Gaara pov's
A pesar de que continuaba repitiendo que no era real todo lo que comenzaban a pasar por mi cabeza, el miedo seguía apoderándose de mí como una fría sensación invadiéndome el alma, congelando mi voluntad e invitándome a la locura.
La calle que atravesaba estaba completamente vacía, y por grandes tramos estaba bastante oscura. La mitad de las lámparas de la avenida no estaban prendidas y, del resto, la mitad tiritaban como si sintieran el miedo que yo cargaba.
Mi cuerpo hormigueaba y mi pecho hacía movimientos pesados, denotando lo costoso que me era respirar. Pero eso solo yo lo notaba, pues esa calle vacía no permitía testigos de lo que me ocurría; solo yo sabía lo mucho que le costaba al aire llegar hasta mis pulmones, solo yo que sentía ese dolor en el tórax y espalda lo sabía.
Tenía la sensación de que algo horrible pasaría, tenía la sensación de que esta vez no sobreviviría, tenía miedo de algo que una parte de mi razón decía no existía, pero que otra parte aseguraba era real.
Internamente comencé a reírme se mí y la imperiosa necesidad de comenzar a correr, de la estúpida necesidad de huir de algo que no me estaba siguiendo, de algo que quizá ni siquiera existía.
Cuando mis nervios no pudieron más, cuando los sonidos de mi imaginación comenzaron a hacer ecos en las vacías calles que transitaba, cedí a la locura, tirando a la basura tres años y medio de continuas visitas al psicoterapeuta.
Accediendo a las necesidades de mi instinto de supervivencia, comencé a correr escuchando como las pisadas detrás de mí eran más fuertes y más cercanas.
Corría como si mi vida dependiera de ello, teniendo la certeza de que si me dejaba alcanzar no viviría para contarlo. Corría lleno de desesperación y angustia, que alentadas por mi falta de condición para el esfuerzo físico me ahogaban mucho más.
Mientras mis pies, cada vez más cansados, perdían velocidad, en mi cabeza comenzaban a surgir horribles escenas que amenazaban con hacerse realidad si no seguía corriendo.
Una parte de mí no dejaba se llamarme estúpido por correr de algo que, para empezar, no me seguía y, para terminar, no existía.
Pero yo no lo sentía así, yo estaba aterrorizado y seguía corriendo mientras mis fuertes jadeos y mi corazón a punto de estallar secundaban el sonido de unas fuertes pisadas que, atosigando mis oídos, me atormentaban.
Y aunque puede que las pisadas que escuchaba fueran las mías, seguía teniendo la certeza de que alguien me seguía.
La fuerza de mis piernas se esfumaba, el aliento me faltaba, de mi sensatez y cordura hacía minutos no sabía nada, y estoy seguro de que no faltaba mucho para que incluso la conciencia me abandonara.
Un intenso mareo llenó mi cabeza, que atontada perdió la noción del espacio, de pronto las calles eran mucho más largas de lo que recordaba y mucho menos estables. Aunque eso bien podía ser reacción de mis cansados pies.
Internamente imploraba por la fuerza necesaria para llegar hasta mi casa, una casa que ya no debía estar lejos. Tenía bastante tiempo corriendo como para no haberme acercado. Pero no podía estar seguro, mi cerebro no estaba funcionando como debía.
Me reprendí mentalmente por haberme distraído y haber perdido de vista el reloj, me regañé internamente por haber cedido al nerviosismo y a mi alucinante imaginación, me maldije internamente por ser tan cobarde, tan miedoso y tan miserablemente patético.
Y, a pesar de todos los sentimientos negativos que estaba sintiendo contra mí mismo, una parte de mí me justificaba y me compadecía, pues aun siendo un terrible malentendido, o una horrible pesadilla, la psique de un niño de cinco años no podía cargar con tan traumáticas escenas.
Y es que justo ahora esas traumáticas escenas pasaban frente a mis ojos, llenándome de ese miedo que, aunque fingí que sí, nunca pude dejar atrás. Pero cómo podría, si eso marcó mi vida de una espantosa manera.
Volvía a imaginar ese hombre que, justo frente a mis ojos, se convertía en un enorme perro que me congelaba con sus enormes ojos brillantes, que me aterrorizaba con sus gruñidos, que me dejaba ver unos enormes dientes que prometían hacerme daño si me dejaba atrapar por él.
No podía dejar de pensar que ese enorme perro estaba tras de mí y me miraba furioso mientras jugaba conmigo, jugaba con una presa que no tardaría en devorarse.
Un dolor proveniente de mi pantorrilla me hizo rememorar sus dientes desgarrando mi pequeña pierna, mientras el pánico se apoderaba de mí, mientras el temor me hacía completamente suyo, mientras tenía la certeza de que había perdido más que la cordura.
Aun así continué corriendo, ya me odiaba por ser tan miedoso, no moriría siendo un cobarde que ni siquiera hizo por huir y salvar su vida. Aunque fuera tan débil que no fuese capaz de pelear por ella.
Pero, tal como sabía sucedería, mis inútiles esfuerzos no dieron frutos. En un segundo todo terminó.
Al dar vuelta en una esquina, que me llevaba justo al parque frente de mi casa, a punto de pisar ese espacio que me separaba de mi hogar, un cuerpo apareció frente a mí, un cuerpo con el que no pude evitar chocar por la velocidad que llevaba.
Después de impactarme contra el fuerte cuerpo frente a mí, mi tembloroso cuerpo se fue al piso.
Sentado en el piso solo pude levantar mi cabeza, temeroso, aterrado, muy nervioso; y me encontré con la oscura silueta de un hombre que fijaba sus rojizos ojos en mí.
Un grito se atoró en mi garganta, haciéndome atragantar; las lágrimas de mis aterrorizados ojos, que no lograban comprender lo que veían, cayeron; y la certeza de que mis peores temores se harían realidad me regaló una tétrica sonrisa que me empujó a no dejar de llorar.
Quise salir corriendo, pero mis piernas no respondieron, incluso ellas se rindieron al miedo. Estaba tan asustado que, cuando ese hombre me jaló el brazo para levantarme, pensé que era mejor así, pues si moría dejaría de soñar cada noche horribles pesadillas.
Los labios del hombre se despegaron, y juro que pude ver unos blancos colmillos relucir, entonces un gruñido a mi espalda me hizo aferrarme al torso del que frente a mí se encontraba y soltar lo único que me quedaba justo en ese momento, la conciencia.
Continúa...
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SANGRE
FanfictionDespués de tres mil años de vida, Naruto ha aprendido una valiosa lección: involucrarse con los humanos no es buena idea. Porque son seres traicioneros, malvados y, lo más importante, efímeros. Pero algo en la mirada agua marina de ese niño no le pe...