-Va a despertar-comunicó una voz cansada-, deberán darle esta infusión que les dejo aquí, y descanso. Sobre todo descanso, de verdad lo lamento por su hija. Los hombres de hoy ya no saben como divertirse por la calle.
-Gracias doctora.
Se escuchó cerrarse una puerta, y lo primero que se le pasó por la cabeza era que sus padres la habían encontrado y se hallaba en casa. En la de verdad. No tardó mucho en darse cuenta de que no era así.
Abrió los ojos y con temor los clavó en las personas delante de ella, se arrastró hacia atrás hasta que su espalda chocó contra la fría pared.
-¿Quiénes sois?
-¿Qué queréis de mí? -se mofó una mujer, su pelo parecía de paja de lo seco que estaba. -, ya, esas son las preguntas que te harás, pero tranquila. Todas quedarán respondidas.
Como Julianne no supo qué decir, la mujer prosiguió con su charla.
-Nuestra hija Julianne Kallaghan se casará con uno de los hombres más ricos de Islandia, tú, una simple pueblerina que trabaja para nosotros no hará nada. Los criados no tienen nombre ¿lo has entendido?
Julianne escupió en dirección a la mujer, pero era tan refinada que ni eso sabía hacer. Las babas cayeron sobre su barbilla provocando las risas de los presentes.
-Indefensa. ¿Sabes? Quizá nos lo pasemos mejor de lo que pensábamos.
La mujer se levantó de la silla y la siguió el hombre, que debía ser su marido.
-Quemad su ropa y traedle sus nuevas prendas.
-Podría escapar-masculló Julianne, sin pensárselo-, lo haré, no lo dudéis.
-Si te atreves, tus amiguitos morirán siendo alimento para las llamas.
Julianne no supo si eso le afectaba, pero algo la hizo contraatacar.
-No lo harías, bruja asquerosa.
Sonrió con malicia provocando que Julianne se estremeciese en su lugar. Quería llorar de la impotencia, y gritar de la rabia que la corroía en aquellos instantes. ¿Así que por eso le habían enviado una carta sus padres? Habían concertado un matrimonio con un hombre podrido de dinero, y por lo visto los dementes de la ciudad se enteraban mucho antes que ella misma.
-¿Dónde estamos?
-Aberdeen, querida. Cuando terminen de asearte ven arriba, te explicaremos cuál es nuestro plan para ti.
-Arde en el infierno.
La mujer dio un portazo al salir, y el suelo vibró ante tal bestialidad. Julianne se lanzó a suelo y se encogió permitiéndose llorar, hasta que tiraron de su brazo bruscamente obligándola a ponerse de pie. Ante ella había una mujer de unos treinta años, tenía marcas de golpes por su cuerpo y en su rostro cicatrices, su semblante se mantenía serio.
-Camina si no quieres que te lleven a la cruz, niña.
Verdadera pena se apoderó de ella. Aquella mujer no parecía mala, sino rota, ¿y si era como ella? Tenía sentido, una familia que raptaba a jóvenes que tenían un matrimonio planeado con hombres ricos.
-¿Cómo te llamas?
-Una sirvienta no tiene nombre.
Julianne negó con la cabeza.
-Pues yo sí, me llamo Julianne, y no soy una sirvienta. Tampoco lo seré.
Agarrándola de la muñeca, la mujer tiró de ella por todo el sótano hasta que se situaron delante de lo que parecía una chimenea. Rasgó con sus fuertes manos aquel precioso vestido verde y lo lanzó al fuego sin dudarlo ni un segundo. Tampoco parecía animada con la idea.

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De mitos y leyendas
FantasyLos misterios son bonitos mientras son sólo eso: misterios. Las criaturas fantásticas eran un misterio en la sociedad, una X en el mundo. Ni siquiera el diez por ciento de la población sabía de ellos, pero los pocos que conocían sobre su paradero o...