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 Un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven.

El joven alado retrocedió. Sin darse cuenta, se había acercado demasiado a la muchacha. Tanto, que pudo sentir su respiración en el rostro.

—¿Me tienes miedo ahora? —preguntó, esperando obtener un sí como respuesta.

—¡No tenía idea! —contestó. Se notaba que había quedado muy impresionada por lo que había escuchado.

—¿Ahora me comprendes? —susurró él.

Pero la chica estaba pensando en otra cosa. Su mente divagaba y no lo escuchó. Solo se limitó a sonreírle, como si se sintiera feliz. Eso desconcertó al muchacho.

—¿Por qué estás sonriendo? —Dante no entendía el gesto de Jo. ¿Por qué razón lo haría, después de haber oído semejante cosa? No tenía ningún sentido.

Cuando ella abrió la boca, lo comprendió.

—¿De veras te gustaría hacer todo eso que dijiste? ¿Acariciarme el rostro, acomodarme el cabello... y besar mi mano? —Lo observó, esperando una respuesta. Se había quedado callado, porque no sabía qué decir.

Después de un rato, Jo se inclinó hacia él y le dijo en tono de confidencia:

—Me encantaría que lo hicieras.

Dante resopló, se puso de pie de repente y empezó a caminar por la habitación, nerviosamente.

—¿No escuchaste lo que te dije después de eso? Podría matarte, Joanna. —Su mirada se entristeció—. Soy demasiado peligroso para ti. No voy a arriesgar tu vida por un capricho egoísta mío, me niego rotundamente.

—Estoy dispuesta a correr el riesgo —dijo sin pensar, por el solo hecho de contestar alguna cosa.

—¿Estás loca?

Ella se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—Tal vez sí —respondió ella con sequedad—. O tal vez, hay una pequeña parte de mí que dice que no podrás lastimarme. Al menos, no físicamente.

—Tú eres muy importante para mí y lastimarte es la última cosa que haría intencionalmente —se quedó duro—. Espera. —La miró, absorto—. ¿Acabas de decir que te encantaría que yo...? —Se interrumpió.

Ella dijo que sí con la cabeza.

—No. —Palideció—. Yo no quería que esto pasara. Mi tarea es protegerte, mantenerte a salvo y alejada de los peligros, y eso me incluye en la lista. No pretendía que sintieras nada por mí.

—Ya es muy tarde para eso —contestó la joven, malhumorada.

—Lo siento mucho, no era mi intención. Es imposible que suceda algo entre nosotros.

Jo lo fulminó con la mirada.

—Entiéndelo, por favor —le suplicó, lleno de culpa—. Entre tú y yo no puede haber nada. No porque yo no quiera (creo que lo dejé bastante claro), sino porque la naturaleza entera está en nuestra contra. Nada podemos hacer al respecto. No se puede luchar contra ella, es la fuerza más poderosa que existe.

—¿No hay una manera de revertir tu situación? ¿De hacerte menos peligroso? ¿No puedes desdemonizarte? —preguntó de modo bastante expresivo.

Él puso cara de desilusión.

—Lo dudo mucho. Ya lo he pensado, pero no sé si eso pueda ser posible. Creo que será mejor para los dos si yo me mantengo invisible. Seguiré acompañándote y podremos seguir hablando, pero no es buena idea que me materialice frente a ti. Lo único que logro con eso es confundirnos a ambos, hacernos soñar que soy humano cuando en realidad no lo soy. Por más que así me sienta cuando estoy contigo.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora