Parte 7

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Su "niña" la tomó del brazo, pero en vez de dirigirse a la puerta de entrada, la llevó a una habitación más amplia que la que tenía, donde estaban todas sus cosas acomodadas.

— Está es su nueva habitación, ella es Mary — una jovencita morena de unos 10 años les hizo una reverencia — cuidará de usted desde ahora — la dueña de casa miró sonriendo a la anciana — Ann, ha sido como una madre para mí — abrazó a la mujer mayor que la veía asombrada — como pudo pensar que la echaría de mi lado.

Esa fue la forma en que la millonaria le agradeció por los años dedicados a su familia, y por haber amado de forma tan desinteresada y noble a su abuelo. La anciana vivió en ese hogar, rodeada de cariño y cuidados por cinco años, y cuando murió, su niña Cathy le dio su último regalo.

— No cree que es mucha molestia por una simple sirvienta — le dijo Robert, la noche luego del entierro de la nana.

— La quise mucho — miró a su esposo enojada — lamento si le incomoda mi decisión, en todo caso lo pague con mi dinero.

— No me molesta, solo era un comentario — sacudió la cabeza, nunca había entendido las excentricidades de su esposa con esa sirvienta, pero si eso la hacía feliz no la seguiría criticando por ese nuevo capricho.

Así Ann quedó enterrada en un lugar en tierra, lo más cerca que se pudo al lugar donde estaba Lord Peter.

La siguiente vez que sus almas encarnaron juntas, fue en la década del 1920, en Norteamérica, pero uno vivía en Florida, y la otra en Nevada, pero como estaba decretado que tenían que encontrarse ambos abrazaron la carrera militar.

— Jane ¿Está segura que quiere ir a esta guerra? — le preguntó la mujer mayor angustiada.

— Quiero hacer mi contribución, estaré bien madre, solo trabajaré en oficina, seré asistente, como se le ocurre que mandarían a una mujer a luchar al frente.

A la semana de alistarse.

— Me voy a París, estaré destinada por dos años — comentó feliz en su casa.

— Me preocupa que estés tan lejos cariño.

— Tranquila, estaré bien.

Ya en su destinación, trataba de ser lo más eficiente que podía. Allí conoció a David, un comandante algo mayor que ella, desde que se vieron se sintieron atraídos, trataban de mantener la distancia, pero cada día era más difícil.

— ¿Srta. Jane?

— ¿Si Comandante Brown?

— Es que quisiera — se sentía más angustiado que cuando iba a una misión al frente — ¿Le gustaría ir a... tomar un café conmigo?

Lo miró confundida, la propuesta la tomó desprevenida.

— No gracias — respondió.

— Entiendo — el hombre hizo ademán de retirarse.

— No me gusta el café, pero si le acepto un té.

— Genial, la pasó a buscar a las 1.700 horas — se fue con una sonrisa del lugar.

Así empezó una linda amistad que rápidamente derivó en amor, ambos sabían que él podía morir en cualquier momento. Comenzaron a tener relaciones, querían vivir al máximo antes que lo que más temían pudiera suceder.

— Falta tanto para que terminen con esta locura, tengo miedo por ti — le susurró ella, luego de una romántica noche que termino en la habitación de un hotel.

— Estaré bien, nada evitara que vuelva contigo — tomó una cajita que estaba en un bolsillo de su pantalón — ¿Quieres ser mi esposa? Sé que te gustaría algo más preparado, pero sabes que no sirvo para eso.

— Por supuesto que acepto — lo besó emocionada.

— Me dijeron que queda poco para que esto termine, están probando un arma que acabará con todas las guerras.

Jane avisó a su familia de su compromiso, la pareja decidió hacer la ceremonia civil un año más tarde en Europa, y cuando volvieran a Estados Unidos se haría la boda religiosa.

Los meses pasaban lentos, cada vez que David iba a una misión, ella quedaba con el alma en un hilo hasta que le avisaban que el escuadrón volvía con bajas, pero con su amado vivo.

Pero la maldición los volvió a alcanzar.

Dos meses antes de su matrimonio, se realizó una ceremonia en el arco de triunfo, todos los militares norteamericanos debían estar presentes.

— Te ves bien amor — le dijo Jane mientras le arreglaba la corbata.

— Tu mejor — le dio un beso rápido, mientras varios sonreían al verlos.

— Tengo una sorpresa para ti — la mujer tenía una sonrisa misteriosa — pero te lo diré cuando esto termine.

— Que mala eres, esperare impaciente para saber que es.

En medio del desfile, un francotirador comenzó a disparar y matar a la mayor cantidad de soldados antes que lo abatieran. Entre ellos cayó David, cuando lograron abatir al asesino, Jane ya estaba al lado del moribundo.

— Mi amor, te pondrás bien — sollozaba la mujer.

— No... mientas... — tosió, manchándola con su sangre — sé que estoy... muriendo... te amo...

— DAVID... no te vayas, no nos dejes solos. Eso te quería decir, estoy embarazada.

— Me haces... el...hombre más... feliz de la tierra... — ladeó la cabeza al morir en sus brazos.

Desde ese momento Jane vio todo como si fuera una película, ya no sentía nada, dormida o despierta no dejaba de sentir ese dolor constante en su alma.

Hasta que una noche se levantó, llegó al Sena, miró la luna reflejada en el río, empezó lentamente a entrar en el líquido helado, pero cuando el agua tocó su cintura, la nueva vida que llevaba en su vientre se hizo sentir. Ese fue el momento en que entendió que debía dejar de sentir compasión por lo que le pasó, había un ser indefenso que la necesitaba y debía ser fuerte. Un tiempo después volvió a los Estados Unidos.

— Que bueno que volviste bien cariño, lamento lo de David, por lo que nos contaste era un buen hombre — la abrazó la madre.

— Así era.

— ¿Ya has pensado a quien darás el bebé en adopción? — vio la cara de horror de su hija, a pesar de eso el padre siguió hablando — eres soltera, sé que te ibas a casar, pero no alcanzaron, esto será un estigma para ti, ningún hombre querrá cargar con el hijo de otro.

— ¿Y quién dijo que quiero casarme? Este es el hijo de David y mío, no me importa si tengo que limpiar baños toda mi vida para criarlo, si ustedes no lo aceptan, entonces me iré.

— ¿A dónde? — preguntó el padre — lo que te proponemos es la mejor solución, el bebé tendrá unos padres amorosos que le darán todo lo que necesite.

— Él TIENE unos padres amorosos, David y yo.

— Entiende, él está muerto.

— Pero todavía me tiene a mí — replicó la joven.

Al final la joven se fue de su casa, la hermana de David, Patty y su esposo la acogieron, ellos tenían tres hijos, al principio la muchacha consiguió trabajo de mesera, y luego que nació su hijo la contrataron en una oficina como secretaria.

Ya cuando el hijo de Jane cumplió 20 años, entró a la Universidad para estudiar Ingeniería.

— Que feliz se ve el pequeño David — le comentó su cuñada.

— Ya de pequeño no le queda nada — rió suavemente — está muy feliz, quería seguir esa carrera desde siempre — suspiró al verlo conversar con sus primos — es la viva imagen de su padre.

— Lo sé — la miró Patty contenta — mi hermano estaría orgulloso de cómo lo has criado.

— Gracias por decir eso.

ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora