no pudo dormir por la noche y se le veía bastante pálida, sin embargo el maestro le negó su petición indicándole que cuando el terminara de explicar ella podría ir, a lo que yo suponía era el baño. Esther parecía rogar con la mirada por que tuviera compasión y la dejara ir, sin embargo, parecía sin fuerzas para poder pelear con él, así que regresó a su asiento con la misma dificultad de antes, o tal vez más.

Comenzó a toser fuertemente, y todos por instinto volteamos, Esther estaba encorvada tapándose la boca con las manos y tratando de no hacer tanto ruido, y cuando terminó, miró su mano entonces aterrorizada y más pálida que antes, se agarró de su asiento, mientras respiraba con dificultaba, entonces tosió más, hasta que, de su boca, salió sangre.

Mucha sangre.


Cuando el miedo gobiernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora