No he podido dormir hoy, mi mente está muy activa, solo piensa en Ryan y en que se va, de verdad no quiero que se vaya, él tenía que irse conmigo, es muy triste...aunque aún no sé si realmente se va, nadie me lo ha confirmado.
Me levanto, tomo un poco de agua que me trajeron hace horas y me acuesto esta vez en el suelo frío.
"Cuando estés grande y te duela la panza recordarás por qué te lo digo" recuerdo que dice mi madre siempre que me acuesto en el suelo o ando descalza por la casa. No entiendo eso de "me dolerá la panza" pero bueno, tal vez lo entienda algún día por las malas.
Siento que el sueño comienza a aparecer.
Así que poco a poco me voy quedando dormida.
Despierto, voy al baño, me cepillo los dientes, me doy una ducha con agua tibia y cuando estoy lista salgo del baño para encontrarme la linda sorpresa de ver a mi amigo Ryan ahí en su silla de ruedas.
No digo nada y solo lo abrazo.
–No te vayas por favor–es lo único que digo.
–Tengo que hacerlo, sino jamás saldré de aquí–me dice.
Lo miro, mis ojos se colocan llorosos.
No, no, yo no quiero llorar, eso me hace parecer muy bebé.
Echo la cabeza hacia atrás para intentar que mis ojos se traguen las lágrimas ¿Funcionará?
Ryan se ríe.
–¿Qué se supone que haces? –me pregunta tratando de bajar mi cara.
Me río y bajo la cara, pero las lágrimas se escapan.
–Nos veremos pronto, venía a despedirme–me dice.
Lo vuelvo a abrazar.
–Más le vale a esa familia que te ayuden a caminar o cuando los vea los golpearé y te secuestraré.
Ryan ríe nuevamente.
–¿De dónde una niña tan bonita y educada saca esas palabras tan macabras? –me pregunta sonriendo.
Sonrío.
–No lo sé–digo y me separo de él.
–No te pierdas mucho–dice Ryan.
–¿Y cómo hago eso? –le pregunto.
Nos quedamos en silencio, tengo ochos años, pero sé que separarnos es algo que será inevitable, pues nosotros hemos pasado por nuestras vidas para decirnos hola y adiós.
Otra lágrima se escapa, porque sé que jamás lo volveré a ver.
Ryan me seca la lágrima en silencio.
–Adiós–me dice y una de las señoras del orfanato comienza a dirigirlo hacia la salida.
–Adiós Ryan–me despido.
Cierran la puerta y me quedo allí parada, hasta que escucho los mismos gritos de la otra vez.
Corro hasta el ventanal y veo a muchos niños despidiéndose.
– ¡Adiós Ryan! –gritan algunos.
– ¡Mejórate! –grita otro.
–No te pierdas mucho–repito sus palabras en voz baja–aunque sea inevitable.
Veo como el auto se aleja y la mano de Ryan por fuera.
Suspiro y me siento en el suelo.
Me quiero ir ahora con más razón.
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Cuando Las Estrellas Dejen De Brillar-DISPONIBLE EN FÍSICO.
RomansaEn 1988, un incendio en Grecia acabó con muchas vidas, incluyendo a los padres y familiares de Ryan Russó, quien sobrevive a la catástrofe con tan solo tres meses de nacido. El niño va creciendo con pequeñas dificultades que el incendio provocó en s...