6. Fin del verano.

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Nadie quiere estropearlo

¿Se mantendrá siempre tranquilo?

Incluso la soledad que conduce a la mentira habitual.

Algun dia desaparecerían

Sin dejar rastro.

OLDCODEX – Bitter aspiration.


Otabek Altin no se considera un sujeto fácil de intimidar

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Otabek Altin no se considera un sujeto fácil de intimidar. No obstante la fría mirada frente a él podría estar poniéndolo un poco nervioso.

Los ojos azules de Mila Babicheva brillan como un par de fríos zafiros, llenos de reproche y una pequeñisima pizca de dolor.

—No me veas así —pide el mayor, deslizando la mano sobre la mesa de madera, intentando tomar la mano de la pelirroja y suspira al verla alejándose, quitando la mano—. Mila, ya te dije que no pasó nada.

—Ya hemos hablado de ésto, Otabek. Tienes que ser más sincero conmigo.

El Kazajo suspira, frustración bullendo en él.

¿Cómo llegaron a esa situación si todo estaba bien hace un par de semanas?

Al comienzo del verano ella llegó a su oficina cuando las clases habían finalizado para dar comienzo a las merecidas y anheladas vacaciones.

La menor llegó hecha una furia con marcas de golpes y arañazos mal disimulados con maquillaje. Por supuesto que Otabek se sorprendió cuando ella prácticamente lo culpó de todo.

Para Altin no era una sorpresa que Sara Crispino estuviera interesada en él. Las múltiples notas insinuantes que aparecen en su oficina cada mañana y las miradas que la Italiana le dedica son pruebas descaradamente obvias de ello.

Y no es algo nuevo, ni algo que hubiese comenzado repentinamente. Sara Crispino ha dado signos de un gusto hacia su persona desde que él aún vivía en Kazajistán y viajaba a Hasetsu en vacaciones para convivir con su hermana y sobrinos, donde conoció a la morena de bonitos ojos amatistas mientras jugaba con Yuuri en el patio de Yu—topia.

Con el paso del tiempo Sara se volvió una mujer bastante llamativa, pero también dejó de ser atractiva a sus ojos cuando la descubrió lanzando sonrisas coquetas a diestra y siniestra sin importarle nada.

Otabek no soporta que las mujeres sean tan frívolas.

Así que cuando se mudó definitivamente a Hasetsu y entró como profesor al Instituto donde su sobrina estudiaba, descubrió que Sara ya no lo veía tanto y eso logró aliviarle en gran medida.

El vendedor de sueños y la ilusa que los compra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora