Capítulo 29

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Benjamín

Por primera vez en mi vida soy uno de los primeros en llegar al instituto... 

—Que no se te haga costumbre, amigo —me regaño, procurando no toparme con ella mientras recorro los pasillos.  Ella. La que no debe tener poder sobre mí. 

Llego a una esquina, saco un poco la cabeza para asegurarme de que no viene nadie y, de esa forma, sigilosamente cambio de pasillo. Así hasta llegar a mi salón. Sin embargo pongo cara de perro pateado al percatarme de que ella ya está en su lugar, y por si fuera poco es la única dentro. La única. ¿Para qué nací? 

Está limando sus uñas tranquilamente, consciente de que no debe preocuparse pues no deja para última hora pendientes ni recibe llamados de atención por llegar tarde. Debí suponer que madrugaría, me regaño. Debí ver por la ventana antes de entrar. Debí saltar de un quinto piso anoche.  

Cuando me mira quedo advertido de que es tarde para huir. Sería obvio. Me encojo de hombros y, cual preso caminando hasta el pelotón de fusilamiento, hago mi camino hasta el último banco de la cuarta fila del lago izquierdo. Lo cambiaría pero es el que me asignaron desde inicio de curso. 

Tratando de no lucir tan patético, dejo caer mi mochila y tomo mi lugar junto a ella. Aylin. Mi cruz. Mi infierno. Mi lucha. Busca algo para hacer, imbécil, me animo y a regañadientes saco de mi mochila el cuaderno de Inglés para avanzar con eso. Corrección: Para fingir que estoy avanzando con eso.

Aylin continua limando sus uñas, la lima es color rosa con cerecitas. Cada semana trae una de diferente color. Asimismo también parece haber recortado las puntas de su cabello. No es que le ponga atención, está ahí cual compañero de celda. Me pregunto si...

—Hoy estás muy preocupado por tus tareas —dice en voz baja, sin dejar de ver sus uñas.

Viene preparada para atacar.  

—See.

De pronto siento que el cuello de mi camisa apreta demasiado.  

—Primera vez —añade, jugando con mis nervios.

—Mjm.

Ella es consciente de los hermosa que es, por lo que constantemente acomoda su cabello hacia un lado y me deja ver su rostro de muñeca de porcelana para torturarme. 

—Lástima que esa tarea ya no la tengamos que entregar —señala, arrastrando sus palabras. Como si no le diera satisfacción hacerme ver que soy un imbécil. 

Observo con fastidio mi cuaderno e intento recordar. Maldición. Sí, en efecto, el viejo palurdo de Inglés dijo que esto ya no lo entregaríamos hoy. Regreso de mala gana todo a mi mochila y busco otra para distraerme. Pero, cuál. Busco... Busco... 

—Para hoy no tenemos pendientes —dice Aylin, viendo de reojo cómo pongo de cabeza mis cosas.

Debe disfrutar verme vulnerable. 

—Oh.

Coloco mis manos sobre el escritorio, entrelazo mis dedos y observo con ansiedad la puerta. Es increíble que todavía no entre nadie. Aylin aún está ocupada con sus uñas. El SSS SSS SSS que produce la lima cuando la raspa también está enloqueciéndome. 

¡Mi teléfono! , recuerdo oportunamente y lo busco dentro de mi bolsillo. En eso puedo ocupar mi tiempo. 

Christian Calaschi ya tiene 931 seguidores. Ya quiero ver la cara de Armando cuando le demuestre lo fácil que es conquistar mujeres. 

Armando entre faldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora