Capítulo 7

272 29 1
                                    

Corrí tan rápido como mis piernas daban, una reverenda estupidez teniendo en cuenta que la única persona que intentaría seguirme era la abuela Chío y ella jamás me seguiría el paso a menos que yo fuera de rodillas. Ella era una anciana.

Caminé por entre enormes árboles sintiendo como de a poco el frío se apoderaba de mi cuerpo y la oscuridad de mi alma. 

Me reprendí mentalmente por actuar de tan impulsiva manera. Por idiota, por actuar sin pensar, me había ido a meter a la boca del lobo, literalmente.

Detuve mis pasos, miré a mi alrededor deseando que no fuera demasiado tarde para volver y me reí de mí. No sabía cuál era el camino de regreso. Algo normal teniendo en cuenta que ni siquiera había camino, solo enormes árboles y esa oscuridad aplastante.

—Debí haber renacido como súperman —me burlé de lo idiota que a veces podía ser. 

Quién lo diría, con lo callado y serio que siempre estaba. Pero me había rendido a la locura tras haber escuchado y recordado montón de tonterías.

Al parecer, siglos atrás, fui un vampiro de la más pura clase. Mi familia era la más influyente de todas, éramos algo así como la familia real. 

En ese entonces me enamoré de Naruto, un vampiro vagabundo y de radiante sonrisa. 

Debimos pelear contra todos para estar juntos, el único apoyo que teníamos era a mi abuela Chío. Ella en serio que era anciana.

»Debí haberme quedado muerto —susurré con el rostro empapado en lágrimas. 

Recordar todo lo que tuve y perdí dolía demasiado.

—Eso podemos arreglarlo —dijo una escalofriante voz. 

Levanté la mirada solo para percatarme que estaba rodeado de enormes perros. 

Me estremecí, y mi respiración se detuvo cuando sus oscuros ojos se fijaron en mí.

—Sas... Sasu... ke —balbuceé temblando de pies a cabeza. 

Podía recordar a ese chico que desde siempre me odió y ahora tenía una razón para hacerlo mucho más.

—Qué pequeño es el mundo —dijo el Uchiha andando hasta mí. No me moví, no podía, estaba paralizado de miedo—. Te maté hace años y hoy lo haré de nuevo. Aunque esta vez no me tomará ningún esfuerzo, será como pisar un maldito y asqueroso gusano.

El rostro de Sasuke estaba lleno de rabia, de asco y dolor.

»Por tu culpa mi hermano está muerto —gruñó el azabache convirtiéndose en uno de esos perros que me horrorizaban.

—En realidad fue mi culpa —habló Naruto desde la punta de uno de los tantos árboles que nos rodeaban—. Fue como pisar un asqueroso gusano —dijo sonriendo, enfureciendo a Sasuke que se olvidó completamente de mí y se tiró contra el que se burlaba.

Ellos peleaban ferozmente mientras mi mente suplicaba a mis piernas que salieran corriendo. Pero ellas no respondieron, se quedaron clavadas al piso hasta que un lobo del clan Uchiha me hirió.

Grité tan fuerte como mis pulmones dieron, logrando que Naruto me mirara. El horror de su cara estaba impreso en mis huesos. Habíamos pasado antes por eso antes. Casi doscientos años atrás, por salvar al chico que amaba de un perro callejero, una manada de lobos había acabado conmigo.

Aquella vez, entre lágrimas de dolor y pena, vi a Naruto mirarme como justo ahora me miraba; aquella vez sonreí, pero ahora no podía. En aquel entonces yo era un valiente vampiro, justo ahora solo era un apestoso y débil humano. Terminaría más pronto. Mi vida se escapaba en la sangre que escapaba de mi cuerpo. 

De pronto todo se tornó difuso, incluso el dolor en mi costado, lugar donde los dientes de una de esas bestias que me rodeaban me habían desgarrado piel y carne. Cerré los ojos seguro de que todo estaba por acabar, pero la voz de Naruto me hizo despabilar.

—¡No te perdonaré —gritó su desesperada voz haciendo ecos en mi cabeza y corazón—, si mueres de nuevo no te perdonaré jamás!

Pensé que no era como si me importara. A pesar de haber sido tan unidos siglos atrás ahora no éramos nada. Él solo era mi falso tío Naruto que años atrás me salvara de morir a manos de los que hoy me mataban.

«Qué desperdicio» pensé mientras de nuevo sonreía, entregándome a la muerte.

Algo suave chocó con mis labios, y algo húmedo entreabrió mis labios para depositar un líquido cálido y de sabor ferroso en mi boca.

 Alguien me había besado y puesto sangre en mi boca. La tragué sin pensarlo. La sorpresa de tener el hermoso rostro de Naruto cerca de mí me impulso a, de nuevo, actuar impulsivamente.

La calidez del líquido se transformó en algo que ardía y recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi costado, que de pronto no estaba herido aunque seguía doliendo como el infierno. 

Aferrado al cuerpo de Naruto recuperé mis fuerzas, logrando ponerme en pie por mí mismo una vez más.

—Dije que no te mueras —resopló furioso presionándome por la cintura—. No vas a volver a dejarme solo, jamás.

—Quién se imaginaría que te pondrías tan feroz por un débil y apestoso humano —dije y el rubio me miró con sorpresa. 

Sonreí. Naruto me había seguido y me había salvado. O al menos lo había intentado. Él estaba bastante herido y seguíamos rodeados.

—Cómo sea —chistó—. Llévense a su apestoso amo antes de que cambie de opinión y decida destrozarle la cabeza —dijo para el resto del clan y, sin quitarnos la vista, uno a uno, se fueron del lugar.

Vi al último lobo desaparecer y sentí cómo Naruto recargaba su peso completo en mí. Estaba demasiado herido, al parecer. 

Recargué a Naruto al tronco del árbol, lo revisé y noté una enorme herida en su pierna izquierda.

—Se está desangrando —dijo la abuela llegando hasta nosotros—, a este paso morirá.

Desgarré aun poco más mi ya muy desgarrada camisa e hice un torniquete que detuviera el sangrado. Pero eso no sería suficiente y yo lo sabía.

Desesperado tomé una piedra filosa y corté mi muñeca. La abuela me miró con confusión y me tomó por esta cuando intenté acercar mi mano a Naruto.

»No hagas esto —pidió—. Naruto no vale la pena. Has pasado demasiado por culpa de un idiota desconsiderado y egoísta. No lo hagas.

—Lo lamento, abuela —dije zafando mi mano de la suya—. He recordado todo, despertaron mis recuerdos y el amor que por él sentía. Además, aún si no lo amara, él volvió a salvar mi vida. No soy un tipo mezquino y cruel que le dejaría morir, ¿o sí?

El entrecejo de la abuela se frunció, me miró con desapruebo y empuñó las manos mientras apretaba los labios. 

Puse mi sangre en la boca de Naruto que, de pronto, fijando sus rojizos ojos en mí, clavó sus colmillos en mi mano.

De nuevo todo se hizo borroso, y luego nada.     


Continúa...

SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora