Capitulo 32: La Chica Más Feliz Del Mundo.

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-Que si mujer.- repito por décima vez con voz frustrada. Al parecer a Carol es muy difícil meterle cosas en la cabeza. Me habla como si de su propia vida se tratase cuando sólo es un simple almuerzo. Ella se va a desayunar con Aaron y Eric mientras que yo prepararía mi propia comida. Pero Carol se toma todo muy enserio.

-Estás segura de que sabes cómo hacerlo?- me pregunta con nervios mientras yo me apoyo de espaldas a la mesada de la cocina con una sonrisa de oreja a oreja. Amaba verla como se preocupaba por mi. Causa gracia la forma en la que me observa dándome las indicaciones correctas para no quemar la casa. Asiento lentamente con la misma sonrisa haciéndola reír entre dientes. 

-Sigo preocupada.- dice negando con la cabeza repetidamente. Yo la miro con súplica mientras ella me devuelve la mirada de reojo. 

-Por favor Carol, vete.- digo señalando a la puerta para que se valla de una vez.- Se te está haciendo tarde.- digo en un cántico que funciona ya que ella sale por la puerta como una bala. 

-Está bien, confío en ti.- dice señalándome con su dedo índice mientras que con una de sus manos sostiene el picaporte de la puerta. Yo sonrío con victoria mientras me pongo de puntillas para agarrar una olla del estante y luego colocarla en la mesada para empezar a cocinar.

 -Llamaré a Beth para que te ayude.- fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta para salir casi corriendo a la casa de Aaron y su pareja. 

Yo sonrío mientras lavo mis manos para comenzar a preparar mi delicioso almuerzo. Agarro todo tipo de verduras de la lacena y las separo a todas en la gran mesada. Hay tomates, cebolla, papas y también alimentos enlatados, como arvejas y champiñones. Absolutamente todo menos zanahorias. Mis favoritas. Me rehusé a preparar mi almuerzo sin zanahorias. Así que me sequé bien las manos con un paño y me fui directo al almacén. Tal vez saludaría a Olivia y entablaría una amistosa conversación con ella. Hablar con esa mujer tan dulce por las mañanas es algo súper entretenido. Ella y sus chistes me hacen el día muy relajante.

Al llegar al pequeño almacén puedo ver que ella no se encuentra. Reemplazándola se encuentra Matt. Frunzo el ceño al verlo ahí parado y me dirijo confusa hacia su puesto.

-Y Olivia?- pregunto muy curiosa mientras puedo ver un saco de zanahorias justo detrás de él.

-Buenos días.- saluda con una sonrisa enorme. Sonrío mirando al suelo, Matt me observa de lado y yo asiento para que me conteste lo que le pregunté segundos atrás.

-Se fue a la casa de los Anderson. La inventaron a almorzar.- yo sólo levanto mi cejas como contestación. Él anota varias palabras en una libreta pequeña mientras yo me distraigo con su letra un poco pequeña y desordenada.

- Y, qué buscas?- desvío la vista de la libreta mientras señalo detrás de él el saco de zanahorias. Matt se dirige hacia ellas y abre rápidamente la bolsa.- Como cuántas quieres?- pregunta dándome la espalda.

- Unas tres.- vuelve a cerrar la bolsa y coloca en la pequeña mesa junto con la libreta unas tres zanahorias provocando que sonría como si tuviesen vida propia.

Ya en casa y con todos los ingredientes listos, comienzo a cocinar empezando por colocar agua en la olla y poniéndola a hervir a fuego rápido. Todo esto siguiendo los pasos dados por mi madre cuando tenía unos seis años. Recuerdo que estaba muy emocionada por ser toda una Chef y que moría por cortar, hervir y despedazar cosas. Debo admitir que mis habilidades con la cocina mejoraron a partir de entonces. Sonrío sin querer al acordarme de cómo jugábamos en los tiempos libres. Mirábamos películas, me ensenaba a andar en mi bicicleta y escuchábamos sus canciones favoritas en su viejo tocadiscos. Adoraba esos tiempos. Con mamá siempre habíamos tenido esa clase de relación inseparable. En esos tiempos yo no tenía amigos y cuando ella notaba mi profunda soledad eramos sólo nosotras dos en nuestra enorme burbuja de risas. Nunca desprecié su compañía. Siempre aprovechaba y me reunía con ella. Llegó un punto máximo en el que cuando ella salía a trabajar y yo no podía acompañarla, le enviaba cartas sin sentido a su trabajo. Bueno, en realidad las escondía en su bolso y cuando ella lo revisaba las encontraba. 

El Sheriff de Mis Sueños (Carl Grimes y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora