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Se estaba poniendo el sol.

Jo salió de lo de Chris y fue a arreglarse un poco. El viento la había despeinado toda y las lágrimas le habían corrido el maquillaje de los ojos. Dante no podía verla así, tan descuidada. ¿Qué pensaría de ella?

—Si no te conociera, dirías que tienes una cita —comentó Violeta, al verla cantando y sonriendo frente al espejo.

—Tengo que subir a la terraza.

—Espero que después me pongas al tanto.

—No va a pasar nada emocionante, Viole.

—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso puedes ver el futuro? —Se le ocurrió una idea y salió corriendo.

Regresó con una bolsita de terciopelo.

—¿Qué traes ahí? —preguntó Jo con curiosidad, pintándose los labios del mismo rosa de su vestido.

—Mis cartas. —Su amiga puso cara de espanto—. ¡Por favor, Jo! ¡Déjame hacerte una tirada!

—No. Sabes que no creo en esas cosas.

—Pero... Solo una... por favor. Una y nada más. Te lo prometo. No volveré a molestarte. Por favor... no tienes por qué creer en nada de lo que digo... Por favor... por favor...

—Oh, ¡Está bien! —dijo la chica, tomando asiento frente a Violeta—. Pero después de esto, no quiero volver a ver tus cartas en mi vida. ¿Entendiste?

—¡Yupiiii! —gritó la pelirroja, feliz— ¡Te quiero, Jo!

—Pues a veces, no parece...

Joanna mezcló el mazo y se lo entregó a la adivina, con desconfianza. Esta las colocó en orden sobre la mesa y las contempló durante un rato, con expresión de alarma. Contuvo la respiración y se tapó la boca.

Después dijo, haciéndose la tonta:

—Creo que tenías razón, Jo. No ha sido muy buena idea de mi parte obligarte a esto. Será mejor que lo dejemos para otro día. —Hizo ademán de juntarlas.

—¡Espera! —La detuvo la chica rubia con la mano—. ¿Qué fue lo que viste? ¿Por qué pusiste esa cara de espanto?

—Probablemente no sea nada. Predecir el futuro no es una ciencia exacta.

—¡Dime! —le ordenó.

—Pero no te asustes. Te sale un gran peligro en tu futuro inmediato.

—¿Eso es todo?

—No. Ufff... no sé cómo decirte esto. —Se pasó la mano por la cara.

—¿Qué tan malo puede ser?

—Mucho. —Se estremeció la chica.

—¿Qué tanto? ¿En una escala del uno al diez?

Violeta suspiró. No podía ocultar una cosa así a su mejor amiga. Tenía que advertirle. Por lo menos, para que anduviera con cuidado de ahora en adelante.

Jo se estaba impacientando.

—Te sale la muerte.

—Debes estar bromeando.

—Mira, no necesitas creer en estas cosas. Haz de cuenta que no te dije nada. Fue una pésima idea decírtelo. Te has puesto pálida... ¿Estás bien? —Le tocó el hombro.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora