Futuro.

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—Odio al profesor de composición

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—Odio al profesor de composición.

—Yo creo que es un buen maestro.

—Por supuesto, te ama por tu talento. ¿A mí? Me odia por llegar tarde un par de veces. Viejo loco.

—Yo creo que no le agradas porque te burlaste de su bigote en frente de toda la clase. —Disimulo una risa —Deberías intentar llegar temprano.

—Yuuri, el día que yo llegue a tiempo a una clase será el día en que ese viejo estúpido, intento de Salvador Dalí, deje de tocar su feo bigote.

Han pasado dos meses desde el comienzo de clases. Al no ser realmente sociable no hablaba con nadie de mi clase. Hasta que una tarde, esperando a Yura sentada en una banca blanca afuera del conservatorio, jugando con el celular y una nueva aplicación de piano, escuché algo que no debía.

— ¡No puedes simplemente terminar esto!

— ¡Duh, idiota! Es justo lo que estoy haciendo.

Una pareja discutía. Y si yo creía que era cruel con mi novio en nuestras peleas de veinte segundos para decidir quién lavaría los platos sucios, ellos estaban listos hasta para un divorcio espiritual.

— ¡Escúchate! Nunca te importe ¡No te importó lo nuestro!

— ¡Me importó, maldito infeliz! Pero cualquiera dejaría de sentir amor por alguien que se acostó con su prima ¡Eres un cerdo! Y ella una puta. ¡No quieras dártelas de santo y echarme la culpa a mí de esto!

Una vez la sarta de blasfemias acabó, ella me descubrió escondida en un arbusto porque mi celular comenzó a sonar. Era Yura intentando encontrarme.

En lugar de molestarse me reconoció como una compañera con la que compartía dos clases, mientras que a mí su rostro no me sonaba de nada.

Al día siguiente ella simplemente comenzó a hablarme como si nos conociéramos de toda la vida y lejos de ser molesto, me sentí a gusto con ella.

De cierta forma me recordaba a Yuratchka. Por su forma de hablar, quizás.

Y ese era su punto fuerte: la voz.

Rina Yoshida canta como los ángeles, pero su vocabulario común es el de una prostituta. Eso dijo Yuri el día que los presenté, cuando la encontramos a ella en nuestro restaurante favorito. Mientras comíamos Katsudon.

Se llevan bien, ambos creen que deben protegerme del mundo entero y Yura piensa que es seguro que yo esté a lado de Rina solo porque de esa forma ningún chico se me acerca. Ella suele ser un poco intimidante. Y gusta de gastarle bromas a mi novio.

—No puedo con los hombres. No sé manejarlos.

—No son automóviles, Rina.

— ¡Ya sé! —Grita ella justo en el parque donde nuestros caminos se separan hoy y se cruzarán mañana —Dejaré de perseguir penes. Las mujeres son más blanditas y huelen mejor. Qué dices, Yuuri, ¿por qué no dejas al imbécil de tu novio extranjero y tomas un producto nacional? Tengo pechos bonitos.

El vendedor de sueños y la ilusa que los compra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora