Capítulo 37

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Capítulo dedicado a angevia23 pues justamente ayer recordaba que, si no estoy mal, le diste el primer voto a Carolina entre líneas. Corrígeme si me equivoco. Entonces tenías una foto de perfil vestida de quinceañera, ¿no? :) Gracias por seguir aquí ♥. Tú. TODOS. Los quiero. 

Los últimos capítulos serán dedicados a los mejores comentarios. Así que pilas que yo estoy lista para leerles ♥

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Armando

—Yo toco el timbre, Armando explica por qué estamos aquí y a Daniel que le entreguen el consolador.

—No —Daniel resopla—, yo toco el timbre y a ti que te entreguen el consolador.

Levanto mi mano.

—Yo opino que...

—No, a ti te toca dar las explicaciones. Con eso no hay pierde.

Mierda.

Este es el momento de mi vida que más temí llegase: Estar de pie frente a la puerta de una anciana para pedirle —suplicarle— devolverme un pene de plástico.

Veo pasar mi vida delante de mis ojos recapitulando escena por escena cómo en el infierno llegué a este punto.

—¿Seguro que no prefiere jugar con una pelota? —pregunta Marco maldiciendo en voz baja, a la vez que —con empujones— me obliga a ser el primero en llegar la puerta.

—No quiere nada que no sea ese aparato.

Digo «aparato» para no repetir «consolador» o «pene de plástico».

—Toca —Me pide Daniel. La puerta se ve más grande de cerca.

No quiero.

Aunque...

—Pensé que no se animarían—saluda doña Celia para mi abriendo con un movimiento coqueto su puerta un segundo antes de que me anime a tocar. ¡Nos espió!

—Yo... —La miro con terror.

No sé qué decir.

La señora se toma su tiempo para curiosear cómo venimos vestidos. Parece conforme. Porque está viendo cómo venimos vestidos, ¿cierto?

—Este... —Daniel mete sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Ninguno habla.

—Llevaban media hora discutiendo.

¿Por qué venimos en primer lugar?

—Perdón, es que... bueno, el asunto que nos trae es... un poco incómodo.

Y las chicas nos amenazaron con no dejarnos entrar a menos que recuperemos el consolador.

Doña Celia asiente. Parece comprender. Parece.

—Pasen.

Nunca ninguna invitación se sintió tan prometedora.

Ella espera a que cada uno entre para pasar de nosotros y guiarnos del vestíbulo a la sala de estar.

—No queremos importunarla —Se disculpa Daniel mirándome para que también diga algo ya. ¡Pero ya! Tomemos el pene vibrante y larguémonos.

—Para nada. Mis amigas están dentro —Doña Celia sonríe en nuestra dirección—. Ustedes solo... pasen.

Amigas.

Habló en plural.

Nos miramos el uno al otro y avanzamos. Aunque primero recibo otro empujón por parte de Marco. A ver, yo no tengo la culpa de que Vanesa sea quien da las órdenes.

Armando entre faldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora