Capítulo 27

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Armando

Estoy de pie frente a la puerta de Benjamín leyendo por sexta vez el letrero: Paso prohibido a Armando. Me encojo de hombros y regreso a la cocina a seguir ayudando a Iara con la cena.

—¿Todavía te odia? —me pregunta ella cuando retomo lo que estaba haciendo antes de irme. Picando apio. 

—Creo que me empezará a dirigir la palabra en dos mil cincuenta.

—Y creo que no estás del todo consciente del problema en el que lo metiste.

No puede ser tan grave. —¿Qué es un corazón menos o uno más en...

—Instagram.

—Eso.

Iara suspira.

—Al seleccionar ese "corazoncito" básicamente enviaste una alerta de Estoy aquí a Aylin —explica—. Ella recibirá una notificación señalando que Benjamín estaba viendo fotografías viejas de ella. Ni siquiera nuevas. Viejas. Era de 2015, Armando. Y reparará en que él la estaba espiando. ¿Te gustaría que te atraparan espiando a alguien que te gusta?

—De acuerdo, si es grave —admito.

—Todo depende de cómo lo resuelva Benja. Yo tengo en experiencia en Manejo de crisis, traté con Relacionistas públicos. Quizá puedo ayudarle con eso. 

—¿Trabajaste con Relacionistas públicos? —pregunto, realmente asombrado—. Para sólo ser psicóloga sabes mucho de todo y has estado en todo. 

—Sí... 

—Es realmente admirable.

—Y no puedo creer que no sepas usar Instagram —insiste, colocando en la freidera más alitas que acaba de sazonar. Vamos a cenar alitas de búfalo con aderezo casero y puré.

—Es una larga historia.

—Tenemos tiempo —resuelve, limpiando sus manos para pasar de las alitas al puré.

—Mi amigo Daniel tuvo problemas con los medios de comunicación y se alejó de todo lo que tenga que ver con Social media. Desde entonces yo también he sido reacio. Es mi único amigo, de esos que uno llama gran amigo. ¿Qué iba a hacer en Instagram, por ejemplo, sin él? 

—Quizá tu amigo tuvo problemas más por él mismo que por los mismos medios de comunicación —rebate Iara, un tanto suspicaz. La miro sin comprender a qué viene eso. 

—No. Él se equivocó, sí —aclaro—, pero los medios se escargaron de exagerar todo, explotar la nota y crucificarlo para vender revistas y mantener su audiencia en televisión.

—Cualquiera diría que tu amigo realmente hizo algo malo.

—Es Daniel Saviñon —admito, con pesar, aunque al mismo tiempo aliviado de que Daniel esté superando todo aquello—. El del escándalo Saviñon.

—Interesante —dice Iara, sin mirarme. Parece incómoda—. Intentó asesinar a su prometida, ¿no?

Levanto mi mirada en dirección a ella, que continua concentrada en el puré, y es que llamó mi atención la pizca de rencor con la que hace alusión a Daniel. 

Y Daniel admitió que quizá la conoce.

—Ni siquiera le apuntó con el arma —continuo, aclarando—. Tuvo una reacción humana ante una situación caótica y... rectificó. Es todo. Sin embargo, esa mujer y su amante hicieron uso del poder del padre de ella para exhibirle.

—El padre de ella es dueño de una cadena de televisión y... editoriales de revista —señala Iara, acertadamente.

—Así es. 

Armando entre faldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora