Tres.

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Le sonó el despertador a las siete de la mañana y sus lágrimas aún no habían cesado.
Hizo todo lo que solía hacer por las mañanas, pero esta vez estaba su madre despierta.
No sabía qué mosca le había picado, ella no se solía levantar por las mañanas.
No quería mirarla a la cara.
Iba a salir ya hacia el instituto.

-Eh. Espera. -Dijo su madre.

Laura no la miró, simplemente se paró y miró al suelo.

-Mañana no vas al instituto. -Aclaró.

-Claro... ahora vas a querer separarme de mi novia. -Dijo sin saber ni si era su novia-. Pero... no. No lo vas a conseguir. Hazme lo que quieras pero tú de ella no me separas. Ni tú ni nadie.

Salió por la puerta dando un portazo y volvieron a caerle las lágrimas de la impotencia. Tenía claro que iba a luchar por ella todo lo que hiciera falta.
Llegó a la puerta de su mejor amiga y la abrazó con fuerza.

-¿Qué te pasa? -Dijo Ainhoa-. ¿Te dijo que no Erika?

-Me dijo que sí, es mi madre. -Dijo casi sin poder hablar.

-Respira.

Después de relajarse le contó todo lo ocurrido el día anterior y ese mismo día hacía unos instantes.

-Sois muy monas. Pero lo de tu madre me parece muy fuerte. -Dijo Ainhoa.

-Mira. -Dijo Laura enseñándole la muñeca y los nudillos.

-Joder, ¿te agredió físicamente?

-Lo de los nudillos me lo hice yo sola. Pero lo otro no.

-Qué fuerte.

-Me voy a ir de casa.

-¿Qué?

-Lo que oyes.

-¿Dónde vas a ir?

-No lo sé pero me piro. Voy a hablar con Erika. Tengo el plan perfecto.

-Pero si no sabes ni dónde vas, ¿cómo que el plan perfecto?

-Cuando esté durmiendo o no haya nadie en casa me piro, que no me pueda detener. No quiero que sepa nada de mí por todo lo que me ha hecho pasar en tan poco tiempo. Y mi padre ni ha aparecido por casa. Yo ya no sé qué cojones está pasando. Pero seguro que él me comprendería mejor que la amargada esa.

-Llama a tu padre a ver dónde está.

-Pero si me ha quitado el móvil, ¿cómo lo voy a llamar?

Las dos oyeron a alguien corriendo detrás de ellas. Se giraron a la vez. Era Erika, se tiró a los brazos de Laura y comenzó a besarla.

-¡Qué bonito! -Exclamó Ainhoa.

Seguidamente se puso a llorar.
Los labios de las dos chicas se separaron y se quedaron mirando las dos a Ainhoa.

-¡Dejadme! Que estoy sensible. -Admitió Ainhoa secándose una de las lágrimas-. Bueno. Os dejo, que tenéis cosas de qué hablar.

Ainhoa siguió su camino sola y Erika y Laura se quedaron a solas.
Erika se dio cuenta de la mano llena de heridas de Laura y se la cogió suavemente. Le levantó con cuidado la manga de la chaqueta.

-¿Te lo ha hecho ella?

A Laura le cayó otra lágrima.

-Lo de la muñeca sí. Lo otro no.

Erika le limpió la lágrima que le había caido y la besó.

-Me voy de casa. -Informó Laura.

-¿Cómo que te vas de casa?

A pesar de todo, te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora