A mi madre

83 8 0
                                        

Madre, la mujer que me dio la vida y a la que más quiero, te echo de menos, anhelo tu sonrisa de felicidad al ver a los niños, suspiro por tu olor a galletas recién hechas; como las que nos hacías todos los años en Navidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Madre, la mujer que me dio la vida y a la que más quiero, te echo de menos, anhelo tu sonrisa de felicidad al ver a los niños, suspiro por tu olor a galletas recién hechas; como las que nos hacías todos los años en Navidad.

Siempre trataba de agarrar alguna junto a Peter y los dos acabábamos quemados, pues nunca fui mucho de hacerte caso cuando me decías que estaban recién salidas del horno. Espero que las quemaduras de mi niño ya se hayan curado del todo, falta poco para Navidad.

Hace unos días, me llegó una carta con puntos amarillos por la humedad, tu letra sigue siendo tan hermosa como siempre; igual que cuando tenías que firmarme las autorizaciones para todas las excursiones de investigación del colegio, con esa caligrafía tan admirable que muchos de mis profesores creían que yo mismo había recalcado de alguna carta.

Si lo que humedeció el papel fueron tus lágrimas... por favor, madre, no llores por mí, aquí estoy bien, incluso he hecho amigos, como me pedías siempre que me mandabas al instituto. Te prometo que no duermo con calcetines, desde que el abuelo nos dejó no lo he hecho, puede que una de las cartas más dolorosas que he recibido en mi vida... no importa, sigo vivo y estoy totalmente sano, siempre paso todas las revisiones con más de 4 estrellas, así que no debes preocuparte por mi salud.

Es difícil no poder escuchar tu voz todos los domingos al salir de la iglesia y verte con tu bufanda preferida al cuello; recuerdo cuando te la compré, yo solo tenía 10 años. Había salido con unos amigos sin acordarme de avisarte de que me iba, volvimos tan tarde que  que un oficial me llevó a casa ya que no sabías que yo había salido y no estaba. Para que no te enfadaras demasiado, pasé por una tienda y me gasté toda la paga de dos meses en esa bufanda. Cuando llegué a casa me llenaste de besos y alguna que otra colleja, tus ojos oscuros estaban cristalizados y tus brazos me acogieron como siempre lo hacían; con cariño y ternura de madre.

Te recuerdo todos los días, sobre todo cuando nos dan la comida seca que tenemos aquí. Recuerdo perfectamente que cuando era pequeño me dabas la mitad de tu plato para que yo no pasara hambre y tú te ibas a dormir con el estómago vacío, siempre lo supe, te esforzaste mucho y lo pásate mal a lo largo de tu vida. Todo por mí.

Te juro por mi vida que te quiero más que a nada en este mundo y siempre lo haré hasta el fin de mis días. Quiero agradecerte todo lo que has hecho por mí, conseguiste que me aceptaran en la armería como becario y luego me ascendieron. Cuando aún era un adolescente inmaduro que no quería acercarse a Lorraine por miedo al rechazo, tú hablaste con ella porque yo no tenía valor para contarle mis sentimientos, si no fuera por ti, no tendría lo que ahora tengo.

Volveré en cuanto todo haya terminado. Te quiero madre, jamás me cansaré de decirlo, por muy aborrecida que te pueda tener con la misma frase; siento que cada vez que la escribo puedo estar algo más cerca de ti. Nos vemos pronto.

Únicamente te pido algo... pase lo que pase en el campo de batalla, no me olvides.  

Tu hijo mayor: Zack

Cartas de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora