xxvi. una nota bajo la estatua de bronce

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¿cuántas veces? bajo cielos
iguales a este,
bajo centenares
de días nublados,
por la ventana
observando a las polillas
volar en diagonal, bajo la lluvia
las polillas
diminutas, yo
haciendo con la mente
un esfuerzo casi
muscular:
¡inspiración
--sosteniendo
con los dedos los párpados abiertos--
ven a mí!
--a las palabras obligaba.

¡oh musa!
¡monstruo!
¿qué?
¿me rechazas?
ya he sido
rechazado por los humanos
miles de veces, ya sé
lo que se siente.

¿quién me ordenó
que escribiera?
¡un castigo!
¡y, atándome las manos
de forma que pudiera
sostener el lápiz --
y nada más!

¡una maldición!

si me hubieras visto
en aquella época, ¡el cuerpo
pesado como un cadáver!
y mi silencio
el réquiem, y al funeral
nadie era bienvenido.

¡y en mi cabeza
la desesperación era un pozo circular,
si me lo hubieran permitido
habría saltado sin protesta!

y los ojos, solo los ojos
eran iguales a los
de ahora.

(todo esto
lo arrastraba
con pasos largos como quien escapa.)

¡vladímir!
¡mi querido!
si tan solo uno
de nosotros
hubiera creído en la otra vida,
para que me vieras:
¡son tuyas cada una
de estas estrofas!
y aceptaras
un intercambio
(¡la muerte
no es lugar para un poeta!)
y poder devolverte
las palabras,
y que así me dieras
el silencio.

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