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Eligió una mesa. Aunque le hubiese gustado, no junto a la ventana, donde podría ver de primero cuando llegase Jimin, sino en el centro de la cafetería. No quería verse muy desesperado.

Al fin llegó Jimin, con su chaqueta negra de siempre, sus cachetes inflados y preciosa sonrisa.

—Hola —saludó y se sentó en frente con una ligera sonrisa sin dientes.

Namjoon saludó de igual manera.

Jimin parecía haber sido despreocupado al vestirse, en contraste con él, pero no es que le molestara. Le parecía tierno.

 —¿Cómo está? —preguntó el moreno inseguro de cómo empezar una conversación real.

El otro contestó asintiendo, no del todo convencido, encogiendo un poco los hombros. A Kim le volvía a picar la curiosidad y le fue imposible no pensar en la madrugada del otro día.

  —¿Y usted?

Sonrió en respuesta.

  —Estoy bastante bien.

Más probable era que fuese así tan solo porque se encontraba en una cafetería en frente del chico bonito que a la primera vez pensó que no volvería a ver en su vida. De igual forma, su vida estaba bien. Nada extraordinario sucedía, y eso le permitía sentirse bien con cosas no tan grandes.

El mesero llegó con la carta, marquilla color azúl, que por alguna razón parecía resaltar al estar frente a Jimin. Era como si con el chico las etiquetas desaparecieran.

  —Pida lo que quiera. Yo invito —ofreció con la expresión más amena que lograba dar.

Había algo en la forma de mirar del joven que emitía dulzura, mas detrás de eso había algo más... gris. Quizás fuese nostalgia, pena o lástima. A Namjoon le hacía sentir un tanto incómodo, pues lo único que buscaba él era hacerle sentir cómodo. Aún así, estaba dispuesto a tragarse sus inconformidades.

—No se preocupe, puedo solo. —Y pidió un brownie, como era de esperarse.

Kim solo pidió té. Sí le gustaba el azúcar, pero en ese momento estaba bien teniendo al joven en frente. Quería abrir sus oídos para escuchar cada sonido suyo, quería aprender de él, cómo se comportaba y cómo vivía su vida. 

Tenía tanto aún por descubrir de él, tantas preguntas sobre su manera de vivir, de pensar, se le hacía difícil centrarse en una pregunta concreta. Pero empezaría por algo sencillo, que de todos modos tendría peso a los ojos de Namjoon.

  —Y... ¿y a qué se dedica? —preguntó un poco nervioso por recibir una respuesta cortante.

—He estado haciendo cursos y talleres de artes plásticas. —Jimin sonrió un poco al decirlo—. Y generalmente pinto, o salgo al parque y bueno, no hago mucho. ¿Y usted?

Le ponía nervioso verlo de cerca. Aunque esa hubiese sido la manera en la que lo conoció. El chico se cerraba, y era desesperante, Namjoon estaba ansioso por verlo todo, y a la vez temía ahuyentarlo al abrirse él mismo. Tal vez Park Jimin era de aquellos que consideraba más decente mantener una conversación superficial y de intervenciones cortas al estarse conociendo.

Namjoon no estaba haciendo mucho con su vida. Se encontraba en una pausa vacía. No hacía mucho, no producía, no ganaba. Todo tenía un aspecto apagado, y aquello que debía emocionarle parecía más bien monótono.

—Bueno, yo... —Observó sus dedos jugando con la servilleta, dudando de si sincerarse con ello—. Yo produzco música... Compongo pistas pero... —Alzó la vista un segundo para observar la reacción del contrario, y sus mejillas quisieron sonrojarse—. No sé. —Se encogió de hombros—. No he encontrado inspiración entonces paso el rato con mi mejor amigo y vamos a fiestas. Y actualmente, no trabajo. Debería. Pronto.

Temía que se le estuviese agotando el dinero, y en realidad, así era, efectivamente. Jimin asintió con una expresión facial que Namjoon no pudo decifrar. Le hizo sentir mal, no lograba interpretarla, quizás no era algo negativo, pero le volvía más inseguro de lo que se ha sentido en cualquier otra circunstancia normal.

—No se preocupe, Kim, no soy de juzgar sin conocer.

Aquello lo sorprendió un poco. Pero tenía todo el sentido del mundo.

—¿Y qué cosas pintas? —preguntó para no quedar en el silencio e hizo un esfuerzo por mantener la mirada en sus ojos.

Jimin apartó la mirada un segundo y se encogió de hombros.

—Bodegones, paisajes, animales. A veces personas. Cosas básicas, supongo.

El más chico soltó otra pequeña sonrisa, y el moreno se sintió aliviado. No iba mal, ¿cierto?

Ahí venía el pedido de ambos, el brownie y el té. Tuvo su taza en frente y observó su borroso reflejo perforado con el brillo de las lámparas. Miró la mejilla de Park Jimin. ¿Sería su tipo? Probablemente no. ¿El chico de su foto de perfil, sí?

—¿Puedo preguntarle algo? —preguntó con más firmeza que seguridad. El otro alzó la mirada y Nam lo tomó como indicio para continuar. Jimin partía y comía el cuadro de masa chocolatada con un tenedor, Kim Namjoon casi sonríe fuera de contexto—. ¿Quién es la persona de tu perfil? —Sonaba entrometido, hizo un intento por enmendarlo—. Parecen cercanos.

—Ah... —Regresó su vista a su plato, pareciendo decepcionado, como si de repente su postre le diese asco. Hubo unos segundos de silencio y Kim Namjoon no supo si insistir o nadar en el vacío también. ¿Se habrían peleado Jimin y el chico? Ahora tenía más cara de melancolía y él se sentía culpable. ¿Entonces sí era de quien estaba enamorado?—. Mi mejor amigo. —Rió tenuemente con ironía y se pasó el dorso de la mano arrastrada contra su frente.

Parecía tener sentido. Un cliché deprimente.

Ramen & Chocolate [NamMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora