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Un día más tarde seguía encerrado en su casa y de verdad que ya no sabía qué hacer. Sentía que estaba perdiendo la cabeza quedándose ahí encerrado, pero no se le ocurría qué hacer. No podría ver a Seokjin, porque bueno, era obvio por qué. Y sí, conocía una montonada de gente con la que podría pasar el rato, pero Namjoon, Kim Namjoon, el procrastinador, el que sabía cómo echar a perder su vida lentamente en un solo mes, el chico negro que parecía fumar pero no lo hacía porque le parecía asqueroso, bueno, él solo quería volver a ver a Park Jimin. Y casarse con él de paso.

—¿Qué estoy haciendo con mi puta vida? —Se vio tentado a lanzar la silla, pero no le apetecía tener que arreglarla después.

Alguien llamaba a su celular. ¿Quién sería?

Park Jimin.

—Hola, habla Kim Namjoon —dijo al contestar.

—Hola, soy Park Jimin. Como ya supondrá. —Le sentía un tono de voz alegre—. ¿Cómo está?

—Puedes hablarme informalmente —respondió con una ligera risa—. Yo estoy bien, ¿y tú?

Si existía un Dios, le agradecía, esto era lo único que necesitaba.

—Muy bien, gracias. Solo quería preguntar si podía pasar ahora a tu casa o encontrarnos en algún lado. Tengo algo para ti.

¿Algo para él? Solo podía imaginar merecerse una cachetada.

—¿Te queda bien el parque? —preguntó.

—No hay problema —dijo Jimin—. ¿A qué hora?

—A la que quieras tú.

—¿Si te parece en una hora?

—Claro.

Namjoon sonreía, y cuando estuvo consciente de que lo hacía, le dedicó la sonrisa a Jimin, a pesar de que él no pudiese verla.

Se despidieron los dos y Jimin fue el primero en colgar.

No es como si hubiera ido a hacerlo, pero en el fondo sentía unas ganas de llorar de la felicidad. Namjoon tenía un falso presentimiento de que nunca iba a volver a verlo, tal vez ni siquiera escuchar de él.

Casualmente, la tarde estaba soleada, en contraste con la de ayer. Incluso había un arcoíris.

Con una sonrisa dibujada en el rostro, e incapaz de detener a su imaginación de hacerlo pensar en escenas románticas, fue a ducharse –a pesar de que ya lo hubiese hecho en la mañana– y eligió su mejor ropa, aunque evitando parecer demasiado formal.

Se miró en el espejo, cosa que lo desilusionó un poco. No es que no se considerase atractivo, pero no se consideraba atractivo. ¿Era el chico de la foto más apuesto que él? ¿O era más talentoso y carismático? No podía conocerlo, pero empezaba a tener expectativas tan altas del chico incógnito que su autoestima amenazaba con caer.

Quiso alejar sus pensamientos depresivos de su cabeza, decidió no darles más importancia y miró su reloj.

Viendo que solo faltaban diez minutos para que se cumpliese la dichosa hora, salió corriendo con efusividad. Deseando no tener que esperar demasiado a Jimin una vez estando en el parque.

Para su sorpresa, Jimin ya estaba allí con una bolsa plástica en mano que parecía contener algo cuadrado y sólido.

—Te pasas de puntual ¿no? —saludó Namjoon sonriendo tanto, que sentía que su rostro se iba acalambrar.

—Fíjate que no soy el único —respondió Jimin, también con una sonrisa, aunque no tan grande como la de Namjoon—. ¿Cómo has estado? Te ves feliz.

—¿Yo? Pues, bien, bien.

Claro que no había estado bien, el pensamiento de sus sonrisas, y luego de que tuviese a alguien más, lo había estado carcomiendo durante tantos días que perdió la cuenta. Pero esas cosas le sucedían ya con frecuencia, a veces deseaba desahogarse, gritarle al mundo que estaba desesperado, deprimido, o enojado. Pero justo en el momento en el que se le presentaba la oportunidad, en el que le preguntaban “¿cómo estás?”, precisamente todo se le olvidaba, no lo pensaba dos veces y respondía “bien”. No es ni siquiera su intención cuando le sucede, solo pasa por sí solo, automáticamente. Y desearía al menos poder considerar la opción de mentir o desahogarse, pero el mundo te enseñaba a contestar “bien”, y si era mentira, tan solo por cortesía. En opinión de Namjoon, esa era la peor costumbre de la gente.

De todos modos, no habría querido molestar a Jimin con algo que no necesitaba saber, incomodarlo, o quién sabe, incluso darle una mala impresión. Así que, de cierta forma, estaba agradecido esta única vez de no haber vacilado en responder “bien”.

—Y feliz, pues, porque me alegra verte.

Jimin dejó de mostrar sus dientes, pero siguió sonriendo.

—¿Y tú como estás?

Se encogió de hombros en respuesta.

—Bien. ¿Sabes? —Jimin sacó un lienzo pintado de la bolsa—. Me habría gustado que quedara más realista, lo siento. Y las luces quedaron un poco torpes, pero lo intenté.

Namjoon no tenía ni idea de qué hablaba, él veía el cuadro perfecto. Lo miraba asombrado y con la boca ligeramente abierta.

—Wow, Jimin...

Era la pintura de los chocolates que él mismo le había regalado.

—No sé tú, pero yo lo veo precioso. Tan perfecto como tú. —Alzó las cejas y lo miró a los ojos.

Jimin miró al rededor buscando algo o nada con nerviosismo.

—Ya, no te tienes que poner nervioso —dijo riendo—. Estoy molestando. ¿Quieres...?

Jimin volvió a hacer contacto visual.

—¿Quieres ayudarme a colgarlo? Creo que tú tendrías mejor percepción para decorar.

—Sí, claro.






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tardé en actualizar a propósito porque están votando poquitas personas y la historia es corta ajjsj
quedan al rededor de 6 capítulos!!

Ramen & Chocolate [NamMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora