Parte 11

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Helena se dio vuelta y lo miró con odio.

— Eres un niño rico que cree que por tener dinero todo lo logras, pero conmigo no, sé que solo soy una entretención para ti, algo distinto a lo que estás acostumbrado. Pero a diferencia de esas otras yo sí tengo dignidad — no había derramado ni una lágrima, ya habrá tiempo para eso se dijo.

— No fue mi intensión, espera — Ezio la tomó del brazo — a pesar de esto sigo siendo el mismo de la playa.

— No puedo creerte, te reíste de mí.

— Solo me odias por tener dinero... eso no es mi culpa.

— No es por eso, jugaste conmigo, me hiciste creer que eras otra persona — respondió indignada.

— Soy el mismo que ha estado contigo estos meses, solo que ahora sabes en que trabajo.

— No quiero más mentiras en mi vida, no me busques. Y felicidades por tu matrimonio, que seas muy feliz — expresó con frialdad.

— Eso no es verdad... ¿A todo esto cómo supiste que trabajaba aquí?

— Que importa, adiós para siempre.

Pero al irse tan rápido se le quedó la tarjeta en la mesa, él la tomó, al ver lo escrito todo le quedó claro, inmediatamente se fue a su casa

— María están mis...

— Acá estamos, pasa, no es de personas educadas entrar así, tiene muy malos modales últimamente — dijo irónica su madre.

— ¿Por qué hiciste esto? — le tiró la tarjeta.

— Solo quería contarle a esa pobre mujer quien eres en realidad. Un rico heredero que encontró un entretenimiento mientras se casa.

— Claro que no, yo la amo, ella tiene suerte de no tener padres así de manipuladores como ustedes.

— No permito que nos trates así — le reclamó su padre.

— Soy yo quien no permitirá que sigan manejando mi vida a su antojo.

— Ya no tienes dinero en las tarjetas — sonrió malignamente.

— ¿Cómo? — no podía creer lo que escuchaba.

— Hice que el contador y el abogado vaciarán todas tus cuentas, ese dinero es por nuestra empresa, todo lo que tienes es nuestro, si crees que disfrutarás de nuestra fortuna con esa trepadora, estás muy equivocado — el padre sonrió creyendo que su hijo estaba perdido.

— No le digas así — Ezio casi llorando de la rabia — ahora ella me odia por mi dinero.

— Es una estrategia, luego te buscará, y te "perdonará" para que le des la vida que siempre soñó, es una simple mesera — sentenció despreciativa la mujer.

— Es una mujer muy valiente, que ha luchado mucho para estar tranquila y ustedes... mejor me voy, sino nunca podré ser feliz, nunca pensé que llegarán a tanto, y no se preocupen, apenas consiga trabajo, les devolveré la ropa, no quiero nada de ustedes.

Lo más rápido que pudo salió solo con lo puesto, lo demás lo dejó en la mesa del recibidor.

— Ahora que haremos.

— Ya tengo en marcha otro plan, no te preocupes, nuestro hijo entenderá después que esto es por su bien — aseguró la madre.

En su pequeño departamento, Helena lloraba desolada porque de verdad amaba a Ezio, pero pensaba que él estaba jugando con ella, si le mintió en eso pudo mentirle también sobre sus sentimientos hacia ella. Recordó sus ojos tan transparentes, y ese sentimiento tan cálido cuando estaban juntos, se sentía tan tranquila con él... porque tuvo que mentirle se lamentaba.

En ese momento sintió que golpeaban a la puerta, temió que fuera el millonario, tomó valor para hablar nuevamente con él y que dejará de buscarla, pero a quien tenía en la puerta era a Noah, un pelirrojo, inmediatamente la mujer trató de cerrarla, pero el tipo pateó la madera y salió despedida al piso.

— Por fin te encontré, han pasado muchos años amorcito — le dijo el hombre riendo como un demente.

Helena trató de gritar, pero él se le abalanzó para taparle la boca, por suerte para ella Ezio apareció en ese momento, no le tomó ni un segundo darse cuenta de lo que ocurría, tomó al otro, lo golpeó y lo echó fuera del departamento.

— Si vuelves llamare a la policía, mal nacido.

— ¿Y qué? Tengo dinero, no me harán nada. Helena, que bueno saber dónde vives — el intruso se fue mirándolos burlonamente.

— ¿Estás bien? — le preguntó muy preocupado el rubio, luego de cerrar con llave la entrada.

— Sí — respondió la mujer — solo me tiró al piso — estaba tan nerviosa y aterrada que no pudo más y cayó desmayada. Una hora después despertó en su cama, a su lado el joven estaba cuidándola.

— Tuve tanto miedo al ver cómo te miraba, ese tipo está loco, es tu ex novio ¿Verdad?

— Sí, me dijo que si no era de él, no sería de nadie, y ahora sabe dónde vivo, si no fuera por ti... — lo miró extrañada — ¿Pero qué haces acá?

— Deje mi casa, eran mis padres quienes querían obligarme a casarme solo para aumentar su fortuna, amenazaron con quitarme el dinero y las cosas, pero no me importa, solo quiero estar a tu lado si tú me aceptas. Te amo de verdad.

— Y yo a ti — por fin ambos fueron sinceros, ese sentimiento que los había llevado por siglos a encontrarse lo hizo de nuevo, pero la maldición seguía amenazándolos, como siempre.

Unos días después la madre del hombre llegó al restaurant cuando Helena estaba sola, ella no la conocía, la atendió como a todos, con amabilidad, al terminar la mujer se levantó y habló con muchacha.

— Soy la madre de Ezio — dijo a modo de presentación.

— Señora...

— Solo quiero saber cuánto quieres por dejar a mi hijo.

— No quiero nada de ustedes, lo amo de verdad.

— ¿Y serán felices comiendo pan y cebolla? El amor es muy lindo hasta que el hambre aparece — vio amor hacia su hijo en sus ojos, decidió cambiar de estrategia — si tanto lo amas, entonces déjalo, está pasando necesidades solo por el capricho de estar contigo. Piensa en él querida, de eso se trata el amor — se fue.

Helena lo meditó todo el día, tal vez tuviera razón, si lo amaba debía dejarlo ir, aunque era un hombre muy sencillo, él no estaba acostumbrado a esa vida. Ahora vivían en un mini departamento, se cambiaron por miedo a que Noah volviera a buscarla y Ezio no estuviera para defenderla. Decidida a romper con él, fue a la casa, pero cuando llegó él tenía una cena muy sencilla para los dos.

"No puede hacerlo, al diablo, si tenemos que irnos a algún pueblo olvidado para estar felices lo haremos, no dejaré escapar mi felicidad".

Le contó lo que pasó con su madre y que tal vez deberían irse a otra ciudad.

— Helena, vámonos a otro país — le propuso alegre.

— ¿A dónde?

— Sudamérica, tengo muchos amigos allá, empecemos una nueva vida — era tan loco lo que le pedía.

— Como lo haremos, no tenemos dinero.

— Me contacte con alguien que considero como mi hermano, le conté que pasa, me mando dinero, apenas nos establezcamos le pagaré todo, no quiero que me regalen nada, sé que me entiendes. Así no veremos más a mi familia, ni a ese tipo, tengo miedo que te haga daño, allá estaremos seguros.

— Vamos — respondió luego de pensarlo un momento.

Hicieron las maletas, pero cuando subieron al taxi, éste los llevó a otro lugar, entonces se dieron cuenta que las puertas estaban trabadas.

ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora