— No quiero que se vaya, ha sido para mí como una segunda madre — la abrazó la niña — iré con usted y trabajaré para ayudarle.
— No diga tonterías — le respondió molesta la anciana — usted es una jovencita inteligente, será muy bella cuando crezcas, prométame que buscará un marido que la cuide.
— Es que... — no sabía que decir.
— Prométamelo.
La niña la miró callada. Al otro día la vio irse, triste, a veces ni tener un esposo era un seguro para la vejez en ese tiempo. Cuando Ann cumplió 16 años el hijo del dueño de casa se casó, la jovencita fue como sirvienta a la casa del joven matrimonio. Durante esos años muchos señoritos y señores habían tratado de acercarse a ella para conquistarla y que por un tiempo fuera su amante, pero ella no quería eso para su vida.
Un mes después, cuando la pareja de recién casados volvió de su luna de miel, Ann conoció a la joven novia, Lady Margaret, una dama descendiente de Reyes, que miraba con sus ojos café con desprecio a las empleadas, la aristocrata se dio cuenta que su esposo no tenía la cultura suficiente para elegir bien a la servidumbre, que más se puede pedir de él se dijo, solo era uno de esos nuevos ricos, pero bajo su supervisión esas mujercitas aprenderían disciplina.
— Sra. Noringhton — dijo la dueña de casa, de pelo castaño, a la nueva ama de llaves — a ella, y ella, y a este caballero, ya no los necesitaremos — luego que miró con ojo clínico a las que quedaban — algo se puede hacer con estas, lo dejó en sus manos. Cuando venga mi padre, quiero que todo sea perfecto, sus cartas de recomendación son impecables, espero no haberme equivocado.
— Todo será como desea, mi Lady — respondió con frialdad la mujer mayor.
Hasta que por fin fue la visita de Lord Peter, el padre de la dueña de casa, primo en tercer grado del monarca, al verlo Ann pensó que veía al mismísimo Rey, su porte, su rostro, esos ojos marones la hechizaron, tuvo que hacer un gran esfuerzo para concentrarse en lo que hacía, cuando él se fue, la muchacha le pasó su abrigo y su chistera, levantó sus ojos por un segundo, que se cruzaron con los del caballero, ambos se enamoraron inmediatamente, él admiró su mirada limpia, era morena, pero su belleza era natural, nada como las damas que habían tratado de conquistarlo después que quedó viudo, hacía años atrás.
A pesar de lo que sintió el noble Caballero iba muy de vez en cuando a visitar al nuevo matrimonio, era Lady Margaret quien iba a verlo, hasta que un día el padre cometió un error que puso sobre aviso a su hija sobre sus sentimientos.
— Hija, no sería mejor que se acompañe con una Dama de Compañía cuando sale sola de casa, por nuestra posición lo digo.
— Padre, eso ya no se estila, además quien podría tener el nivel necesario para ser esa dama sino alguien de noble cuna.
— Podría tomar a alguna de las sirvientas de su casa, hay varias que parecen ser inteligentes, podría instruirla.
— Lo pensaré padre.
En ese momento notó que él estaba interesado en alguna de esas mujerzuelas. Entre una aventura con una simple mucama y una dama de compañía era mucha la diferencia, pero en su nivel, si él no quería una esposa al menos debería buscar amante entre las nobles viudas, no en una tipa del pueblo.
Empezó a invitar a su padre más seguido a su hogar intentando averiguar quién será ¿La Sra. Nordinghton? Aunque en las primeras visitas no vio nada anormal, una tarde cuando el sombrero se le cayó y la sirviente más joven de la casa se lo entregó, su mirada lo traicionó, la mujer pensó con rabia es más joven que yo incluso. Primero quiso despedirla, pero al final prefirió que las cosas se mantuvieran así, ya que la tenía vigilada todo el tiempo. Por mientras la jovencita no quería cometer ninguna equivocación, por miedo a perder su trabajo, y no volver a ver a ese caballero.
Unos meses después al anciano le tenían una gran sorpresa.
— Padre, será abuelo.
— Muchas felicidades, hija.
— Nos iremos inmediatamente a Francia, a George su padre lo envió a la empresa de París, debo viajar antes que mi estado me lo impida. Sé que los hombres solos pueden hacer... ciertas cosas, inconvenientes para nuestra clase.
— Me avisará apenas nazca.
— Por supuesto.
— ¿Se llevará a algunas de las mucamas? — dijo tratando de no parecer ansioso.
— Me las llevare a todas, no quiero tener que volver a lidiar con instruir a la servidumbre.
— Entiendo.
Al nacer la pequeña, Ann se convirtió en su niñera.
Lord Peter viajó feliz a conocer a su nieta, Catherine, y también poder volver a ver a la jovencita, saber que tendría un trabajo más aliviado lo alegró. Pero fueron pocas las veces en que pudo ir a París, prácticamente solo al nacer un nuevo nieto.
Cuando Catherine fue presentada en sociedad, a los 15 años, por fin la sirvienta y el noble se encontraron a solas en un pasillo del segundo piso de la gran mansión en la ciudad luz.
— ¿Necesita algo el señor? — ofreció solicita la mujer.
Peter deseo decirle que la amaba, que quería que se casarán y que vivieran juntos sus últimos años, pero el peso de los convencionalismos sociales era una barrera que él sabía no podría enfrentar.
— Nada, gracias — le respondió en un suspiro.
El tiempo siguió su curso, tres años más tarde Lady Catherine preparaba todo para casarse, tuvo mucha suerte, ya que además de ser un matrimonio convenido, ella y su novio estaban enamorados. Cuando madre e hija estaban listas para ir a Londres, donde se instalaría el nuevo matrimonio, les avisaron que el padre y abuelo de las mismas estaba muy enfermo, así que adelantaron su viaje un día, apenas Ann lo supo fue a hablar con Lady Margaret.
— Mi Lady, quisiera conversar algo con usted — torció sus manos nerviosa la empleada.
— Dígame — respondió molesta.
"El llevar tanto tiempo a mi servicio no le da derecho a tanta confianza".
— Podría... me permitiría... — no encontraba como pedirle ir con ellas.
— Hable rápido, mi padre se está muriendo, debo irme en cuatro horas más.
— Quiero si me permite viajar con ustedes — le dijo por fin.
— ¿Por qué quieres acompañarnos? — preguntó la mujer recelosa.
— Es que... estarán muy ocupadas con lo de la boda y demás, podría necesitar ayuda extra... — inventó una excusa en el momento.
— Cree que no sé su verdadero plan, quiere ir para metérsele por los ojos a mi padre y que le deje parte de su fortuna — dijo con rabia contenida la dueña de casa.
— No es así... — respondió muy complicada Ann.
— Apenas nos vayamos daré orden que la expulsen, es una trepadora... — la empujó al pasillo y cerró la puerta.
Conteniendo sus lágrimas fue a terminar de arreglar las cosas de su "niña Cathy", cuando ésta la encontró en ese estado no dejó de hacerle preguntas para averiguar el por qué.
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Reencarnación
FantasyUna maldición lanzada por los padres de él los sigue desde el principio de los tiempos ¿Hena y Wolf podrán detenerla y poder ser felices en algún tiempo?