XII

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Sahara:
El frío en la cama me despertó, la cobija estaba en el suelo; me estiré un poco y conseguí jalarla lo suficiente para taparme de nuevo.

—Duermes como salvaje, ¿sabías eso, Arenosa?

Entre abrí los ojos, Judas estaba arreglando una mochila mientras buscaba algo por el cuarto.

—Sí, bueno, no molestaría ese detalle si alguien hubiera especificado que eran dos camas en lugar de una.— el olor a humedad me picaba en la nariz— Pero bueno, es lo mejor que el dinero puede pagar.

—Es lo mejor que este pueblo puede ofrecer, por eso iremos al siguiente; tal vez tengan camas para frígidas como tú.— me dedicó una sonrisa burlona— ¿Has visto...

—En el baño, junto a los cepillos, siempre dejas ahí el reloj y nunca te acuerdas.

Me levanté de un salto. Mis pantalones estaban tirados en el suelo junto a una blusa que no usaría hoy. Saqué de mi mochila una limpia. Esta rutina mañanera se había vuelto común en la última semana, Judas se levantaba quince minutos antes y arreglaba todo, se dejaba algo por ahí que no podía encontrar; yo me despertaba, le decía donde lo había dejado, después me cambiaba, guardaba las pocas cosas que la noche anterior había sacado, un poco de maquillaje, coleta rápida, cepillado de dientes y listo, podíamos marcharnos al siguiente pueblo.

—¿Terminaste? Cada día tardas más, si te levantaras temprano podríamos salir con mi ritmo.— Judas me miraba impaciente.

—Pareces niño de primaria, parado junto a la puerta con la mochila en el hombro. Deja de molestar y revisa todo por última vez, porque luego tenemos que regresar por tus migajas.

—¡Que no me olvido de nada! Date prisa, arenosa.

Me levanté irritada y abrí el cajón de la mesa de noche, había una pulsera del señor, la tomé y se la lancé al pecho.

—No me sorprendería que un día de estos te dejaras la moto— entré rápido al baño a lavarme los dientes, recogí los cepillos y los eché a mi mochila.— Tanta finta de niño malo para eso. Además hoy me toca manejar, así que no me apresures.

Me abrió la puerta y salimos rápidamente de ahí, al pasar por la recepción solo dejamos la llave en el mostrador.

—Desayunaremos en el siguiente pueblo. Dije muy convencida mientras sacaba los cascos para poder meter las mochilas.

—Me quieres matar de hambre, eso está a dos horas y media en tu velocidad, manejo yo, además es mi Daisy.

—¡Que no! Es mi día, ya lo habíamos acordado y te aguantas— le saqué las llaves del pantalón, me puse el casco y encendí a Daisy— Siempre puedes irte caminando.

—Y llegaría antes que tú— Judas se acomodó el casco y se sentó a regañadientes detrás mío.

Esto empezaba a gustarme mucho.

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Judas:

La niña "aceleró" al salir del pueblo. Nunca había dejado que alguien manejara a Daisy, pero la validez de mi palabra era algo importante también; quién diría que Sahara podía comer tres hamburguesas grandes al hilo.

La velocidad a la que íbamos era un insulto, pero le daba miedo acelerar demasiado en carretera, "es peligroso" . ¿Qué importa el peligro cuando tienes semejante poder? Pero no tenía de otra más que aguantar, de todos modos a ella siempre le tocan los pueblos cercanos.

Esta última semana no había sido tan tediosa como creí que sería, incluso se puede decir que ha sido una buena semana (exceptuando el hecho de que nos separamos del grupo por un capricho de la niña). La verdad no me arrepiento, las personas me caen mal, en general prefiero viajar solo; es estúpido al mismo tiempo porque traje a Sahara con la única intención de usarla como un bonito adorno, y ahora estaba conduciendo a mi Daisy.

Paramos en un restaurante que estaba al lado de la carretera, buena decisión, niña.

– Ya era hora, apenas te compadeciste de tu pobre compañero. Solo por ese atraso tú pagas.

– Pagaré mi consumo solamente, puedes morir de hambre por tu necedad si quieres.

El lugar era campestre, se olía el carbón desde afuera, pintaba muy bien. Seguí a Sahara hasta que encontró una mesa que le convencía. Debo admitir que tenía buen gusto, si no supiera de donde la saqué hasta diría que ella ha hecho esto más veces de las que admite. La forma en la que sostiene el casco, lo fácil que se acopla a la situación, parece estar en su elemeto.   

— ¿Qué tanto me ves?— Sahara tomaba de un vaso con agua fresca. No parecía irritada pero sí muy curiosa. 

— Nada ¿qué podría verte a ti? 

— No lo sé, tú dímelo, desde hace días que me miras como si fuera una extraña. 

— Eres una extraña, hace dos meses no nos conociamos. 

— Y ahora te preguntas cómo pudiste vivir sin mí tanto tiempo. 

Solté una carcajada. Hoy parecía estar de mejor humor que otros días. La comida llegó a la mesa, lo curioso fue que en ningún momento ordené. Pusieron delante de mí un plato con carne y un jugo de naranja. 

— ¿Esto qué? 

— Cómetelo. Tengo que hacer una llamada.— Sahara se levantó de la mesa muy seria. 

Todos los días ella llamaba a su casa solo para hacerles saber que estaba sana y salva. Desde mi lugar podía verla, lucía bastante bien, traía puesto un pantalón de mezclilla negro bastante ceñido, una blusa que resaltaba su cintura y botas negras a la pantorrilla.  Estaba buena. Muy buena y no quería acostarse conmigo ¿Cómo podía no desearme? 

Regresó callada a la mesa y comió tranquilamente. 

— Tú me pediste este desayuno, tú lo pagas. 

—Sí, sí, lo que tú digas. Deberías agradecer mi benebolencia y no dejar que murieras de hambre.

Sahara se levantó dejando el pago sobre la mesa. Esta niña de repente portaba muy insolente. Si lo que quería era un agradecimiento por mi parte, no iba a conseguirlo. Ilusa.  

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Sahara: 

La llamada a casa de mis padres me dejó mal sabor de boca. Los días anteriores se habían mostrado tranquilos y bastante comprensivos, no es como que aprobaran lo que hacía pero al menos no me rechazaban. Soy su única hija ¿Cómo iban a rechazarme? Pero hoy fue diferente. Contestó mamá, me puso un ultimatum: Si no regresaba en dos días a la casa, tendría que valerme por mí misma. No me dejó hablar. Por un lado la entendía, este comportamiento era completamente irracional en mí. Siempre había sido la niña buena, la niña que obedece en todo a sus padres, la niña que se efuerza por agradar a las personas, pero ahora ¿quién era yo? 

Miré el interior del restaurante, Judas seguía sentado en la mesa y no parecía querer levantarse pronto. El mundo debía esperar por Judas. Yo debía esperar por Judas ¿ no?

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Jeje ¿qué tal? Hace tiempito que no me pasaba por aquí. Solo para decirles que he releído la historia y me enganchó de nuevo. Aún no sé si este proyecto me retendrá por mucho tiempo, pero mientras esté aquí a darle. 

Nada, solo eso. Espero todos esten bien en sus casitas. 

Valgo fuera. 

Judas|| En procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora