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Violeta llegó con una bandeja, y les hizo imposible continuar con la conversación. Jo se sintió realmente frustrada de que fuera tan oportuna. Sabía que no había problema, porque ella sabía lo de Dante, pero le parecía raro hablar con él, estando alguien presente.

Joanna, si no te molesta, debo ir a hablar con Jofiel. Regresaré esta noche. ¿Me esperarías aquí afuera?

—¿Me estás diciendo que ya puedo verte? —De repente, se olvidó de su amiga por completo—. ¿Recuperaste tu apariencia?

Violeta la miró con asombro, y colocó la bandeja sobre la mesa. Le hubiera gustado oír la conversación completa, y no solo lo que decía la joven.

Todavía continúo con mi forma demoníaca, pero es posible que, si me ves como la primera vez, recupere mi figura humana. ¿Harías el intento por mí?

—¡SÍ! —gritó— ¡Sí, por supuesto! Haré lo que me pidas.

No imaginé que te entusiasmara tanto ver algo tan feo como yo.

—No eres feo. Digo, tal vez un poco. Pero aún sigues siendo tú. No me interesa cómo luzcas.

Te veré más tarde.

—¡Espera! ¿Qué le dirás a Jofiel?

Solo quiero aclararle algunas cuestiones. No te preocupes, no lo voy a tocar.

En ese momento, Jo sintió un enorme vacío en su interior. Le pareció que él se estaba riendo. Se dirigió a la silla y se sentó, tomando la taza de té recién servido.

—¿Qué fue todo eso? ¿Hablabas con Dante? —Violeta estaba fascinada con lo que había presenciado.

—Sí. —Jo se agarraba el pecho con una mano.

—¿Qué te ocurre? ¿Te duele? —Se asustó su amiga.

—No. Es que siento que se ha ido. —La chica la miraba—. Es como un gran vacío, una angustia que crece y crece a cada segundo mientras él está ausente. Es un tipo de dolor, pero no físico. Por fortuna sé que volverá. De lo contrario, no sé lo que haría. Este sentimiento es insoportable. Como si me hubieran partido en dos.

—¿Te pasa cada vez que se aleja de ti?

—Eso creo.

Violeta le puso las manos sobre los hombros. Estaba muy seria. Parecía estar a punto de decir alguna de sus cosas místicas. Siempre se ponía así cuando tenía alguna revelación.

—Joanna, escúchame con muchísima atención.

—Te escucho.

—Me parece que has encontrado a tu alma gemela.

Jo puso cara de desconcierto.

—¿Mi qué?

—Lee mis labios. Tu al-ma-ge-me-la.

¡No! Lo que le faltaba.

—¡Psssss! —Puso los ojos en blanco—. Síiiii, claaaaro, Viole. Mi alma gemela.

—¡Estoy hablando en serio! ¿Por qué piensas que te sientes así? Y otra cosa, ¿no me digas que todavía piensas que es una casualidad que él sea un demonio y que sólo tú puedas ser capaz de verlo?

Jo se quedó sin palabras.

—En realidad, nunca me detuve a pensar en eso. Tal vez sí sea una casualidad.

—¡Las casualidades no existen! Todo es causalidad.

—Eso es lo que tú dices. Nadie me lo ha probado aún.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora