Capítulo IX

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El invierno de había ido junto con sus copos de nieve, lagos congelados transparentes como el cristal y sus mantos blancos por la mañana. El césped volvía a crecer y los animales más pequeños salían de sus refugios invernales para tomar los primeros rayos de sol primaveral.

- Ana ya baja del árbol, tenemos que ir con Tom – Celar trataba de bajar a la pequeña niña desde hacía cinco minutos, pero cualquier intento era inútil. Ahora que la primavera llegaba era el momento perfecto para buscar un poco de agua, frutas frescas y algo de carne, y era mejor realizar estas tareas con la ayuda de un amigo. Pasaron otros cinco minutos sin que Ana cumpliera con la orden de bajar del árbol, así que Celar decidió ir por ella, cuando la niña vio lo que trataba de hacer, pegó su pequeño cuerpo al tronco del árbol en un intento por pasar desapercibida, Celar que sabía lo que estaba pasando, fingió bajar por las ramas y cuando Ana se preparaba para salir de su escondrijo este la sorprendió provocando un pequeño grito de la chiquilla seguido por las carcajadas de ambos.

- Eres una niña escurridiza – dijo Celar aún riendo.

Caminaron por un sendero de robles y abedules cuyos retoños estaban apareciendo, cuando llegaron al cubil de Tom este seguía durmiendo y solo tres de sus cachorros se encontraban jugando en la nieve, los cuales al ver a su compañera de juegos humana corrieron hacia ella para iniciar una nueva ronda.

- Tom despierta – llamó Celar, sin éxito – tendré que usa otra táctica... ejem ... TOM, UN CONEJO!!!.

- Ah, dónde, yo voy por él!! - exclamó el lobo mientras daba un salto, ro lo único que observó fue a una comitiva riéndose por la graciosa escena – Celar, tu, cornudo de dos patas! – gruñó Tom al momento en que iniciaba una divertida persecución tras Celar.

- Atrápalo papá – gritaban sus cachorros.

Cuando la cacería fingida terminó, todos se dispusieron a realizar la tareas de importancia, la esposa de Tom, Laika, se quedó en el refugio para cuidar a los cachorros, mientras que Tom, Celar y Ana irían por la comida. Antes de que el sol se ocultara, los tres llegaron cargados de media docena de conejos, dos avutardas y varios peces que levaban en una canasta mientras que en otra Ana cargaba nueces, bellotas, fresas y manzanas. Celar se quedó con la mitad de la comida y con sus nuevas provisiones partió con Ana a la cueva. 

Celar y AnaWhere stories live. Discover now