xxx. testamento a los veinte años

384 105 3
                                    

si alguna vez se preguntaron
cómo se ve un poeta en la vida real,
yo me siento en el suelo y armo una playlist
para que suene en mi funeral.

(y me retuerzo las manos hasta romperlas
en el intento de reconocer un sentimiento.)

de mis peores momentos suicidas conservo
solo las más sanas y limpias decisiones
(como a quién dejarle todos mis libros y
cómo impedir que alguien más vuelva a desear
la muerte).

padres, doctores, dioses,
¿los decepcioné?

(si lastimé a alguien juro
que casi nunca lo hago a propósito.)

¿en qué momento rompí aquello
que estaba destinado para mí?

(¿y cómo saber, si mi corazón no tiene
matemática,
cuánto he mejorado y cuánto estoy
decayendo?)

y si soy
demasiado inútil para darme muerte,
¿es eso una ventaja
o una vergüenza?

(de mis recaídas conservo
pensamientos que me resultan ajenos.)

el día que comencé
a entender a los suicidas,
lo marcaría en el calendario más sólido
que mi propio cumpleaños.

si alguna vez se preguntaron
cómo se ve un poeta en la vida real, les mostraré:
podría dibujarme
con un solo trazo.
no soy la gran cosa. soy lo mínimo
indispensable.

hablo sole
todo el tiempo -- ¿pero no hace lo mismo
el viento?

jamás escribo
lo que tenía intención de escribir,
y, cuando me sobra
el tiempo
(que es siempre)
planifico, como una fiesta, mi entierro
para que puedan bailar el swing junto a mis huesos.

TOSKADonde viven las historias. Descúbrelo ahora