Edward apenas había dormido debido a que se encargó de la mayoría de las vigilancias nocturnas, pero cuando por fin consiguió cerrar los ojos y perderse en su mente, empezaron a sonar campanas en el barco para despertar a cada tripulante, incluso a los que tenían un sueño tan pesado como el de un oso invernando.
Rascándose los ojos bostezó. Cuando abrió los ojos de una vez por todas, vio la pequeña isla de Skye en la lejanía, las casas de colores pastel siendo bañadas por el tono anaranjado del sol empezando a surgir, y el puerto despertando. Los tenderetes de la gente siendo montados, y barcos marchándose dejándoles un gran espacio para desembarcar.
Genial, eso sería una gran ventaja para cuando saboteasen el mercado y necesitasen una huida rápida y directa.
-¡Cambiad las velas! -exclamó Knox, nuevamente desde la cofa, no era de extrañar.
Hay gente a la que le atemorizan las alturas y darían lo que fuese para bajar con un chasquido de dedos, pero Knox era distinto. Cuanto más alto mejor, era como un ave enjaulado que al estar en la cima de un lugar podía echar a volar en cualquier momento para ser libre.
El aire chocaba contra su pecho desnudo y pálido pero tonificado, los rizos caoba eran ondeados por la suave brisa mañanera, lanzó una cuerda que tocó el suelo y se deslizó por ella con tal divina presteza que lo hacía ver la cosa más sencilla del planeta.
-¡Poned la otra bandera!
La bandera negra con una calavera descendió de inmediato para ser sustituida por una azul con la silueta en dorado de un Kelpie.
A partir de ese momento el barco ya no se llamaba Leviatán, sino Keige. El Keige era un corsario conocido por la gran mayoría de los escoceses, Rain Flitzergahd era su capitán y según lo que se decía se encargaba de deshacerse de los piratas en alta mar y regresaba a las ciudades a por la recompensa.
En fin, lo que se decía. Había un dicho muy conocido entre los hombres del Leviatán, «lo que la mayoría diga, verdad para todos será.» Porque da igual que tú sepas lo que has hecho y lo que no, cuando muchos empiezan a crear un rumor que se creerán y extenderá como la peste.
En realidad nunca se deshicieron de otros piratas, sino que se aliaron a ellos, contrabandearon algunas sustancias ilegales y al final Edward siempre pedía la bandera para al menos poder decir que ese barco fue asaltado de verdad y no volverían a verlo.
Vamos, que todos salían ganando.
-Veo que estás despierto-los ojos de Edward se clavaron en la punta de las botas de su amigo. Empezaron a subir por sus piernas hasta que advirtió en su mano extendida, la estrechó y Knox lo ayudó a ponerse en pie-, ya pensaba que llegaríamos y ni aparecerías. ¿Qué hacías durmiendo en la intemperie, por cierto?
-Es vuestra culpa, si estoy aquí es porque nadie quiere montar guardia por la noche y me toca a mí.
-Pues qué mierda de guardia que se queda dormido-Knox chascó la lengua y rió cuando escuchó el suave gruñido que salió de la garganta de su amigo. Le dio unas suaves palmaditas en la espalda. -Era broma, amiguito mío. Era una mísera broma.
-Anda que tú de bufón te mueres de hambre.
-Y te quedarías con mis huesos, lo sabes-el pelirrojo le guiñó un ojo y Edward le pegó un manotazo en el hombro.
-¿Moira está despierta?
Knox se encogió de hombros, cuando la recién nombrada apareció haciéndose un moño alto con sus dedos ágiles y la mandíbula de ambos hombres cayó al suelo. Moira no era una mujer de vestidos, pero cuando llevaba pantalones y camiseta sabía lucirse muy bien, sobre todo al combinar anchas camisetas blancas sin hombros con corsés que le daban un toque más femenino todavía, como si su complexión de reloj de arena no fuera suficiente para dejar a un hombre sin palabras, e incluso a algunas mujeres.

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De mitos y leyendas
FantasyLos misterios son bonitos mientras son sólo eso: misterios. Las criaturas fantásticas eran un misterio en la sociedad, una X en el mundo. Ni siquiera el diez por ciento de la población sabía de ellos, pero los pocos que conocían sobre su paradero o...