Confesiones

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Capítulo 10

Corrimos juntos por la arena, su mano se aferraba a la mía y yo me aferraba a aquel momento, llegamos al porche del condómino, el soltó mi mano, dejando un vacío, al cual intente no darle importancia.

  -¿Qué piensas hacer? – dije ocultando mi descontento.

El me contemplo divertido, mientras se subía al Jeep del jefe.

-Daremos un paseo – soltó una carcajada tenue- Anda sube 

-Sabías que esto es ilegal – dije mientras rodeaba el carro para subirme.

Me senté a su lado, él ya había echado a andar el motor, y antes de salir dijo:

- Solo es un préstamo, lo devolveremos completo, bueno, eso creo.

Su risita contagio el lugar, pero esta quedo opacada por el rechinido de los neumáticos, indicándonos que habíamos salido de aquella privada, la noche era larga, hermosa pero peligrosa, al igual que mi compañero a quien le había confiado mi vida, no, mejor dicho, mi corazón.

El viaje en auto se llevó a cabo en silencio, los dos llevábamos miles de preguntas en la cabeza, mas ninguno se dignaba a hablar, esperaríamos a estar en un lugar tranquilo, aquel silencio no me resultaba incomodo, al contrario, era mi refugio, uno que no duraría mucho, por primera vez en mucho tiempo le diría a este individuo cosas que prefería callar, y escucharía cosas que estaba segura, no serían de mi agrado.

Llegamos a unas cabañas a las afueras de Haeundae-gu, en esa área la playa estaba desierta, la estructura de las cabañas no era muy confiable pero combinaba perfecto con aquella situación, caminamos hacia una de la cabañas desoladas, abrir la puerta de esta no represento problema para mi compañero quien prendió la luz, indicándome que entrara.  

Aquella cabaña, me recordó al desván de la TS, solo que esta no estaba alfombrada y no había estudio, la pequeña cabaña solo contaba con tres habitaciones escazas en muebles, y una chimenea que ocupaba ¾ de la pared color perla, acogedora, verdaderamente acogedora.  

El tomo asiento en el sofá de cuero, se acomodó en silencio y yo hice lo mismo, ahora solo quedaba esperar quien iniciaría, ambos buscábamos las palabras, había tanto que queríamos decir, pero también era mucho, lo que no queríamos escuchar.

-¿Park HaeJun? – hablo por fin

Suspire, trague saliva y comencé con el relato, entre más rápido comenzase más  rápido terminaría.

-Nací en Oxford una pequeña ciudad de Kansas, crecí en un orfanato junto a Dan, no conocí a mis padres biológicos ni el tampoco, cuando tenía 5 años el orfanato donde vivía quedo en quiebra, cada vez había más niños y la residencia ya no podía hacerse cargo, recuerdo que la madre me dijo que me llevarían a Nebraska, yo me reusaba a separarme de Dan, así que escapamos juntos, como veras, en aquel momento el orfanato era un caos así que fue sencillo, o al menos eso creo.

“Camine de la mano de Dan por las heladas calles de Kansas, no recuerdo mucho de aquella época, ya que era muy pequeña, un mañana caminando por una de las plazas del centro, nos encontramos con una viejecilla extranjera, sus ojos eran rasgados y de un precioso color negro, aún recuerdo el olor de su melena, mmm, avellanas caseras.

-¿Cómo se llaman? – pregunto esta mientras nos limpiaba las caras con un pañuelo.

Yo me aferraba a la mano de Dan mientras este hablaba.

-Yo soy Daniel y ella es Nataly y buscamos un lugar para vivir. – dijo el pequeño de 7 años.

-Oh, ya veo, supongo que ustedes también han sido abandonados por sus semejantes, pero saben que, ya no estarán más solos, porque yo Park Jung Soo les cuidare. – la viejecilla tomo la mano de Dan y caminamos los tres juntos hasta llegar a la casa de su hijo (Park NamSoon). El recibimiento no fue bueno, había gritos y reproches, cosas que a mi corta edad no entendía, después de una larga pelea, la prometida de NamSoon, quien era norteamericana dijo que ella podría ayudarnos a registrarnos y así la dulce viejecilla podría traernos con ella a Corea, y así fue, recibimos actas de nacimiento y pasaportes, lo cuales llevaban el apellido de la prometida “Grey”.

Al llegar a Corea, se esforzó por enseñarnos cosas básicas del idioma, pero no era suficiente, así que opto por inscribirnos en la escuela, desgraciadamente la institución se reusaba a aceptarnos sin la firma de nuestro tutor (la prometida de NamSoon) y para evitarle problemas a la ahora recién casada pareja, nos registró de nuevo en Corea, pero ahora con nombres coreanos.

Nunca nos llamó por esos nombres, para ella yo siempre fui Naty y Daniel siempre fue Dan, esa es una de las rozones por las cuales solo los usamos cuando es necesario, nada más.”   

El silencio inundo la habitación, él estaba serio, meditando las palabras provenientes de mi boca, yo me hallaba tensa a su lado, esperando que algo saliese de sus labios, me lleve la sorpresa de mi vida cuando una pequeña carcajada sutil salió de estos.

-Vaya, y yo como estúpido buscando un nombre norteamericano, cuando Park HaeJun, estaba delante de mis ojos. – rio un poco más, para después recuperar la compostura y encontrarse con mi rostro quien dibujaba una sonrisa tenue por el comentario pasado. – Haz sufrido mucho y aun así, sigues sonriendo.

Sus dedos tocaron mi rostro y siguieron con delicadeza la forma de mis labios, aquel gesto me había dejado sin habla.

-No… – luche por murmurar, pero solo salió un pequeño hilo de voz. – Yo fui muy afortunada…

La frase fue interrumpida por sus labios quienes se prensaron a los míos de una manera tierna y lenta, correspondí a aquel beso de la misma manera, el sabor de sus labios era agridulce al igual que aquel momento, en el que no existía nadie más que nosotros, solo nosotros dos, solo dos individuos que se encontraron, que estaban destinados a ser pero al mismo tiempo a no ser, porque juntos lo éramos todo, juntos éramos infinitos, lástima que aquel momento, no lo fuese.    

-Te quiero – suspiro

-Te quiero – suspire de vuelta.

La luna nos envolvía con su esplendor, un esplendor que no era propio, pero esplendor al fin. 

One way love (B.A.P fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora