Parte 2

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Entre su semi inconsciencia el hombre abrió los ojos, al ver a la mujer pensó que seguía teniendo alucinaciones.

— Eres tan bella, nunca ninguna mujer me había llegado así al corazón, lamento no haberte dicho lo que siento, pero soy torpe para eso, sé que eres el amor de mi vida, ahora moriré con este secreto.

Ella trato de hacerlo callar, no quería que lo escucharán, pero al mismo tiempo su alma explotó de felicidad, él la amaba, y luego de lo que había sentido al verlo al borde de la muerte, ella estaba segura que sentía lo mismo por él.

Al segundo día, por fin la fiebre cedió, ya esa noche él estaba mucho mejor, sin pesadillas ni sobresaltos, ella también cansada durmió a su lado hasta que sintió una mano que le recorrió el rostro, rápidamente se quitó pensando que podía ser alguno de los guardias, quienes no habían dejado de verla insistentemente.

— ¿Qué te pasa? — dijo Wolf extrañado al verla reaccionar así.

— Pensé que... — no sabía cómo explicarle para no poner en aprietos a los hombres que estaban fuera de la tienda.

— Alguno de mis hombres te falto al respeto mientras yo estaba convaleciente — estaba furioso, hizo ademán de levantarse.

— Para nada, quédate quieto sino la herida se abrirá de nuevo.

Ella puso una mano en su torso para hacerlo recostarse, ambos se quedaron quietos, mirándose, por un segundo pareció que se besarían, pero los interrumpieron.

— Veo que por fin despiertas ¿Cómo te sientes hijo? — atrás de ella, y como siempre silencioso estaba el padre.

El convaleciente tomó suavemente la mano de la curandera y la bajó, no quería que nadie se diera cuenta de lo que sentía por esa mujer.

— Bien ¿Qué ha pasado mientras estaba aquí? — lo puso al corriente — entonces debo ir al frente, no dejaré que mis hombres sigan muriendo de esa manera.

— Me parece bien, mañana iremos los tres.

— No — la hechicera miró al joven nerviosa — si lo haces puedes morir desangrado, la herida...

— ¿Cuándo podrá ir entonces?

— En dos días — dijo nerviosa Hena al ver la mirada de rabia de la mujer por haber desafiado su orden.

— Bien, en un día te esperamos hijo — la pareja dio media vuelta y se fue.

— Ahora te iras de aquí, mandaré a mi hombre de confianza contigo — susurró lo más bajo que pudo Wolf.

— Pero... — dijo confundida, pensó que él deseaba que se quedará a su lado.

— No debes estar más tiempo en el campamento — tenía miedo que por no poder estar con ella todo el tiempo algo malo le pasará — iré apenas pueda a verte, pero no quiero ponerte en peligro — miró a su alrededor.

— Entiendo — la mujer recordó la mirada de los guardias, y sobre todo de los padres del hombre.

Esa noche la hechicera se llevó todas sus cosas, el hombre que la acompañó era callado, iba pendiente de cualquier peligro, recordaba las instrucciones de su líder, si ella sufría siquiera el rasguño de un espino, le cortaría la cabeza, cuidala, puntualizó, y ordenó que no le dijera a nadie donde vivía.

Luego de una semana por fin la batalla terminó, la tribu del guerrero ganó, por lo que iban a dejar un grupo para controlar sus nuevas posesiones y se iba a ir el resto, pero Wolf quiso quedarse con ellos supuestamente para asegurarse que todo estuviera bien, en realidad no quería dejar a Hena, y estaba buscando la manera de estar a su lado, pero luego de meditarlo mucho se dio cuenta que en su ambiente ella jamás podría sobrevivir.

— ¿Cuando vendrás hijo? Ahora debemos ir al mar helado — trato de ver qué había de extraño en él, luego que se restableció sintió que algo cambio, tal vez esa mujercita era la causa pensó.

— En dos días madre, quiero asegurarme que no haya problemas antes de volver, apenas llegue nos iremos para allá.

No muy convencidos los padres, y el grueso de sus hombres se fueron.

Esa noche dejó a su lugarteniente a cargo de las tropas, y voló más que cabalgó a ver a la curandera.

— Qué bueno que ya estás bien, gracias por avisarme cómo iba todo, tenía tanto miedo por ti.

Instintivamente lo abrazo, pero al darse cuenta lo que hacía se retiró rápidamente, ambos estaban sonrojados, él no entendía que le pasaba, había estado con tantas mujeres, desde campesinas a reinas, y se ponía nervioso solo con estar al lado de esa frágil mujer.

— Vamos a caminar — sugirió Hena, no quería que se quedaran en la casa solos, la ponía muy complicada tenerlo a su lado luego de lo que le escuchó decir en su convalecencia, lo bueno era que al parecer él no se acordaba de nada.

Mientras tanto iban conversando cosas triviales para tratar de olvidar los nervios mutuos, cuando estaban lejos de la cabaña cayó una fuerte tormenta que los obligó a refugiarse en una caverna, ella tropezó, él la sujetó de la cintura, ambos quedaron callados mirándose, se acercaron lentamente para fundirse en un tierno y cálido beso. Esa noche, ella por primera vez sintió la pasión y el amor de un hombre, y él se entregó totalmente, como nunca antes a ninguna mujer. Fue más que la unión de dos cuerpos, fue la de dos almas que se anhelaban desde el principio de los tiempos.

Al amanecer la muchacha sintió de nuevo dedos en su cara, pero no se sobresaltó, solo lo abrazo del cuello y lo volvió a besarlo.

— Te amo — le dijo Hena.

— Y yo a ti, pero... — respondió nervioso Wolf.

— ¿Qué pasa? — lo miró preocupada.

— Es que no podrás venir conmigo, el ambiente en que me muevo es muy peligroso, podrían matarte solo para hacerme daño... no quiero ponerte en ese peligro.

— ¿No quieres que nos veamos más? — preguntó la joven muy triste.

— No es eso, solo te pido un poco de tiempo, dejaré todo listo en mi tribu, y vendré a vivir contigo, este lugar me gusta, podremos criar tranquilos a nuestros hijos — la miró ansioso a los ojos — ¿Me esperarás?

— Por supuesto, aunque deba ser toda mi vida — siguieron besándose, hasta que de nuevo hicieron el amor.

Cuando él se iba a ir.

— Ten, consérvalo como signo de mi promesa — le pasó un collar hecho con los dientes de sus enemigos.

— Gracias — le respondió, lo guardó en su morral, de allí sacó un pequeño coral perfectamente redondo de un bello tornasolado rosado — esto ha estado en mi familia desde siempre, tiene magia protectora, quiero que lo tengas para que te cuide y te acuerdes de mí — le dijo la curandera.

Pasó el tiempo, pero por un motivo u otro Wolf no podía dejar su clan, ni siquiera había podido volver a ver a la mujer que amaba. Lo que no imaginaba ninguno de los enamorados era que los padres del guerrero, en las sombras, hacían que hubiera rebeliones en distintas regiones, así que los períodos de paz eran muy cortos. Cuando veían que preparaba sus cosas para irse generaban cualquier situación y se veía obligado a posponer sus planes. No querían que se alejará porque si otro tomaba su lugar, ellos perderían sus privilegios, y no podrían seguir obteniendo todas las riquezas que quisieran.

ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora