XIII

209 16 1
                                    


Sahara: 

El día se había ido volando. Definitivamente manejar a Daisy era lo que más me gustaba, sentir el viento a mí alrededor como una caricia agresiva, como si rompiera una barrera. Depués del desayuno Judas y yo no habíamos tenido una gran conversación. Los silencios con él no eran incómodos, para este punto ya los consideraba como nuestra forma de relacionarnos. Siempre que nos hablábamos terminábamos enojados o en un juego de comentarios pasivo agresivos que no tenía energía de seguir hoy. Se volvía una constante lucha de poder. 

Estaba en la cama de nuestra habitación, porque sí, había una sola cama de nuevo. El hotel al que llegamos era, por mucho, más decente que el anterior, pero eso no le quitaba el aspecto rústico y las sábanas ásperas. 

Judas se había ido a alguna cantina, la verdad no me importaba mucho donde se metiera, mientras no llegara demasiado terco al cuarto. En los últimos días había reducido bastante su ingesta de alcohol, cosa que me sorprendía, pero no quería comentar gran cosa para no romper su nuevo hábito. 

Normalmente yo salía a caminar la plaza principal o a cenar, pero hoy tenía que tomar una decisión y quería pensarla bien. Número 1, podía regresar a casa y que esto se quedara como la única aventura de mi vida o podía seguir a lado de Judas. La respuesta era obvia: Regresaría a casa en un par de días. Número 2, podía acostarme con Judas o simplemente controlar mis instintos animales. Creo que todo dependería de esta noche. 

Miraba el techo cuando la puerta se abrió. La apestosa colonia de roble inundó la habitación, pero mi nariz no podía percibir alcohol. 

— ¿Tan malo es el pueblo que no has bebido? 

— Tú nos trajiste aquí, desierto, no me sorprende que haya bares tan malos. 

Me senté en la cama. Judas me daba la espalda, se estaba quitado la camisa ligera de algodón que solía usar, lo recorrí de arriba a abajo. El cabello castaño estaba algo desordenado coronando un cuello ancho que combinaba con los hombros bastante trabajados, si pudiera medirlos diría que mi mano cabía seis veces. De repente me di cuenta de lo que pequeña que era mi existencia al lado de él y eso inició un escalofrío que recorrió toda mi columna. A partir de sus axilas, su torso iniciaba un descenso en forma de V que se cortaba de forma abrupta en sus caderas. Parecía una pirámide invertida. Judas me lanzó una mirada sobre su hombro y la decoró con una media sonrisa. Mis instintos serían mi guía esa noche. 

— ¿Te gusta lo que ves, niña? 

Judas se puso de frente. Estaba en todo su esplendor y él lo sabía. Yo también podía jugar ese juego. 

*********************

Judas: 

Podía sentir la mirada de la niñata, así que me quedé quieto un momento para que ella pudiera capturarme. Al ponerme de frente pude ver, bajo la tenue luz cálida de la lampara de noche, algo que sólo le había visto en el Sodoma: Hambre. Sonreí. Sahara me miraba atenta, perecía estar calculando algo. Se puso de rodillas y viéndome directamente a los ojos comenzó a descender hasta poner su pecho en la cama. Su espalda se curveaba como una ola, tenía el trasero en lo alto y por si fuera poco puso las manos en la orilla de la cama quedando a pocos centímetros de mis piernas. Su respiración era tranquila, la camisa holgada que usaba para dormir se amontonaba en sus hombros, dándome una vista perfecta de su cintura junto con una pequeña parte de sus pechos. Al final hoy era el día en que me rogaría. 

—¿ Y a ti, Judas? 

Caminé al rededor de la cama hasta quedar al lado de ella. Mi mano ardía por tocarla, pero decidí hacerla sufrir un poco antes de intentar cualquier movimiento. Si quería obtener a Judas una simple pose no bastaría, y vaya que tenía competencia la niñata. 

Judas|| En procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora