Capitulo veinte: Quiero seguir contando estrellas.

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27 de mayo del 2034

Aquella mañana calurosa de sábado de finales de mayo. Era increíble. Estando fuera de casa tantos años es imposible acordarte del calor. Adoraba el frio. Prefería el frio mil veces. Miré el reloj.

-¡Mierda! ¡Me dormido! –Me levanté lo más rápido posible. -¡Espero que Chino haya abierto!

Me puse lo primero que encontré tirado en aquella habitación.

-De hoy no pasa comprar una lámpara.

Bajé las escaleras rápidamente cogiendo una tostada de Richard.

-¡Me debes una tostada!

-Tengo prisa ¡Te invito a una cerveza!

-Espero que sea verdad.

Cerré la puerta de la entrada con fuerza. No fue aposta. No me di cuenta. Corrí al coche abriéndolo desde bastante distancia mientras me comía aquella tostada fría con mucho extra de mantequilla. Al arrancarlo comenzó una de esas canciones del estilo de Úrsula. Apostaba a que la escuchaba al máximo volumen pensando que estaba en un concierto. Recuerdo que fuimos a su concierto de adolescentes. Éramos jóvenes, teníamos cuanto ¿Quince años? Dieciséis como mucho. Rezaba para llegar lo antes posible sin encontrar tráfico. Pero eso no fue posible. Un semáforo en rojo donde pasaba la gente con prisa mientras yo seguí el ritmo de la música. Cantaba, lo olvidaba todo simplemente chillaba cantando. Era increíble las vueltas que había que dar para encontrar un aparcamiento en aquel pueblo donde el único sitio que había para aparcar era en aquel descampado que estaba más lejos que mi casa.

-¡Perfecto! ¡Aparcamiento! –Mi alegría en ese momento era real al ver aquel sitio libre.

Aparqué mal. No importaba. Entré. Había bastante gente. Gracias Chino. Tú no te has dormido.

-¡Lo siento! ¡Lo siento! Me dormido, no sé qué me ha pasado.

-No te preocupes, eres el jefe, tienes excusa. –Sonrió. –No ha habido ningún problema, todo está correcto. Cafés y algo de bollería, nada complicado. Has recibido una carta.

Chino sacó de su bolsillo del delantal aquella carta blanca.

-¿No sabes quien la ha traído?

-No, estaba en el buzón de la entrada.

-La leeré luego, no pasa nada. Toca trabajar. Hoy es sábado, la gente suele venir más los fines de semana.

Ambos hacíamos algo. Limpiar. Recoger. Fregar. Cobrar. Atender. Preparar. Escuchar. Escuchaba algunas conversaciones de los clientes. Sus fines de semanas. Como sería. Me recordaba a cuando iba al instituto y hacían corrillos recopilando lo mejor de sus fines de semana algo así como cuantas copas de más se habían tomado. Con cuantos chicos se habían llegado a liar en una noche. Cuantos cigarros se habían llegado a fumar entre copa y copa. Por suerte esto no tenía nada que ver. Hablaban de comer en casa de sus suegros. Limpiar toda la casa. Preparar comida para toda la semana y meterlo en tupperware. Me acuerdo de mi vecina. Cuando le dio aquella comida ¿Qué era? Nunca lo llegamos a saber, es mejor no recordarlo. Aquel fue el primer y único día que probé la deliciosa comida de su tía ¿Elena? Me declaré fan número uno de Elena, la gran reina de la cocina.

-¡Exijo mi cerveza!

Me asusté. No me esperaba a Richard. ¿Cómo tan pronto? ¿Ya le ha dado tiempo de prepararse otra tostada y comérsela?

-¡Hola Richard! ¿Qué temprano estas hoy aquí no? –Exclamó Chino mientras se acercaba con una bandeja de platos sucios.

-Exijo lo que tu jefe me debe. –Se sentó en aquel taburete alto enfrente de la barra.

21:58Donde viven las historias. Descúbrelo ahora