Parte 1

56 12 68
                                    

Había una vez... esto empieza como todos los cuentos de hadas, y al principio todos pueden pensar que es una de esas típicos historias, pero de típico tiene poco. Esto comenzó en una época distinta de nuestro mundo, cuando la magia y la guerra colmaban esta tierra.

En ese tiempo había una mujer, la más linda de toda la comarca del Vergel, que era un lugar con árboles frutales, mucha caza, ríos tranquilos y gente amable, ella se llamaba Hena, según se decía una de sus antepasadas fue una sirena, la mujer había dedicado su infancia y juventud a aprender lo necesario para curar y ayudar a los demás, por eso era muy querida por todos, donde se le requería iba rápidamente. Tenía el pelo negro hasta los hombros, ojos cafés oscuro, cuerpo normal, vestía un vestido muy sencillo, siempre llevaba de su cadera un morral donde había hierbas, y lo necesario para preparar sus medicinas.

— Hola Hena.

— Hola Lena ¿Cómo están los niños?

— Bien ¿Necesitas algo?

— No gracias, todavía tengo de la fruta que me trajiste — agradeció la curandera.

Aunque la hechicera había tenido enamorados, no había conocido el amor, por eso a pesar de su edad, 25 años, todavía estaba soltera y virgen. Una de las mayores habilidades que aprendió fue enviar su voz en el aire, así lograba mantenerse en comunicación con otros seres como ella.

— ¿Amigo Roth? — dijo al viento.

— Hola Hena ¿Cómo has estado? — le respondió.

— Bien, sabes dónde puedo encontrar hierba de raíz larga, una de las familias está con digestión y no me queda — preguntó preocupada.

— ¿Estás ahora en tu casa?

— No, estoy con ellos, a medio día de camino de mi hogar al norte, en donde el río que  por la montaña de tres picos y se divide en dos.

— Sigue el lado que va para la izquierda, como a dos millas hay un pequeño claro, allá hay mucha — aseguró Roth.

Siguieron su conversación, pero esta vez algo distinto y extraño ocurrió.

A muchos días de viaje de allí, moraba un guerrero, el más grande que se había visto, y que se vería en todos los tiempos, alto, grueso, con muchas cicatrices en su cuerpo, su rostro era varonil, fuerte, moreno, gustaba de usar el torso desnudo y pantalones de piel con botas a juego. Había tenido relaciones sexuales con mujeres de todas las razas, pero nunca había pasado más de unas noches con algunas de ellas, ya que todavía no había conocido el amor. Su prioridad era proteger a los suyos y seguir acumulando riquezas para su pueblo.

Ese día estaba cabalgando lejos de su tierra, explorando solo, cuando sintió la voz de una mujer, no vio a nadie cerca, su tono era meloso, le producía una sensación de paz que nunca había experimentado, habló pero no lo escucharon, entonces decidió mandar a su halcón con un mensaje, el ave se crió de polluelo con su amo, así que se entendían perfectamente.

— Ve a buscar a una mujer, está cerca de una casa donde un río se divide en dos, por el monte de tres puntas — le ordenó el guerrero.

Luego de varias horas buscando, el ave bajo al lado de la mujer, ella vio que era un halcón amaestrado por los accesorios que traía, el ave se le acercó lentamente, ella vio que tenía atado un papel en la pata, lo tomó, solo tenía escrita una frase ¿Quién eres, y por qué puedo escucharte?

La mujer quedó confundida, nunca ese tipo de comunicación había sido oída por nadie más que sus destinatarios.

— No sé por qué pasa, esto lo hago para comunicarme con otros curanderos, mando de vuelta a tu halcón. Yo vivo en... — le contó un poco sobre su vida.

Así se conocieron, una curandera y un guerrero, llamado Wolf, cuyas almas se habían buscado desde antes que los hombres pisarán esta tierra. A partir de ese momento ella hablaba con él en la mañana, y por las tardes, el halcón la buscaba para entregarle una carta. Aunque estuviera en batalla, el hombre se daba un momento para escribirle.

— ¿Cómo te fue esta vez? Yo con mucho ánimo, los niños de Lenia están mejor — ella le contó un par de cosas más sobre ella y sus conocidos.

Tres meses después, en la tarde la carta del hombre fue muy escueta, a pesar de eso su contenido la puso muy nerviosa.

"Estoy bien, ahora debemos ir cerca del Vergel, al Reino de los Hielos Eternos, quiero aprovechar de ir a verte ¿Puedo?"

Toda la noche ella lo pensó, reconocía que se sentía extrañamente ansiosa esperando sus notas, nunca le había pasado con nadie, era como si se hubieran conocido de siempre, sabía que era un luchador, un conquistador, y aunque no le gustaba la violencia, ya que sus padres murieron en una escaramuza de unos bandidos, con él no se sentía temerosa.

Algo más tarde de lo normal, Hena le habló.

— Disculpa la demora, me quede dormida. Sí, te espero — le dijo con firmeza.

Unos días después él llegaba en su caballo, un brioso corcel alto, grueso, oscuro, no era rápido, pero podía cabalgar durante horas sin desfallecer.

Ella salió nerviosa de su cabaña, solo de verlo sus mejillas se encendieron, él creyó por un momento que estaba frente a un ángel, se acercó, pero no quería romper ese silencio, ella tenía la vista baja, cuando la subió quedó fascinada con él.

— Hola — dijo al fin el hombre.

— Hola — le respondió ella mientras él seguía admirándola — pasa a comer algo.

la tarde conversaron, ya por fin sin incomodidades, sentían como si se conocieran de toda la vida. Al anochecer Wolf se despidió para volver a su campamento, desde ese momento siempre que podían se veían, aunque él tuviera que cabalgar horas para verla unos minutos. Pero un día el guerrero no llegó, ni su ave le trajo ningún mensaje. A pesar de la prohibición de ir a buscarlo, la mujer tomó sus cosas y se encaminó.

Al otro día llegó al campamento, estaba enclavado en un valle, con altos acantilados, el terreno era inhóspito. La muchacha vio a la tropa, hombres y mujeres que le inspiraron mucho miedo, uno se acercó con una sonrisa lasciva, pero antes que la tocará una mujer mayor hizo oír su voz, todos quedaron quietos inmediatamente.

— ¿Eres curandera? — dijo con la autoridad de quien está acostumbrada a mandar.

— Sí — la hechicera trato de no temblar, pero la presencia que sentía era muy oscura, igual que la del hombre silencioso que estaba atrás, ambos la intimidaban demasiado.

— Nuestro hijo está muriendo — ordenó a uno de los hombres — llevala — la miró con fiereza — si no lo salvas, darás tu último aliento junto a él.

En una tienda, en medio de un lecho de pieles estaba Wolf, con fiebre, delgado, lo revisó, vio que tenía una herida muy profunda infectada en la pierna, debía trabajar rápido si quería salvarlo.

Pidió a los guardias que le trajeran agua caliente, y algunas cosas más.

Toda la noche lo cuidó, no podía creer como se sentía, es como si en verdad, no por la amenaza de la madre del guerrero, sino por su corazón, si él moría ella no podría seguir viviendo.

ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora