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—Odio el festival de primavera—dijo alguien desde el pasillo, Julianne no pudo evitar aguzar el odio ante la mención de tal fiesta. ¿Un festival de primavera?

Ya casi había olvidado en qué estación se encontraban. Bueno, casi no. Lo había hecho hasta que ese comentario se lo recordó. Sintió una gran pena invadiéndola, hasta que oyó el grito de Gerda llamándola, tan estruendoso y molesto como siempre. ¿Acaso algún día se acostumbraría a su "cautiverio"?

Una vez se encontró delante de esta no se molestó en bajar la cabeza. Gerda al fin y al cabo parecía estar acostumbrándose a su conducta medio rebelde para una sirvienta, y no la recriminaba apenas.

—Pensé que no llegarías nunca, sirvienta. —formuló esta con petulancia.

—Yo pensé que el cielo era lila y no. —

Gerda soltó un resoplido pero ignoró su desfachatez, Julianne estaba enterada de lo que ocurría si la desobedecías. Diez latigazos por tu conducta, y luego tantos como días llevases en esa casa del demonio.

Nunca había sido flagelada, pero tampoco tenía intención de descubrir la lacerante sensación.

—Como bien habrás escuchado por la casa, se acerca el festival de primavera.—hizo una pequeña pausa—, lo cual significa que necesitaremos vino y comida en abundancia. En la mesa te he dejado una pequeña lista con todo lo que tú debes comprar, espero que no te pierdas por la ciudad o tendré que enviar a Nákar contigo.

La piel se le puso de gallina nada más oír el nombre de ese hombre. Era un ser horrible, y aún así, parecía que Gerda la protegía. Porque cada vez que este entraba al ataque, ella aparecía y la sacaba de apuros.

—No me perderé.—respondió apresurada. Una vez su mente dejó de ser eclipsada por el hijo de esa maldita mujer, cayó en la cuenta de algo.

Gerda no le estaba diciendo literalmente que no se perdiese, sino que no se atreviese a escapar o dejaría a la bestia libre.

—Más te vale.

Julianne tragó saliva con impotencia y sin esperar por permiso para retirarse, cogió la nota y se fue.

Quizá no escaparía, pero al menos podría disfrutar de un poco de aire libre de verdad, una hora o toda la mañana allí fuera. Apenas recordaba lo que era la luz solar directa contra la piel en vez de filtrándose por vidrio. Sólo sabía que era una buena sensación que echaba de menos. Además vería a otras personas que no eran sirvientas más que de sí mismas.

Una ilusión extraña se adueñó de su pecho, y aceleró el ritmo de sus pesadas sin darse cuenta de que sonreía hasta que se vio reflejada en un espejo de la entrada.

Antes salir a la calle le parecía insignificante. Ahora entendía la libertad que en realidad figuraba.

/.../

—Por fin estás consciente—comentó una voz femenina digna de una buena amante.

Eckler tragó saliva y parpadeó varias veces. Al dar con el rostro pálido de una hermosa mujer, se estremeció e intentó retroceder, pero estaba atado a la cama. Se preguntó por qué y luego la mujer volvió a hablar.

—Tu amigo sigue dormido, tenía ganas de que uno al fin despertase.

—¿Tú eres su madre? —se aventuró a preguntar Eckler.

Ella sonrió, Eckler arrugó la nariz en cuanto percibió un extraño olor a podrido y lavanda al mismo tiempo.

—Soy algo así como su madre, sí. La cosa es, que son niños a los que sus padres no quieren y abandonan en el bosque hasta que los encuentro. —tras una pequeña pausa añadió un poco más flojito—. Soy la única que alguna vez los querrá de verdad.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2021 ⏰

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