9: dulce niñita

40 6 4
                                    

La niñita sonrió a la bestia, estaba segura de que no le haría nada, pues le había dedicado palabras amables, que ingenua era la pobre, porque aquel dragón se alimentaba de niños, la pequeña niñita tenía los segundos contados, ojalá le hubiera hecho caso a sus padres.

Ángel rebuscó entre los expedientes que se encontraban en el despacho de la directora, cuando por fin dio con el de Fátima lo colocó en la fotocopiadora para hacer una copia y así poder leerlo con tranquilidad en otro momento. Mientras se hacía con el expediente de la joven bruja, escuchó, con su fino oído de cazador, pasos dirigiéndose al despacho. De inmediato detuvo la impresión del expediente de Fátima y lo guardó todo en su sitio, luego escondió lo que le había dado tiempo a copiar en el bolsillo de su pantalón, más tarde le quitó una pieza, que estaba medio suelta a la fotocopiadora, unos segundo después entró la directora en su despacho.

-¿Qué haces aquí?, no puedes entrar en mi despacho si no estoy yo presente - le comunicó la directora molesta a Ángel.

-Perdóneme, no lo sabía – se excusó el cazador – me avisaron de que su fotocopiadora no funcionaba y he venido para arreglarla.

-Mi fotocopiadora funciona estupendamente, no sé quién te ha dicho lo contrario, no quiero ladrones en mi instituto - sentenció nerviosa.

-Compruébelo usted misma, le falta un pieza – se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.

La directora pulsó entonces el botón de encendido de la impresora, sin embargo, esta no reaccionó, lo volvió a pulsar un par de veces más, hasta comprobar, que efectivamente la impresora no marchaba correctamente.

-Está bien, acaba lo que estás haciendo y luego marchante, no vuelvas a entrar aquí si no estoy yo.

Ángel hizo un gesto afirmativo con la cabeza y colocó la pieza, que momentos antes había quitado, de la impresora. Antes de que pudiera decirle a la directora que el trabajo ya estaba hecho la puerta sonó.

-¡Pasa! - ordenó la mujer.

Ángel levantó la cabeza para mirar hacia la puerta y descubrir, que la persona, que había llamado, era Fátima, quien lo miraba sorprendida, por encontrarlo allí justo en ese preciso momento. El joven cazador, pudo percibir el acelerado pulso de la joven, que se disparaba, a medida, que se aproximaba hacia la mesa de la directora. Para su sorpresa Ángel también oyó el desacompasado latido de su propio órgano, excitado por la repentina aparición de la joven bruja.

-¿Quería hablar conmigo directora? - Preguntó Fátima de forma tímida.

-sí, acerca del accidente sucedido ayer en clase con tu profesora de biología – explicó la directora sin rodeo.

Ángel, interesado por el rumbo que comenzó a tomar la conversación, escuchó atentamente, mientras miraba de reojo a Fática, quien sentada en una silla frente a la mesa de la directora se retorcía las manos con un aparente nerviosismo, que estaba lejos de ser disimulado. La directora, de semblante estricto y serio, interrogaba de forma acusatoria a la joven, sobre la relación que mantenía con aquella profesora, que por lo que pudo entender, no era muy cordial.

-¿Sabes que tu profesora está ingresada en el hospital a causa de las heridas producidas por el estallido? – Le preguntó a Fátima.

- Lo había supuesto, pues recuerdo el mal estado en el que acabó – dijo la joven a la defensiva.

-¿No es extraño que todos los cristales se clavaran justo en el cuerpo de tu profesora?

-¿Que insinúa, que por arte de magia hice que sucediera aquello? – expresó de forma hastiosa.

- Usted ríase si quiere, quizás no tuvieras nada que ver con la explosión, pero los daños psicológicos de los que he sido informada si son culpa tuya, puede que no usaras ningún tipo de truco mágico como tú dices, pero los petardos existen, ¿Quien me asegura a mí que tu no tuviste nada que ver?

-¿Hay pruebas de la utilización de algún elemento que favoreciera a la explosión de las ventanas? Y en el cado de que las halla ¿hay pruebas de que yo tuviera tenido algo que ver? – insinuó de forma hostil.

Ángel comprendía que la seguridad de las palabras de la muchacha daban a entender, que conocía de primera mano la verdadera causa del accidente, tal era así, que se exponía abiertamente ante las acusaciones de la directora, pues sabía, que jamás podrían relacionar el suceso directamente con ella.

-No, no las hay, ni las habrá, así que le ruego que deje de acusarme de ser la causante de fenómenos paranormales – prosiguió alterada antes de que la mujer le contestara.

- Pues resulta que si las hay, y la señalan a usted directamente joven.

- Eso es totalmente mentira – culpabilizó exasperada.

- ¿me acusas de injurio?

Estaba claro que aquella mujer quería que Fátima llegara al límite, a su pesar, lo estaba consiguiendo, el joven podía percibir como el aura de Fátima se volvía aún más y más brillante y poderosa a medida que la conversación entre ambas aumentaba su hostilidad. También comprendía, que el motivo por el cual la directora no lo había echado aún de su despacho, era precisamente para su protección, aquella mujer intuía algo sobre la joven y eso a Ángel no le gustaba en absoluto, pues la experiencia le había enseñado, que siempre que un humano se entrometía entre los asuntos de cazadores y brujas, solía acababa muerto o herido.

-así es – los ojos de Fátima relampaguearon azul por un segundo.

Ángel sorprendido por la prepotencia de la joven, observó como la directora retaba a Fátima con la mira, quien apretaba los labios y se clavaba las uñas en las palmas de las manos, impotente por la situación y quien seguramente estaría deseando con todas sus fuerzas usar sus poderes para darle su merecido a aquella señora que la trataba con un desprecio mal disimulado. Ángel, a pesar de que sabía que si dejaba actuar a la joven bruja, podría al fin detenerla y dar por finalizada su tediosa labor de vigilancia, vaciló en su empeñó y decidió actuar contra todo pronóstico a favor de la chica de deslumbrantes ojos azules. Así que dio un fuerte golpe a la impresora, para que el cartucho de tinta negra como el tizón, saliera disparado para acabar esparcido por la blanca camisa de seda de la directora.

-¡Perdone usted! Ha sido sin intención.

-¡largo! – Aulló la directora, luego miró a Fátima – ambos, ¡fuera de aquí!

-Fátima no se tomó sus palabras a la ligera y salió practicante huyendo por la puerta del despacho.

Cazador de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora