Parte 10

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Sus padres antes habían insistido en que se casará, pero nunca de esa manera tan impositiva, pensó en Helena, por ahora ella solo era una amiga, aunque él quería algo más, pero siempre frenaba todos sus avances, no le había preguntado directamente por miedo que no sintiera lo mismo por él, ya que siempre veía que usaba un anillo de compromiso, aunque nunca hablaba de nadie.

— Pueden darme un tiempo para pensarlo, creo que debo tener algo de decisión en mi vida — les replicó molesto.

— Tienes tres meses, si no ya sabes, lo pierdes todo — amenazó la dueña de casa.

Menos mi dignidad pensó el joven. Siguió la misma rutina con la misteriosa joven, pero a dos meses del ultimátum, estaba seguro que amaba a Helena y ella también sentía algo por él, por lo que tomó valor y le consultó directo sobre la joya.

— Hace tiempo quiero preguntarte por ese anillo — ella se volvió a poner nerviosa — ¿Estás comprometida?

— Lo estuve, pero....

— Entiendo — dijo triste — no lo has olvidado.

— No se trata de eso... — se abrazó a sí misma, a pesar del calor de la playa, se estremeció, miró el mar al hablar — estuve a punto de casarme con alguien, pero él era muy absorbente, quería que dejará de trabajar, soy ingeniero, ese hombre tenía una empresa de construcción, así nos conocimos, pero cada día quería más de mí, si me veía con alguien, hombre o mujer me interrogaba, una vez que me aburrí y no quise responderle, me golpeó. En el hospital me llevó flores, me dijo que había sido un error, que lo perdonará. Lo hice. Seguimos, nos comprometimos, cuando preparabamos la ceremonia no me gusto una sugerencia de su madre, como ella insistió le aclare que era mi boda, no la suya, él me llevó a un lugar aislado del jardín, y me golpeó de nuevo, gritaba que lo que él y su familia decían jamás debía contradecirse. Esa vez fue peor que la primera, estuve a punto de morir, pasé meses en cuidados intensivos. Lo lleve a la justicia, pero como tenía buenos antecedentes, porque no lo denuncie la vez anterior, y dinero, lo dejaron libre, quedó solo con obligación de hacer un tratamiento sicológico. La última vez que lo vi en el juzgado pasó a mi lado y me susurró que si no era de él no sería de nadie. Desde entonces he huido, busco lugares donde no paguen el sueldo con registros, ni en lo que estudie, tuve que dejar de contactarme con mi familia, una vez que me comunique con mamá, él estuvo a punto de encontrarme. Uso este anillo para recordar que nunca debo bajar la guardia, sino puede encontrarme. Como tiene dinero todas las puertas se le abren, y se cierran para mí, hace diez años que huyó. Diez años viviendo como un ratón asustado — termino su historia gritando.

Sollozó mirando las olas, él se puso atrás, la abrazó y le besó el cabello, ahora entendió por qué siempre tenía ese miedo hacia él.

— Yo no soy como ese tipo, nunca te haría daño — les susurró al oído.

— Tengo miedo, pero no puedo dejarte, yo te... — no podía decirlo.

— Te amo Helena — se le adelantó para darle ánimos, lentamente trato de besarla, pero ella se quito — te entiendo, pero no debes tenerme miedo, si no quieres que nos veamos más lo aceptaré.

Helena, a pesar del miedo, no podía dejar de ver esos ojos que le llegaban al alma.

— Te amo — le respondió muy bajo.

Pero él estaba atento, al escucharla y antes que dijera nada más, acercó sus labios lentamente, hasta que ella respondió al beso y lo abraza.

— ¿Quieres casarte conmigo? — le preguntó el hombre, impulsivo.

— Es que... — se puso nerviosa de nuevo.

— Jajaja está bien, me apresure, lo entiendo, te demostrare que todo irá bien. Te protegeré de todos, si crees que te hago daño es solo cosa que me pidas que me vaya y lo haré, te lo juro.

Luego de unos días ella lo invitó a su departamento, era pequeño pero acogedor.

— Gracias por confiar en mí — le agradeció Ezio luego de entregarle un ramo de rosas blancas.

— De nada.

Pasaron una linda velada, cuando se sentaron a ver televisión, ella estaba preocupada pensando que él podía intentar propasarse, pero se comportó como un caballero. Al irse se despidió con un tierno beso.

Cuando el joven llegó a su casa, sus padres lo esperaban.

— Ya es hora que fijemos la fecha para firmar el acuerdo pre matrimonial — le dijo la madre molesta.

— No me casaré con quien quieren ustedes — aseguró firme el joven.

— Sabemos que tienes una amigüita... no pongas esa cara, de verdad crees que en tus salidas estás solo, siempre hay una persona que sigue tus pasos, eres nuestro hijo, debemos cuidarte. Si quieres tener una amante, con tal que seas discreto no diremos nada — le sugirió el padre.

— Que se creen, mi vida la manejo yo, no pienso casarme con Karhine — y antes que ellos dijeran algo más — solo les pido que me den hasta mañana, buscaré donde irme, me llevaré solo algo de ropa, el auto, las tarjetas y lo demás lo dejaré. Lo que he ganado como Presidente de la compañía lo tengo guardado. Me lo gane. Y no se preocupen, no usaré mis contactos para robarles clientes, tengo el suficiente talento para crear mi propia compañía.

Pero antes que se fuera.

— Hijo, no te pongas así, no queremos que te vayas, por favor no hagas ninguna locura — concilió la madre.

— Es que no quiero casarme con esa desconocida.

— Bueno, no te obligaremos — dijo al parecer vencida la mujer.

Al otro día a Helena en el restauran le entregaron una tarjeta de visita con el nombre de Ezio, que decía:

"Si quieres saber quién es él en realidad, ve a esta dirección. Pasa el reverso de esta tarjeta en recepción para que te dejen pasar. Solo eres una entretención para él, ya está comprometido y apunto de casarse, por eso no te dijo quien es en realidad".

Luego de pensarlo la mujer pidió permiso en el restaurant, y fue al lugar, lo que fuera era mejor enfrentarlo y si era necesario borrarlo de su vida. En el lugar preguntó en recepción por Ezio.

— ¿Tiene cita con el Sr. Milocevich? — preguntó con voz monótona la recepcionista.

— No, pero necesito verlo — insistió.

— Lo siento, su agenda esta copada.

— Espere — le pasó la tarjeta.

La asistente apenas vio la frase "Va de mi parte, que hable con Ezio enseguida", y la firma, cambió su actitud, la hizo pasar al penhouse donde estaba la sala de reuniones, llamó a una persona anunciando que la Srta. Johnson necesita hablar con el Gerente General. El lugar era gigantesco. Helena nerviosa se puso a mirar el paisaje, hasta que el hombre que esperaba aparece atrás de ella.

— ¿Cómo estás? — preguntó él nervioso.

— ¿Eres el dueño de todo esto? — miraba al horizonte.

— Es de mis padres...

— Es lo mismo... ¿Por qué no me lo dijiste? — su voz se escuchaba dolida.

— Al principio no creí que fuera necesario, la pasábamos bien juntos y solo éramos amigos, como vi que no te gustaba las personas con dinero, no quería que me dejarás de ver. Sé que debí decírtelo todo antes pero entiende, tuve miedo. Contigo me siento como con nadie — la vio mirar a lo lejos — quiero saber qué piensas — preguntó angustiado.

ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora